Thursday, July 16, 2009

And I lovED her...




Lady, I WAS your knight in shining armor and I loveD you
You haD made me what I WAS and I WAS yours
My love, there`s so many ways I wantED to say I love you
Let me hold you in my arms forever more

You haD gone and made me such a fool
I WAS so lost in your love
And oh, we belongED together
YOU WON´T believe in my song.
Lady, for so many years I thought I`d never find you
You haD come into my life and made me whole
Forever I´D wake to see you each and every morning
D hear you whisper softly in my ear

In my eyes I SAW no one else but you
There WAS no other love like our love
And yes, oh yes, I always wantED you near me
I HAD waited for you for so long

Lady, your love WAS the only love I needED
And beside me WAS where I want you to be
cause, my love, there`s somethin` I wantED you to know
You WERE the love of my life, you WERE my lady!


...BUT NOT ANYMORE.
Este amor por la Neo-geek, oficialmente, está muerto.
Se aceptan carpetas.

Sunday, July 05, 2009

Lamento Blanco, Risa Negra (Conclusión)

Nota del autor: La verdad tenía planeado sacar una cuarta parte y la quinta para concluir, pero tanto en el taller como los ilustres lectores me han pedido que mejor la haga más corta. Así que si esta parte sale más larga, pues así toca. De todos modos, muchas gracias a todos por haber seguido esta oscura historia, basada en dos buenas amigas mías.



Sin descanso alguno, más que para echar un dormitar breve, había pasado María la última semana encerrada en su casa, intentando encontrar respuestas a la miríada de preguntas que bullían en su cabeza.

Luego de dejar un aviso de que padecía una grave pulmonía contraída aparentemente por haber pasado tanto rato en el sereno hacía algunas noches, y de rechazar amablemente la visita de una enfermera que a la tarde acudió a la mansión para examinarla, María se metió de lleno a observar cada detalle de los interiores. A pesar que la gran sala no ofrecía mayores puntos de interés, se dio medio día en buscar cualquier pista que le aclarara sus dudas. Ninguna.

Un poco molesta, ella se metió un rato a la cocina a prepararse un café para despejarse un poco. Y al salir de la cocina para sorber su bebida en la sala, lo que vio hizo que soltase su taza derramando el líquido caliente en el piso. Sobre el centro justo de la sala, se veía una formación nubosa blanquecina, del cual fue emergiendo una mata de cabello negro y del cual se formó el mismo rostro redondo y de ojos oscurísimos que hace algunas noches había permanecido a milímetros del rostro de María. El espectro que aterrorizó y casi provocó la huida de la ocupante de este caserón. Pero esta vez el espectro no se movía. Permanecía flotando, con un rostro expectante, como si esperase una respuesta de la paralizada María. Esta, agarrada del dintel de la puerta, sólo atinaba a observar con los ojos desorbitados aquella manifestación de ultratumba. Pero la falta de acción del espectro femenino fue otorgándole algo de seguridad y finalmente, venciendo su miedo, pudo articular palabra.

- ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? – Dijo con voz ronca por la sequedad de su boca. Vio que el fantasma abrió lentamente su boca y mientras una prolongación de su cuerpo señalaba una de las puertas cerradas con llave, María oyó en ese tono cavernoso y sombrío, pero ya habitual:
- … A LA BIBLIOTECA… - luego de decir esto, el espectro se disolvió en el aire. María buscó con sus ojos el lugar señalado por el brazo del espectro, el cual era una puerta que por sus múltiples candados nunca había podido abrir antes. Y más por pereza que por otra cosa. Pero esta vez, nada la iba a detener.

