Friday, January 04, 2013

SOMOS NIÑOS. (CAPÍTULO FINAL)

Como puse antes, con esto culmina el cuento que empecé hace más de dos años, pero aún no lo acaba, pues quedan tres capítulos por redactar y subir. Espero que esto dé aliciente para terminar los anteriores. Y cuando todo esté completo haré una compilación para que tenga todo sentido.




La gigantesca sala donde el Crecido tenía su trono, estaba dividida en dos mitades. La primera, del amo y señor del lugar. El Uñac-Huilli, niño demoníaco que había subyugado no sólo el gran castillo sino también todas las tierras aledañas bajo un manto de miedo y terror. Los pocos que habían alzado su puño habían sido aplastados con violencia y sometidos a su voluntad.

La segunda mitad, de los tres nuevos retadores. Tres niños salidos de un lugar más allá de tiempo y espacio por la influencia de un curioso mentor, Sr. Puño, y antiguo enemigo del Crecido que ya una vez había sido derrotado teniendo que huir envuelto en la peor de las vergüenzas y tristezas. Nico, su hermana Nica y la prima de ambos, Rachel. Había puesto y renovado todas sus esperanzas en estos pequeños para volverlos adversarios dignos y resarcir su antiguo error. Muchas experiencias, algunas peligrosas, otras dolorosas, habían incrementado y fortalecido a los tres bajo la protección de su tutor. Pero la última, el haber podido salir por su pie de una prisión absoluta con la ayuda de las Virtudes del Niño, los había dotado de una capacidad mucho mayor a la que Puño había pensado. Y era el momento de ponerlo a prueba.


-          No me importa… ¡no me importa nada si ustedes han sabido escapar de mi Cuna! ¡¡Igual siguen siendo un trío de debiluchos!! ¡¡Ahora lo verán!! – atronó rabioso el enemigo. Pero un despectivo silencio por parte de los tres pequeños, completamente armados y a su máxima capacidad, fue la única respuesta.
-          ¡¡DÉBILES!! – rugió Uñac-Huilli lanzándose al ataque con garras, colmillos y cuernos brotando de su cuerpo.
Cargó primero contra Nica, la más pequeña de los tres. Justo antes de que sus garras cortasen a la pequeña en trocitos, chocaron contra las filosas zarpas de Tritoch, repeliendo el ataque. El Crecido sopló fuerte para deshacer al lobo, pero éste resistió tranquilo la bocanada de aire violento. El latigazo que el demonio lanzó con su cola para atacar nuevamente a la niña fue detenido por una de las zarpas de la bestia, y enredando la cola en el antebrazo, agitó al villano por los aires y lo estrelló violentamente por el piso. La cola se retrajo y desenredó. Uñac-Huilli se sobó la nariz, lastimada por su golpe en el piso y arremetió contra Nica, pues si acababa con ella, el lobo se desvanecería.


-          ¡GARRAS TENGO! ¡Y TE VOY A DESTROZAR!
Así que hizo una finta, pisó la cabeza de Tritoch que se lanzaba a morderlo y de un salto apuntó sus garras hacia la pequeña. La bestia negra se volvió lo más rápido que pudo aunque no iba a poderlo alcanzar. Pero la niña golpeó a Trivarita en el suelo con lo que Tritoch se desvaneció y simultáneamente invocó a uno de los espíritus elementales.
-          ¡SALAMANDRA!!
Las garras hicieron blanco nuevamente, pero esta vez en el duro y ardiente caparazón del espíritu del fuego, Salamandra. El volcán en miniatura lanzó un borboteo que chamuscó algo del cabello y los dedos del adversario. Antes que el Crecido pudiera soplarse los dedos, se volvió a oír la voz de Nica:
-          ¡¡UNDYNE!!
Debajo de donde estaba el niño demonio, se formó un espejo de agua y brotó un geyser de agua helada, que lo atrapó tomando luego forma de fauces. El espíritu de hielo, Undyne, lanzó a su enemigo contra el agua aún turbulenta y en un parpadeo la congeló. Ahora el carámbano gigante tenía en un interior a un helado Uñac-Huilli. De un violento mazazo, la masa de hielo se resquebrajó, y sin dar tiempo de respiro alguno, la niña entonó finalmente:
-          ¡¡SILPHO!!
El gran cóndor metálico tomó entre sus garras al aturdido Crecido y voló hasta la cima de la sala, obsequiándole un par de aletazos electrificados y algunos picotazos. El viento provocado formó un vendaval que azotó contra la pared  al demonio y sobre él resonaron varios relámpagos. Envuelto en chispas eléctricas Uñac Huilli cayó al piso, con las garras rotas de tanto golpeteo y zarandeo. Mientras se incorporaba, más furioso que herido, recibió una mirada repleta de burla de Nica y la respuesta a la primera imprecación:
-          ¿Quén é el débil?