Luego de limpiar el café derramado y los pedazos de cerámica desperdigados en el suelo, María miró la vetusta pero sólida puerta de madera reforzada con barras metálicas y pernos gruesos. Tres oxidados candados impedían la apertura de la puerta. Logró encontrar una pesada barrena en una de las bodegas, el instrumento idóneo. Resoplando mientras cargaba la barra metálica se dirigió nuevamente a la puerta sellada. Levantó la barrena con toda la fuerza de sus brazos y descargó un violento golpe contra el candado más elevado, quien saltó por los aires partido en dos. María sonrió por su primera victoria. Asestó un nuevo golpe al segundo candado, pero éste resistió el ataque. Tuvo que propinar una docena de golpes hasta que por fin el metal lograse ceder y el candado cayera. Tras reponer aire un rato, atacó el último seguro. Esta vez tuvo que luchar casi una hora golpeando, forcejeando y tironeando, entre quejidos, maldiciones y algunas lágrimas al acalambrarse sus dedos por tanto aferrar la barra. Finalmente, luego de un golpe casi lánguido, el candado se partió en dos y la puerta estaba lista para ser abierta. María tuvo que soltar su arma y correr a la cocina para lavarse un poco. Ahogando gemidos de dolor, vio sus manos mientras las enjuagaba en agua fresca. Diversas escoriaciones y ampollas habían aparecido en sus palmas y sus dedos, mientras un espeso dolor le empezaba a subir por sus antebrazos y brazos hasta atenazarle los hombros. Agotada por completo, María se dirigió a su cuarto, logró bañarse dificultosamente y cayó rendida en su cama, durmiéndose inmediatamente.

Mientras María dormía profundamente, se escuchó un nuevo susurro, que ella ya no escuchó: ESTÁS TAN CERCA, TAN CERCA…

Al día siguiente, María se levantó con un tremendo ardor de sus brazos por el ejercicio de ayer. En verdad se sentía excitada por su aventura. Dejando aparte el temor que le producía esa pálida aparición, estaba más decidida que nunca a descubrir respuestas. Así que luego de comer algo, se dirigió a abrir la puerta. Nuevamente tuvo que emplear toda su fuerza para lograr mover los carcomidos goznes, quienes luego de un rechinar rasposo dio paso a María a un cuarto profundo que se llegaba por una escalinata de piedra. Este cuarto ni siquiera tenía iluminación eléctrica, cosa que tuvo que regresar por una linterna. Ya con la linterna encendida, descendió las escaleras.

Ante sus ojos se mostraron varios anaqueles construidos en hierro colado, todos de hacía por lo menos dos siglos, a juzgar por el descascaramiento del esmalte, el estilo de su construcción y las bultosas telarañas agolpadas. Era un cuarto de aproximadamente cinco metros cuadrados, con cuatro libreros metálicos repletos de diversos volúmenes encuadernados en piel, que estaban tan escasamente separados los anaqueles, que María tenía que pasar de lado para darse cabida entre los espacios. Quedó pensando por un rato que demoraría años en leer todos los libros en aquel cuarto sellado, mientras la luz de su linterna iluminaba diversos lomos y títulos, algunos en castellano, otros en idiomas extraños.

Cuando pasó la luz por el último estante, vio repentinamente la conocida figura pálida. Curiosamente, el haz de luz al tocar el espectro, provocó el mismo sobresalto en ambas. Algo cayó al suelo mientras el espectro se desvanecía. María cada vez más acostumbrada a la bizarra visión, escudriñó el suelo donde se posaba el fantasma y vio una encuadernación muy polvorienta y gastada. Era como si el fantasma hubiera estado aferrando dicho documento antes de volatilizarse. Intuyendo una clave importante, María abrió el registro.

“A veces extraño aquellos días en que, en la soledad de mis aposentos, jugaba con cientos de muñecas a las que arrancaba el cabello con peines de despiojar mientras una niñera fantasmal, invisible para el resto, me cuidaba de los otros espectros que rondaban el palacio.
Mi madre, la Reina, gritaba mangoneando mi pequeña y delicada mano, escupiendo vituperios nada propios de la rosada boca de una elegante soberana como ella, insinuando que yo, su hija de ocho años, estaba loca; mientras corría a la juguetería real a adquirir otra muñeca igualita… o mejor.
¿Acaso no se daba cuenta que las detestaba?
En fin, otra cabellera que desmadejar, otra cabeza que cortar, otro rostro para perforar… más entretenimiento.
“Déjala que haga lo que quiera”, me decía mi niñera invisible, “así acalla las voces de su cabeza que le gritan sus carencias hacia ti por sus innúmeros compromisos en la corte”
….
¿De dónde vienes? ¿En tu reino hablan así de raro?
Ah sí, en mi reino.
¿Me enseñarías tu lenguaje?
¡Claro! Ven escucha esto.
….
¡¿Al calabozo real?! Señor, huya por favor.
Aun no se ha vuelto a saber de él. ¡Maldita profesora de ballet entrometida!
¡Ya no quiero ser princesa!
Pero un titulo debes tener.
¡Huiré del reino!
¿A dónde?
Mmm… mapa, mapa, mapa. Libros, libros, libros. ¡Moldova! Suena bonito
….
¡No soy una princesa, soy una Baronesa y puedo comer y puedo escuchar la música que yo quiera, y me puedo pintar los ojos de negro si me da la gana y me puedo vestir de negro si yo quiero!
¡Sí, pero no en mi palacio!
¡Maldita Reina!
¿Por qué lees mis cosas? ¡El diario de una Baronesa es prohibido a los ojos de los demás aunque seas una Reina!
La Reina grita y el Rey llora; el gato real se espanta y sale corriendo por la puerta de la calle y a mi hermanito no lo dejan acercarse a mí. Eso es lo que más me desespera.
Le dije a ella que no leyera mi diario ¿Todas las Reinas son así?
¡Yo no quiero ir a ese lugar!
Es un palacio nuevo.
¡No es un palacio, yo sé lo que es y no quiero ir. Padre, no quiero ir!
Es por tu bien, mi amor.
….
Mi principado sigue siendo un lugar oscuro y tenebroso, donde solo la luna alumbra, pero a mí me gusta así porque es tranquilo y no hay reinas locas gritando todo el día…Aquí en esta elevada torre, estoy segura de ellos, de sus realezas, sus estupideces, sus boberías…”