Así decidió el Crecido a atacar a la otra niña. Con los dientes rechinando de rabia, conjuró el ataque que los había vencido tan fácilmente cuando se habían topado por primera vez, en Villa Declamadora.
-          ¡¡DIENTES TENGO, Y TE VOY A DESINTEGRAR!!
La bola negra se formó en la boca del niño demonio, y la lanzó contra Rachel. A tan corta distancia, imposible fallar. La niña extendió los brazos hacia adelante y lo propio hizo Princesa Aigis, la forma más poderosa del peluche Moogle. La esfera desintegradora fue recibida en las manos de Aigis, la cual tras unos momentos de pugna, la devolvió hacia su creador. Aunque la oscuridad no lo lastimó, sí cegó por unos instantes al Crecido. Ahora Rachel contraatacó. Convirtió a Moogle en Byakko, montó sobre él y en la nube negra lanzó un certero zarpazo. Su enemigo salió despedido de la nube y cayó justo en un asfixiante abrazo de Ursus, el gran oso del alarido. Ursus apretó hasta que su oponente empezó a boquear. Luego lo levantó hacia su hocico, inspiró profundo y le soltó tal rugido que muchos ventanales cercanos se rompieron. Los otros dos niños, risueños de ver el espectáculo, sólo se taparon los oídos para no lastimarse con el ruido.

Uñac-Huilli se debatió hasta librarse del abrazo de Ursus, pero al intentar atacar no podía apuntar bien, de lo mareado que había quedado tras soportar ese superlativo alarido. Volvió entonces a conjurar otro ataque:
-          ¡¡CUERNOS TENGO, Y TE VOY A PERFORAR!!
Así que empezó a disparar a discreción escupidas negras más pequeñas pero veloces, a modo de ametralladora. Por lo menos una o dos harían impacto. Pero el veloz corcel de ocho patas Sleipnir esquivaba con facilidad la ráfaga de disparos, hasta que llegó donde él y formó raudo un remolino que lo elevó nuevamente contra el techo y ahí lo tuvo un rato. Mareado nuevamente, el Crecido cayó nuevamente, y lo recibieron una cantidad de coces suficientes para que sus dos cuernos se partieran.
Con el estómago revuelto, Uñac-Huilli intentó lanzar una nueva esfera negra de su boca, pero  un resplandor dorado lo deslumbró e instintivamente se protegió con su capa. Una saeta alba disparada por Aigis rasgó el grueso paño y se fue deshaciendo en jirones. Con los cuernos rotos y su capa desgarrada, el Crecido miró estupefacto a Rachel. Esta, con los ojos llenos de lástima, también le contestó:
-          ¿Quién es el débil?

Inaudito. Inaudito… era lo único que podía pensar Uñac-Huilli luego que las dos niñas les presentaron batalla. Con la seguridad de ganar minada por sus anteriores derrotas, vio que Nico estaba ya en pose de batalla.

El parecía no tener nada especial aparte de su bate, así que aupó sus fuerzas y atacó con las fauces por delante, dispuesto a triturar entre sus dientes esa arma insignificante, y luego a su dueño. Al cerrar el bocado, sólo notó aire en su boca. Nico había esquivado la dentellada y con Ultibat, mandó un buen golpe a cada pie del Crecido. En cada uno se fue dibujando una X, herencia de las armas de Juglar, que fueron entorpeciendo los movimientos. El demonio arrastró los pies trabajosamente mientras Nico, ya fuera de su alcance, dio un poderoso batazo al suelo. El sismo sacudió toda la sala y golpeó repetidas ocasiones al malvado infante, gracias a la Plastiluna otorgada por Ig-drasil. Tanto Nica como Rachel estaban seguras montada en Silpho y cargada por Aigis, respectivamente. Uñac-Huilli, resoplando entre los brincoteos se arrancó las X de sus pies y cargó nuevamente. Un espectacular intercambio de golpes se sucedió, encontrando en cada oponente una defensa muy sólida. Cada puñetazo del Crecido era repelido por el bat, y los mandobles del arma eran detenidos por manos, pies, y en ocasiones los mismos colmillos.

Al separarse para volver a tomar aire, el Crecido notó dolores agudos en varias partes de sus brazos y piernas. Las mangas y perneras de su traje negro se fueron convirtiendo en trocitos que caían como copos de nieve. Los poderes luego de la batalla contra B. Hemont que había hecho surgir a Batsamune, habían cortado la mayor parte de la ropa dejando una piel paliducha al descubierto. Un aire frío le advirtió que no sólo sus extremidades estaban afectas, sino que ahora también quedó parcialmente con la nalga al aire. Las risotadas de las niñas cayeron sobre él como una lápida vergonzosa.

Aguijoneado por la humillación, la rabia y el dolor producido por los ataques de sus oponentes, Uñac-Huilli cerró sus puños y soltó un agudo grito de rabia. Lo que nadie había podido, lo estaban logrando este trío de mequetrefes, luego de haber derrotado a sus Malcriados y escapado de la Cuna de Tinieblas.  A este paso tendría que recurrir a su mejor…
Un tremendo puñetazo cristalino alcanzó su cara.

El máximo ataque de Nico y su arma, Kaiserpuño, había impactado de lleno, provocando que los largos colmillos del Crecido se rompieran en mil pedazos. Rodó el demonio por el suelo, agarrándose la cara y escupiendo sus últimos fragmentos de dientes. Alzó la vista y los ojos del pequeño Nico lo regaron con oprobio y desprecio.
-          ¡¿Quién es el débil?! ¡Nadie más que TÚ, Uñac-Huilli!

Con las manos posadas en su rostro, casi vencido por el dolor, el Crecido sintió un gran deseo de llorar. Todo le dolía en su cuerpo. Cabeza, manos, pies, barriga, espalda… Nunca había pensado que él, el amo y dueño, podría ser menos que esos tres mequetrefes. Por su parte, Puño relucía de satisfacción. Sus niños habían superado las fuerzas de su odiado enemigo, derrotándolo con toda facilidad. Ni siquiera había coincidido las palabras del grabado en la Cueva de la Siesta, pues sólo en una breve pero intensa batalla el Crecido había mordido el polvo. Los niños se estaban aproximando a su némesis prácticamente vencido.
-          ¿Te rindes? – preguntó Nico.
-          Si prometes irte y no volver nunca, te perdonaremos. – Le dijo sonriente Rachel.
-          …y ya no te vuevas a potar mal. – Terminó Nica.

Uñac-Huilli, con la cabeza baja, no respondía. Al aproximarse un poco más los niños, levantó con violencia la cabeza, y lució una sonrisa espeluznante, aun a pesar de sus dientes rotos.


-          Kiru Tiyapuy, Guaxra Tiyapuy, Chupa Tirapuy… - susurró lenta y melodiosamente. - Kiru Tiyapuy, Guaxra Tiyapuy, Chupa Tirapuy… Kiru Tiyapuy, Guaxra Tiyapuy, Chupa Tirapuy… - al tiempo que iba recitando ese cántico, Uñac-Huilli comenzó a babear. Una saliva negra, espesa, que corría a hilos por su rostro, su cuello y su cuerpo hasta llegar al suelo. Despedía un hedor tan intenso que una náusea violenta sacudió a los tres niños.
-          ¿Qué estás haciendo? ¡Qué peste! – Protestó Nico.
-          ¡Me das asco! ¡Ya deténte! – Dijo Rachel.
-          ¡¡FUCHI!! ¡¡APETA A CACA!! – Rezongó Nica.
Atrás de ellos, Puño estaba horrorizado. Conocía bien las palabras recitadas por el Crecido. Eran las mismas que usaba para atacar siempre, pero este idioma era…


-          ¡¡NIÑOS!! ¡¡RETROCEDED, NO OS APROXIMÉIS!! – Los tres obedecieron al instante y viendo a su enemigo prácticamente vomitando esa baba negra, preguntaron qué era lo que estaba pasando. – Mis pequeños, Uñac-Huilli está usando un lenguaje muy antiguo y prohibido. Dentro de él se maquina algo horrendo, ¡debéis estar alerta, pues nuestro adversario aún no cae!
Habiendo terminado de hablar Sr. Puño, Uñac-Huilli dejó asimismo de recitar. Fijó su vista en los pequeños. Una mirada tan llena de odio y rabia, que Nico,  Nica y Rachel se estremecieron de miedo. Y sin dejar de sonreír, el Crecido dijo claro y fuerte estas palabras:
-          …YANA-GUAGUA.