Lo que tenía ante sus ojos, era un diario. Un diario escrito a través de por lo menos diez años seguidos. De una princesa con el título nobiliario de baronesa. Una joven que en su tiempo tuvo en su escencia el perfume de la rebeldía, de la oposición a lo establecido. Una protestante a su destino. Que en pago recibió dolor, desprecio y sanciones diversas. Luego de leer por un largo rato, sintió la chica cómo corrían algunas lágrimas por sus mejillas. Una que se rebeló ante lo establecido, tal como ella solía hacer. Una amante de lo oscuro y lo sombrío, tal como ella. Es como si hubieran nacido bajo la misma estrella. El diario era su doloroso testimonio de su pasar en el mundo, sólo sazonado con la alegría de sus efímeros momentos de libertad, pero pese a todo, sin terminar de encajar por completo. Todavía conmovida, revisó hojeando las últimas notas del diario. Se dio cuenta que terminaba abruptamente, como si de repente le hubieran arrancado la pluma de las manos. Leyó con más atención los últimos párrafos.

Mientras tenga este diario y algo de tinta, seguiré escribiendo. Por fin supe el motivo de tanto encierro y aislamiento. Soy parte de una viejísima tradición, que provocó la expulsión de mi estirpe de su lugar natal hace centurias, y tras haber pasado el tiempo, se ha logrado completar los componentes para cumplir ese rito, siendo yo uno de ellos. El rito de la reunión, según pude investigar, está destinado a revertir todo al origen primigenio. Todo volverá a lo amorfo, a lo vacuo, para ser creado nuevamente. Hoy es el día del ritual, pues, así que vaticino que serán mis últimas palabras escritas. Los guardias están ya subiendo por las escalinatas de mi torre, prestos a llevarme a donde será el encuentro con mi destino. Yo, la portadora de la esencia de NYX, habré de reunirme con mis contrapartes, EREBUS y PROTOGENOS para otorgar el renacimiento de…

Esas fueron las últimas palabras leídas. María quedó pensando en dichos nombres. Erebus…¿dónde lo había escuchado? ¿No había sido usado tal nombre como una amenaza por aquella mujer? ¿Y porqué había provocado tal horror en ese niño? Apretando el diario contra su pecho se levantó la joven y nuevamente miró al espectro. Lucía agitada y esforzada. Antes de que María lograra formular una pregunta, de las miles que quería hacerle, el fantasma de la Baronesa señaló un grueso tomo, antes de desvanecerse de nuevo.

- Aquí… - Dijo, mientras se volvía a desmaterializar. María notó que era como si con cada materialización la baronesa forzara su energía más y más. Por consecuente, todas sus apariciones anteriores no fueron para correrla de la mansión, si no para enseñarle y advertirle de lo ocurrido. ¿Pero porqué ella? ¿Será por la coincidencia en sus gustos y personalidad? ¿O por otra razón?

Aliviada de que por lo menos no pasaría interminables días buscando entre todos los libros las respuestas apropiadas, la chica agarró el grueso tomo encuadernado en madera y metal, con diversas cinchas de alambre, como sellos colocados para impedir que su conocimiento fuera revelado a ojos inexpertos. Luego llevar el libro a la sala y hacer saltar los seguros, María escogió una página al azar y empezó a leer.
Κωμάσδω ποτὶ τὰν Ἀμαρυλλίδα, ταὶ δέ μοι αἶγες βόσκονται κατ᾽ ὄρος, καὶ ὁ Τίτυρος αὐτὰς ἐλαύνει…
- ¡Mierda, maldita sea! Esta pendejada está en griego! - gritó molesta al toparse con un obstáculo que ya no consistía en barreras físicas sino de idioma. – si por lo menos estuvieras en inglés.. – de cualquier modo, esperando lograr alguna comprensión aunque sea por las gráficas, ella siguió leyendo:
Τίτυρ᾽, ἐμὶν τὸ καλὸν πεφιλημένε, βόεσκ τὰς αἶγας, καὶ ποτὶ τὰν κράναν ἄγε, Τίτυρε, καὶ τὸν ἐνόρχαν, τὸν Λιβυκὸν con κνάκunωνiónα, tres deφυλdaάσσdesεο vμήan τaυ forκορύψῃmar al que fue el oriΛgen, el que de su intωνerior salió todo…

- ¡¡¿¿EEEHHH??!! ¡¡Puedo entender esto!! ¡Puedo entender el griego! ¿Pero cómo.. por qué..? – Balbuceó estupefacta mientras las letras, antes un galimatías incomprensible, formaban ahora frases perfectamente inteligibles, como si leyera un texto en inglés sin mayor dificultad. Un suspiro helado al lado suyo la sacó de su asombro. Y al voltear el rostro, vio el rostro de la baronesa. Envolviendo su ectoplasma en su cuello. Ahora ya no sintió miedo alguno. Así que empezó a replicarle cómo y porqué de muchas cosas, pero al momento, casi con un rictus de sufrimiento, la baronesa le ordenó.

- Sigue… por favor, sigue leyen…do…

Consciente que por la influencia de la baronesa era que lograba comprender todo lo escrito, y que dicha capacidad mermaba la capacidad de materializarse del espectro, María apuró lo más posible el texto mientras durase su habilidad prestada. Varios párrafos leídos, acompañados de imágenes de seres de panteón griego pasaban por sus ojos a toda la velocidad que se permitía.

“ Nosotros, los que finalmente nos hemos hartado del aparente orden y lógica del mundo actual, hemos sido expulsados de nuestra tierra de origen luego de haber cumplido rituales basados en procedimientos de eones de antigüedad, de cuando los dioses cohabitaban con sus hijos terrenales. Tales prácticas, por manejar poderes que la mayor parte de los mortales considerarían imposibles de controlar, fuimos declarados blasfemos, muchos fuimos ejecutados y el resto, condenados al exilio. Cruzamos mares y océanos y casi al costo de nuestra vida, llegamos hasta una tierra nunca antes vista. Sintiéndonos favorecidos por nuestro principal adorado, reconstruimos nuestra comunidad, y de los que conocíamos las palabras sagradas y los rituales, conformamos una familia de élite. Nosotros, los Eginios, sobrevivimos a pesar de los esfuerzos de los demás para borrarnos de nuestro mundo. “

“ El ritual es una combinación de muerte y vida, de separación y unión, de sacrificio y recompensa. Tres fracciones se volverán una y esa unidad reabsorberá todo dentro de sí, acabando con lo establecido y lo creado, para volverlo a crear nuevamente, esta vez impoluto, puro, sin errores pasados ni falsas expectativas. Tres formarán uno, reuniéndose más allá del lazo carnal…”

“Por la tozudez de nuestra Baronesa, quien hasta el último momento mostró rebeldía ante la tradición de su sangre y su destino, fue que el ritual fracasó. Tanto sacrificio para nada, tanto esfuerzo en balde. Mas sabemos que su alma no logrará encontrar reposo hasta que haya cumplido finalmente con su hado. Por tanto quedará atada a este terreno, a este castillo devastado por el ritual fallido, hasta que nuevamente se dé las condiciones propicias para rehacer el ritual. Mis hijos y los hijos de mis hijos, serán los responsables de aguardar tal momento, y llegada la hora, sabrán actuar, con las instrucciones pasadas verbalmente. En secreto.”