Dirigió su mirada hacia el cénit y el babeo se volvió un chorro de vómito. Un manantial líquido y fétido cubrió por completo al niño demonio, hasta volverse un orbe del tamaño de un adulto. En su centro surgió un ojo escarlata, y la esfera se dividió en dos. Cada nueva esfera, aunque más pequeña, se dividió en dos más. El proceso, como una mitosis monstruosa aumentaba y se aceleraba. El grupo de bolas se volvió como una mora. Las esferas negras, cada una con su ojo enrojecido, se hacían más y más chicas, pero el conjunto crecía, enraizándose en piso, paredes y columnas. De la parte central brotó una burbuja carnosa y semitransparente, tan grande como un carruaje, repleto de un líquido turbio. De súbito la burbuja se elevó estando unida a su base por un tentáculo repleto de ojos desorbitados y rompió su contenido.

Agazapado entre los restos de la burbuja, que asemejaba una flor abierta, yacía un enorme y monstruoso bebé. Nada que pudiera ser equitativo a lindo o hermoso era compatible con este ente, pues su piel misma era rugosa y cubierta de nudos y filamentos. Dos filas de pequeños cuernos adornaban su cabeza. Sus manos y pies que se abrían y cerraban a cada rato, mostraban garras filosas y retorcidas. Su única vestimenta era su propio cordón umbilical que lo envolvía irregularmente. Al abrir los ojos, mostró un carmesí centelleante, y se abrió un tercer ojo en medio de la frente, del mismo color. Una boca repleta de colmillos agudos que parecían cubrir hasta los carrillos desencadenó un vagido agudísmo, como el de un bebé al respirar por primera vez. Pero de tal intensidad y vibración, que los tres niños quedaron completamente paralizados.
Era la forma final de Uñac-Huilli.

Los tres pequeños, completamente indefensos, sentían una mezcla de asco, terror y desesperación al ver semejante monstruo moviéndose en frente de ellos. ¿Acaso volverían a sufrir una derrota, esta vez absoluta y definitiva? Las tres armas estaban a sus pies, sin dar muestras de actividad. Ultibat, Trivarita y Moggle, completamente inútiles.

Sr. Puño volvía a repetir su anterior pesadilla y trauma. Criar y entrenar a niños, enfrentarlos al adversario y viéndolos vencidos a sus pies. Esta vez de una manera mucho más horrible, pues tampoco había manifestado tal poder el odiado Crecido. No podría soportar volver a huir, sabiéndose culpable fundamental de la caída de estos tres inocentes. Entre el torbellino de pensamientos que lo agobiaban, Uñac-Huilli iba a mandar su obús más potente. Entre gimoteos y gorjeos alienados, se materializó una esfera como la noche, más grande que el propio monstruo  y con el poder de volatilizar cualquier cosa.

Con un movimiento de manos, Uñac-Huilli disparó la bola negra a los niños que aún no salían de su parálisis. Ya no les aguardaba un llanto amargo, ni siquiera era cuestión de dolor, enfermedad o tristeza. Era la aniquilación segura. Desaparecerían de este y cualquier otro mundo. Para siempre.
-           ¡¡¡NOOOOOOOO!!! ¡¡NO MORIRÉIS, MIS PEQUEÑOS!!

De repente, algo como una centella plateada golpeó con furia la esfera que estaba a punto de engullir a los tres héroes. Los niños que habían logrado salir de su estado, miraron asombrados que Puño, cubierto esta vez por una armadura plateada que lo hacía lucir como un sólido guantelete de metal, se había lanzado contra el ataque del demonio y estaba en pleno forcejeo de poder. Finalmente, con un rápido vaivén, Puño logró desviar la trayectoria de la esfera hacia arriba. Esta simplemente atravesó el techo cristalino del cénit de la sala, deshaciendo todo a su paso hasta caer a lo lejos. Un profundo cráter había quedado donde cayó la esfera negra. Quizá no surgiría ahí nada vivo en mucho tiempo.