“Estoy en el borde de volver al vacío al cual pertenezco, viendo la construcción de la mansión que será el recuerdo principal de lo acaecido a nuestros descendientes. El castillo ha sido cubierto con tierra para simular un montículo y sobre su cima se alzará la mansión que para la persona indicada, será la llave que abra nuevamente la puerta al cambio final. La puerta de la habitación señorial, indicará el lugar que conecte lo nuevo con lo antiguo, y es median
εσκ ποτὶ τὰν Ἀμαρυλλίδα…”

- ¿Qu—qué pasó? Ya no entiendo nada nuevamente. ¿Baronesa? ¿Baronesa? – María buscó a su alrededor buscando el rostro pálido mas su ausencia completa fue lo único que logró encontrar. La baronesa había empleado toda su capacidad de materialización para lograr comprensión de lectura del griego en María, hasta agotarla. Por fortuna, había logrado captar gran parte del texto, y muchos misterios se estaban ya aclarando. Ahora sólo quedaba uno. El que escondía la puerta de la habitación señorial, como había leído.

Así que luego de lanzarse casi corriendo al portal de su habitación, enfocó toda su atención en todas las filigranas, los posibles resquicios, algún compartimento secreto, textos ocultos, cualquier cosa que le indicara el cómo terminar en el fondo de lo que había empezado desde la aparición en su computadora de ese ojo negro y desorbitado.

Dos horas. Nada. Nada que satisfaciera su sed de conocimientos. Se alejó un par de pasos de la puerta, la miró furibunda y presa de la ira, pateó con fuerza el suelo. Para sorpresa suya, en vez de sonar con el mate típico del mármol, oyó un retumbo hueco y sordo, como un vacío bajo sus pies. Nuevamente miró la puerta. Las figuras de los dos espectros torvos que apuntaban sus manos hacia abajo. Relación, comprensión y conclusión. ¡Pero claro! María empezó a tantear todo lo que pudo hasta que en la saliente del piso, empezando la escalera, halló una como abertura, cubierta por la espesa alfombra. Fueron varios minutos de tironear y forcejear hasta desnudar el mármol de su abrigo rojizo. El piso que estaba en el escalón final antes de la puerta se veía como una lápida. Así que aferró la lápida con ambas manos y jalando con las fuerzas que le otorgaba la excitación y su adrenalina, comenzó a aparecer un orificio cuadrilátero. Más y más grande. Luego de cambiar de posición para no caerse y lastimarse, María siguió pujando más y más hasta que la losa quedó despegada por completo y se precipitó escaleras abajo. Y en la hondonada apareció el inicio de una larga escalinata. La entrada al antiguo castillo. Ya esto era demasiado para afrontarlo sola. Se precipitó a su habitación y llamó a su novio. Tenía que enterarse de esto. Tras ponerlo al tanto en menos de diez minutos, el muchacho se comprometió a salir en su auto y volar hasta donde estaba ella. Si lograba revelar tal misterio, sería uno de los hallazgos arqueológicos de la centuria.

Tras colgar el teléfono, María decidió que necesitaría más ayuda. Salió presta de la mansión y fue directo a avisarle de la situación al teniente político.
- … así que luego de jalar la lápida que daba a la puerta de mi habitación, ¡surgió una escalinata, la misma que ha de terminar en el antiguo castillo! ¡Hay que avisar a las autoridades de este hallazgo! – decía presurosa María embriagada de ansiedad y gozo por haber resuelto el enigma.
- En verdad estoy sorprendido, profesora, nunca pensé que bajo esa loma se guardase un castillo de hace trescientos años. Yo opino que lo mejor es que vayamos no sólo yo, sino un grupo de vecinos, para protegerla. Quién sabe lo que podremos hallar ahí abajo. Ya he de notificar a las autoridades, quienes llegarán lo más pronto posible. ¡Vamos entonces! – respondió el teniente.

En poco rato, un casi la mitad de la población subía la cuesta rumbo a la mansión. María los lideraba. Todos con linternas y hachones apagados, para ir iluminando el camino. Mientras subían las escalinatas, María sintió un efluvio de cariño y alivio, hacia la fantasma que al principio tanto la había aterrorizado. Era lo que ella había querido, que se revelen estos misterios, y para que finalmente su alma descansara en paz. Hubiera querido ver su rostro, adivinando su expresión de felicidad antes de ascender a los cielos…

Ya con las linternas encendidas, empezaron a bajar por la escalinata que a pesar del tiempo aún lucía sólida y bien conservada. Se dio cuenta que la escalinata luego de bajar un par de metros, bajaba en una habitación pequeña pero aún conservando detalles que decían que ahí había vivido una mujer. Una baronesa. Restos de telas caras, algunos muebles muy elaborados y sobre todo muchas mariposas negras disecadas. La habitación donde la baronesa había sido recluida tanto tiempo. Un estremecimiento recorrió a María de arriba abajo. La puerta principal estaba carcomida así que fue sencillo apartarla. Una nueva escalinata, más profunda esta vez.

Siguieron bajando más y más, hasta que finalmente llegaron a lo que en su tiempo había sido un gigantesco balcón que daba a una explanada muy amplia, en cuyo suelo de piedra se mostraba claramente, aunque cubierta de hongos y líquenes, diversos bajo relieves en griego. Y en el centro se hallaba una enorme piedra negra cilíndrica en la que bien podían sentarse hasta cinco personas sin apretarse. Un lugar de rituales. El ritual del que se hablaba podía haberse celebrado ahí. Mientras veía a las personas, evidentemente tan excitadas como ella por el descubrimiento, dirigirse a diversos lugares de la explanada, por la luminosidad de las antorchas, observaba que las murallas del castillo, llegando incluso a los portones principales, estaban casi arrasados, y no por el tiempo, sino como si algo como una explosión lo hubiera barrido. Por primera vez extrañando al espectro de la baronesa, quien hubiera deseado tener a su lado, descendió hasta el lugar donde reposaba la piedra. Empezó a verla de cerca, observando atentamente la miríada de caracteres griegos cuando sintió una mano en su hombro. Era el teniente político, acompañado del alcalde. Ambos lucían una amplia sonrisa en sus rostros.

- Profesora, le estamos infinitamente agradecidos. Usted ha logrado descubrir lo que en tanto tiempo estuvo escondido. Ha traído usted una bendición a nuestro pueblo, a nuestra gente. Nunca podré agradecérselo lo suficiente.
- Fue un placer – sonrió María visiblemente sonrojada – este misterio me intrigó profundamente, y decidí no descansar hasta dar con el fondo del mismo, y mire usted dónde acabamos. Ahora es cuestión de esperar a la prensa, a los centros de arqueología y este pueblo cobrará una fama espectacular. En verdad lo merece…
- Claro, habrá ya tiempo para eso. Hasta mientras, profesora, ¿quisiera por favor colocarse encima del pedestal? Estoy seguro que querrá inmortalizar este hecho con una foto… - dijo melosamente el alcalde. María accedió gustosa. Mientras se trepaba en el pedestal y ponía sus brazos en jarras, vio al alcalde alejarse con la cámara en la mano hasta salir del círculo encriptado. Ojalá no salga muy lejana y oscura la foto, pensaba María, cuando, para su extrañeza, el alcalde bajó la cámara y dijo con voz cavernosa.

- Profesora, no necesitaremos ni prensa, ni arqueólogos, ni nada proveniente de este mundo corrompido, vil y decadente. Hoy es el principio del fin, de volver a cumplir el objetivo que hemos estado peleando por tantas centurias. El mismo objetivo que fracasó hace trescientos años por la rebeldía de la encarnación de Erebus diosa del espacio infinito, pero que finalmente se cumplirá hoy, gracias a tu llegada. ¡La llegada de la deidad de la noche oscura, de NYX! - María miró estupefacta al alcalde y al teniente, y vio asimismo que las otras personas del pueblo se arremolinaban en el borde del círculo de piedra, cada uno con un hachón encendido mientras coreaban palabras en griego, de las cuales María sólo podía comprender dos: NYX, EREBUS, NYX, EREBUS.

Justo al momento de empezar a protestar y querer bajar del pedestal, éste se iluminó de rojo sangre y los destellos rojizos engarrotaron las piernas y progresivamente el resto del cuerpo de María hasta quedar ella parada, con ambos brazos extendidos y el rostro con la boca abierta mirando al cénit. Ella ahora presa de un terror inimaginable, encontró que toda orden para liberarse y luchar contra esta luz rojiza era simplemente inefectiva. Su vista sólo podía abarcar el cénit en penumbras de lo que fue el castillo hace siglos, y sus oídos no podían más que oír la interminable letanía en griego de los habitantes del pueblo. No podía gritar, ni siquiera suspirar. Sólo sentía cómo el aire, súbitamente helado secaba la mucosa de su boca al respirar ferozmente ella. Luego escuchó la voz del alcalde.