Puño cayó con su armadura completamente destruida frente a los niños. Rachel, ya completamente repuesta, cantó el sana-sana para todos. Mientras, Uñac-Huilli había cerrado la burbuja y entró en un modo estático.
-          ¿Qué pasó, sr. Puño? ¿Qué es eso? – preguntó ansioso Nico, mientras Rachel seguía sanando a todo el grupo.
-          …Uñac-Huilli debió convocar a una forma demoníaca más allá de su poder normal. Usó un lenguaje que fue prohibido hace mucho, por lo peligroso de sus efectos. Por tanto, mis pequeños, contempláis la forma final de Uñac-Huilli, el Yana-Guagua.
-          ¿Yana-wawa? ¿Entonche é más malo? – acotó Nica.
-          Millardos de veces más maléfico, mi pequeña. Temo mucho que esta vez será casi imposible derrotarle, a menos que… - Puño se detuvo y recordó nuevamente las palabras del mural.
Ante el mal recién nacido
Esta tierra sucumbirá
Pero tres elegidos darán cara,
Y el mal vencido será.

Miles de luces blancas
Barrerán el oscuro proyectil
Romperán la dura coraza, 

Fuego, Hielo y Rayo unidos
Y el vórtice violento cual misil,
Acabarán al de negro ungido.

-          Es tiempo. Ya es tiempo de acabar con este execrable, que tanto dolor nos ha costado. ¡Mis niños queridos, podréis hacerlo y sólo vosotros! – Arengó Sr. Puño a sus tres pequeños guerreros. Estos estaban nuevamente prestos para la lucha. La que decidiría la victoria o la derrota. Y para ésta no había lugar. – ¡Observad! Yana-Guagua se ha debilitado por ese ataque, así que se refugia en su coraza para volver a reunir energías. ¡Tenemos que actuar exactamente como lo dispuso el mural, caso contrario la derrota será segura! ¡Usad pues todas vuestras fuerzas! ¡ES TODO O NADA!
-          ¡MUY BIEN! – Gritaron los tres niños al unísono.

Al mismo tiempo, Yana-Guagua se había recuperado completamente, y formó de nuevo la mortífera esfera negra, esta vez sin un Puño que lo desviase, porque éste había usado casi todo su poder en repeler el recurso. La bola oscura era aún más grande que la anterior, y con un pase de manos, fue lanzada a los niños.
-          ¡RACHEL, OÍD! ¡MILES DE LUCES BLANCAS BARRERÁN EL OSCURO PROYECTIL!!
Moviéndose al unísono, Rachel hizo que Princesa Aigis tensara su arco y una brillante y alba flecha se materializó. Pero no era suficiente, así que a la orden de la niña, Aigis extendió sus alas las que se iluminaron cegadoramente, insuflando poder a su saeta; que se engrosó y cargó de energía. Así ordenó el disparo, poniendo toda su fuerza en la orden.
-          ¡Aigis, dispara! ¡¡MIL SAETAS ALBAS!!
La luminosa flecha se convirtió en cientos y cientos de proyectiles níveos que impactaron la esfera negra, hasta que en una explosión, ambos ataques se anularon mutuamente. Ostensiblemente impactado, Yana-Guagua se protegió en su coraza carnosa para recargar su maligno poder una vez más. El llamado de Puño volvió a escucharse.


-          ¡NICA, ESCUCHAD! ¡¡ROMPERÁN LA DURA CORAZA, FUEGO, HIELO Y RAYO UNIDOS!!
Nica asintió. Hizo su danza invocatoria, disolviendo los tres espíritus en su báculo y haciendo surgir al lobo de los tres elementos, Tritoch. Poniéndose frente a la bestia, la niña aferró a Trivarita concentrándose al máximo al tiempo que el lobo cargaba su brazo izquierdo de fuego, su brazo derecho de hielo y en su pecho los relámpagos refulgían como un sol brillante. A un nivel superior aún al que permitió el escape de su prisión tenebrosa. El ataque estuvo a punto.
-          ¡Con toda tu fuecha, Titoch! ¡¡TIPLE EJECUCHÓON!!
El lobo abrió sus fauces y detonó una imparable andanada tri-elemental que fue a dar directo contra la protección carnosa de Yana-Guagua. La brutal oleada golpeó la coraza, la cual empezó a resquebrajarse, hasta que reventó desintegrándose y volatilizando todo vestigio de las raíces y el tentáculo que daba sostén a la criatura. Esta cayó al piso y trabajosamente gimoteó, centelleando sus carnes mostrando su impotencia. Y entre los destellos, justo en el tercer ojo del bebé monstruoso, se vislumbró una silueta. ¡Era Uñac-Huilli, escondido!