- ¡Nyx, señora de la noche, Erebus, dueña del espacio infinito! ¡Tomen nuestra fuerza vital como sacrificio de vuestra unión! ¡Que lo que estuvo roto, se otra vez! ¡Que regrese lo amorfo, sin cabeza ni pies! ¡Que de su unión surja la que a su vez se combine con la esencia de PROTOGENES y finalmente, se dé el advenimiento a este mundo de nuestro amo y señor! ¡Que finalmente renazca el reductor a la nada, el corregidor supremo! ¡¡QUE VUELVA A NUESTRO MUNDO KAOS, EL PRIMIGENIO, EL VACÍO INFINITO, EL DIOS DE LA NADA!!


Y sobre un par de metros de la paralizada María, se empezó a arremolinar un vapor blanco, que tomó la forma de la Baronesa. Y esta vez, con una expresión de alegría salvaje. La misma expresión que había anhelado María con anterioridad, pero no de esta manera… Pero simultáneamente, el terror que la gobernaba fue sucumbiendo ante una rara euforia, como si estuviera frente a un ser que había amado tanto tiempo (Yo soy la noche), alguien que había formado parte integral de ella hacía eras y que la habían separado (toda criatura nocturna me obedece. Servidme, seres alados de oscuridad) ahora volvía a ella, para volver a formar una unidad, eso sí incompleta aún (YO SOY NYX. YO SOY NYX. SOY PARTE DE KAOS, JUNTO A EREBUS Y PROTOGENES) .Y que cuando se reuniera con la última parte, con el principio creador, con Protogenes, renacería el señor del vacío, a terminar con este mundo y crear algo nuevo. A renovar el ciclo. Tales pensamientos formaron una sonrisa en su boca abierta mientras el espectro de la baronesa se embutía a través de su boca, mientras los habitantes del pueblo se sublimaban en millones de chispas multicolores y formaban un remolino luminoso para dar fuerza a tan increíble unión. El corolario final lo dio el alcalde, mientras era desintegrado para formar parte del sacrificio:

- ¡Nyx y Erebus se han convertido en una sola! ¡Y cuando encuentren al que albergue la escencia de Protogenes, de la fusión de los tres resurgirá el que cantará la obertura del final del mundo! ¡Todos volveremos a él, todos formaremos parte del infinito vacío, de la gran nada llamada Kaos, para que resurjamos como seres superiores! ¡Ha llegado el principio del fin de esta era…!

Finalmente, un estallido, un vendaval, y un profundo silencio.

María lentamente abrió los ojos. Estaba apoyada en el pedestal del ritual, aunque ahora podía ver claramente el bosque y el día que empezaba. El estallido había logrado barrer con todo, incluyendo el montículo y la mansión. Al ver a lo lejos, pudo ver asimismo el pueblo compeltamente arrasado, sin ningún signo de vida. Era como si todos los del pueblo hubieran sido sacrificados para dar lugar a la reunión. María no sintió pena ni remordimiento. Lo sabía todo ya. ¿Para qué lamentar el inicio de lo inevitable? Vio un trozo de espejo cerca de ella. Aún conservaba algo de vanidad femenina así que se echó un vistazo. Casi ningún cambio. Casi.
Su ojo izquierdo ahora mostraba una pupila completamente azabache, en contraste con el caoba claro de su ojo derecho. Prueba innegable de su unión. Ya no era María. Ya no era la Baronesa. Ni siquiera Nyx o Erebus. Ahora era dos tercios de la unidad. En búsqueda de la tercera. Escuchó un motor a lo lejos. Entre los recuerdos de María, pudo relacionarlo con algo como "novio". Mejor era ser cauta. Desgarró algo de su vestido y lo ciñó a su rostro para taparlo. Hasta mientras. Mientras encontrase a Protogenes.
- ¿Dónde estás, Protogenes…? – susurró mientras el carro frenaba a raya a unos metros de ella, y el novio de María se precipitaba a abrazarla.

Ella, simplemente sonrió.