Ya las niñas habían logrado contrarrestar el ataque de Yana-Guagua y exterminado a su coraza protectora. Era el momento del último paso. Puño gritó con las fuerzas que le quedaban:
-          ¡NICO, AHORA DEPENDE DE VOS! ¡¡Y EL VÓRTICE VIOLENTO CUAL MISIL, ACABARÁN AL DE NEGRO UNGIDO!!
Nico ya estaba calzado sus visores de Hermes y sus guantes Genji, aferrando a su leal Ultibat. Apuntó hacia arriba y surgió Kaiserpuño, cristalino y reluciente. Sabía que él era quien tenía que dar el golpe final. E iba a poner todo, TODO su poder y voluntad.
-          ¡KAISERPUÑO! ¡¡VÓRTICE!!
 Mientras empezaba a girar el nudillo más y más veloz, el niño dio un gran salto, despegando y volviéndose la punta de un violentísimo tornado, que luego de dar vuelta para tomar más potencia se dirigió velozmente hacia el objetivo. 

Ya no era un simple ataque, eran las tres voluntades de los niños unidas, fortificadas con el ánimo de Puño y magnificadas con Pureza, Inocencia y Alegría, las tres Virtudes del Niño. Eran los clamores de una tierra desolada por el miedo. Eran las súplicas de tantos niños esclavizados por ese demonio. Era el deseo conjunto, de terminar con esta larga tiranía.
Uñac-Huilli sintió el tiempo espesarse.
Ya no veía a esos tres malditos que estaban nuevamente superando sus fuerzas. Ya no veía a su antiguo rival, una vez derrotado por él. No veía castillo, no veía fuerza, poder, conquistas, nada.
Sólo ese horrible remolino que se aproximaba….
…que le provocaba un miedo indescriptible.
Igual al remolino del río…
…donde lo habían arrojado…
…al nacer…
-          ¿Mamá… por qué me echas al río? ¿Es que nunca me quisiste
Demasiado tarde volvió a sus sentidos.

Kaiserpuño penetró taladrando el ojo central del bebé monstruoso y arrancó a Uñac-Huilli por la parte posterior de la gran cabeza. El niño demoníaco había recibido toda la fuerza directo en la barriga transfigurando su rostro a un rictus desencajado y de ojos completamente fuera de sus órbitas. ¡Y el ataque apenas principiaba! Con todas sus fuerzas y la boca abierta en un mudo y furioso rugido de batalla, Nico hizo blanco en todas las partes que pudo de Uñac-Huilli con su giratorio puño cristalino. ¡Diez, veinte, cincuenta, cien, doscientos, quinientos, MIL Y UN GOLPES cayeron mientras volaban por toda la sala envueltos en el torbellino! Finalmente un muy maltrecho Crecido salió despedido por un lado del remolino mientras que Nico aterrizaba de mala manera a unos pasos de su enemigo, agotado por completo luego de liberar tan feroz golpiza.

Los tres niños estaban sentados o caídos, sobre todo Nico, quien a punto de llorar por el tremendo esfuerzo, vio a Uñac-Huilli incorporarse trabajosamente. Tosió convulsamente y empezó a recitar, pero el dolor y las toses no le permitían completar sus conjuros:
-          ¡Dien..tes ten…! ¡Garras…! ¡Co..cola te-ten…teng…! – Cada intento de ataque era interrumpido por una tos seca y convulsa. De pronto, algo brilló en las comisuras de los ojos de Uñac-Huilli y empezaron a resbalar por sus amoratadas mejillas. Lágrimas.
-          ¡aaaaaahhh, AAAAAHHHHHHHH!! ¡¡AAAAAAAAHHHHHH!!
Uñac-Huilli estaba llorando a lágrima viva.

Como un torrente retenido hace mucho, las lágrimas no dejaban de fluir. Lentamente se acercaron Rachel y Nica, con una mezcla de aprensión, sorpresa y pena en sus corazones. Nico había logrado ponerse en pie, aferrando un último beso de Mamá. Quería dárselo a Rachel para que pudieran curarse todos. Pero permanecía ahí, viendo el llanto interminable del que era u enemigo. Un dedo acusador apuntó a los niños. Uñac-Huilli, sin dejar de llorar, los señaló con resentimiento.
-          ¡Todos… todos ustedes tienen mamá! ¡Pero a mí me echaron! ¡Nadie me acogió en sus brazos! ¡Me hundí en el agua, en ese remolino, como una piedra! – Bajó el dedo y prosiguió llorando un rato. Y volvió a increpar a los niños. - ¡Mi propia mamá! ¡La que debía amarme, cuidarme y criarme! ¡Me echó al río como basura! ¡Terminé en un pozo lleno de oscuridad, y ella fue mi única compañera mientras recibía los lamentos de otros que compartían mi destino! ¡Mi rencor crecía, se nutría de la oscuridad y me hacía más y más fuerte! ¡POR ESO LOS ODIO TANTO A USTEDES! ¡Ustedes, que tienen una mamá que los ama, son los que más odio! ¡Esta tierra, a la que llegué por casualidad, estaba repleta de gente como ustedes! ¡Yo los acabé y los puse bajo mi mando y luego rapté otros niños… para que nunca más me dejasen solo…!
Uñac-Huilli, el Crecido, se derrumbó entre sollozos que sacudían todo su cuerpo.

Los tres niños, victoriosos al fin, se miraron entre ellos. Todo deseo de pelea y de antipatía había desaparecido. Incluso se sentían conmovidos al ver a su némesis ahí, en un mar de llanto, torturado por sentimientos tan feos.
-          Tienes razón. Es horrible no tener una mamita que te quiera y te proteja… - dijo compungida Rachel.
-          Yo no quero que me deje mi mami… y ya la etraño… - susurró Nica al borde de las lágrimas.
-          Nunca supe de vuestro predicamento, Uñac-Huilli. Si tan sólo hubierais sido menos violento al venir acá… - razonaba Sr. Puño.
Sólo Nico no había dicho una palabra.
Estaba de pie frente al sollozante Crecido, y como el mayor de los tres, había comprendido muy bien lo que había dicho su enemigo. Miró su manito y tomó una desición. Nico se acuclilló frente a Uñac-Huilli y apretó el Beso de Mamá contra su frente. Puño ahogó un grito.
-          ¡Nico, deteneos! ¿Qué hacéis? – pero el niño alzó la mano interrumpiéndolo.
-          Tranquilo Sr. Puño. Sé lo que hago.

En el momento que el Beso de Mamá se posó en la frente del Crecido, una miríada de sentimientos cálidos y tiernos envolvió el cuerpo del malogrado niño. Lo que nunca había tenido oportunidad de sentir cuando nació, lo recibía con creces.
Amor, protección, ternura, cariño, delicadeza. Todo eso fue borrando poco a poco dolores, pesares, tristezas, rencores y odios del cuerpo y alma de Uñac-Huilli. Flotaba deleitado en el aire mientras el ítem renovador hacía su trabajo. Hasta que el efecto terminó y los pies del Crecido volvieron a tocar tierra.
Se hizo un espeso silencio mientras los adversarios se miraban fijamente.
-          ¿Vas a… pelear otra vez? – le preguntó por último Nico.
-          Fuiste vencido en pelea justa. Tienes que reconocer eso. – prosiguió Rachel.
-          …no debe ser picado.. – terminó Nica.
El silencio se volvió a apoderar de la sala. Sr. Puño estaba muy tenso, temiendo un traicionero contraataque. Pero todo lo que hizo Uñac-Huilli fue bajar la mirada y, ante el asombro de todos, sonreír tiernamente.



-          No. Esto que me regalaste hizo mucho más que restablecerme. Me hizo conocer lo que ustedes han disfrutado. Mi odio y rabia se ha terminado. – Mientras hablaba, su cuerpo empezó a difuminarse en miles de chispitas de colores que se elevaban al cielo. – Mi espíritu se encuentra en paz. Les agradezco por eso. Y perdóname – añadió mirando a Sr. Puño – por tanto mal cometido. Voy a desaparecer de esta linda tierra, y los que eran mis esclavos, serán libres de nuevo.
Una columna de luz se fue tragando lentamente a Uñac-Huilli, mientras su cuerpo se terminaba de convertir en miles de lucecitas, que fueron ascendiendo y borraron el gran nubarrón que cubría todo el castillo. Un sol cálido y reconfortante iluminó toda la sala, al tiempo que se oía las últimas palabras del que anteriormente asolara este lugar:
-          ADIÓS…

Las sonrisas se fueron dibujando en carita de cada niño. Puño, aún debilitado pero exultando felicidad acarició sus cabecitas jubiloso.
-          Mis niños. Mis pequeños elegidos. Mis príncipes. Lo habéis conseguido. Habéis vencido al Crecido, a Uñac-Huilli. Esta tierra ha sido liberada gracias a vuestros esfuerzos. Personalmente nunca tendré suficiente para agradeceros.
Los pequeños riendo de alegría y júbilo, corrieron a abrazar a su mentor y amigo. Por fin su aventura había terminado. Al mismo tiempo vieron que los tres Malcriados, cuyos cuerpos petrificados yacían en diversos lados de la sala, recuperaban el hálito de vida y se miraron sorprendidos, como saliendo de una larguísima pesadilla.

-          ¿Sr. Puño? ¿En verdad han derrotado a Uñac-Huilli? – preguntó Eclair.
-          ¡Guau! ¡Son mucho  má fuetes que nochotos! – coreó excitada Pavlova.
-          Ustedes… lograron lo que ninguno de nosotros pudo. ¡Son geniales! – acotó con una enorme sonrisa Windbeutel. Puño se precipitó a abrazarlos y a pedir su perdón, por haberlos abandonado aquella vez.
Los antiguos héroes perdonaron de buena gana a Puño, pues estuvieron conscientes que nada pudo hacerse en ese tiempo. Además, carecían de las virtudes del Niño. Posteriormente, Pavlova sacó de entre su vestido un Beso de Mamá, que lo entregó presurosa a Rachel. Esta, con las fuerzas restauradas, curó a todos incluyendo a Puño. Y todos montados sea en Sleípnir o en Silpho, volaron hacia Parque Berrinche. Ahí los esperaban gozosos Igg-Drasil, acompañado de su nuevo pupilo Juglar (quien esta vez había aprendido a mantener la boca cerrada), los gemelos Tremor y Sismo y un enjuto B. Hemont, quien en castigo por su malos modales, estaba sirviendo como mayordomo.

Fue una semana de festejo incesante, disfrutando como los niños que eran.
Hasta que llegó el momento del último adiós.


-          Mis pequeños, gracias a los poderes combinados de mi mecenas y míos, podremos devolveros a vuestro hogar, al momento exacto de vuestra partida.
Aunque Nico y Rachel estaban deseosos por volver y habían devuelto sus respectivas armas, no sin una cariñosa despedida, no encontraban a Nica por ningún lado. Finalmente la encontraron, llorando compungida frente a Tritoch. El lazo entre ellos era sumamente fuerte. Pero el lobo le hizo entender que sin importar la distancia, siempre estarían juntos. Como prueba de ello, Tritoch le entregó un colmillo convertido en sortija. Nico conservaría los visores y Rachel un prendedor de pelo con el rostro de Moogle.

Fue así que tras derramar lágrimas al despedirse, los tres niños fueron envueltos en un halo luminoso. Al abrir los ojos de nuevo, se encontraban frente a la cisterna, cuya tapa se cerró silenciosamente. Hicieron entre los tres un gran esfuerzo por abrirla pero bajo ella sólo hallaron agua. Comprendieron entonces que su aventura había concluido y que llegaron tal como habían partido. Poderes, armas, vestimentas, todo quedó allá.

Menos los recuerdos.

Rachel se despidió de sus primos y volvió con su mamá a su casa. Su papá ya las estaba esperando y la recibió con un enorme beso y un abrazo.

Nico y Nica, luego de bañarse y colocarse su pijama, comieron su merienda con inusitada avidez. Nico ya había advertido a su hermana de hablar como antes para que sus papás no sospechen nada, lo que ella cumplió a cabalidad.

Los tres niños, cada uno en su camita, se entregaron a un profundo y reparador sueño.

Porque mañana será otro día para aprender. Para jugar. Para reírse. Para llorar un poco.

PARA VIVIR.


Y fue así que mis tres niños elegidos finalizaron sus aventuras. Toda esta gran odisea ha sido debidamente registrada en este libro. El cúmulo de aventuras, alegrías, penas, dolores y victorias será recordado y formará parte de las canciones y las historias para el porvenir. Yo seguiré velando continuamente por el bienestar de esta hermosa tierra.
FANTAXION.
Edward Maximilian Puño. 

Cuna de Tinieblas.

ATENCION:
Esta es la continuación del cuento que vengo haciendo con mis sobrinos de protagonistas, pero con un importante salto en la trama desde el último capítulo "En busca de un nuevo trono". Toda discontinuidad en la trama será resuelta cuando escriba y publique tres o cuatro capítulos más. Pero por lo menos pude sacar ya una conclusión. Así que espero la disfruten.


Los tres niños fueron tragados por la esencia sombría de Pavlova, Éclair y Windbeutel, los Malcriados derrotados. Tres esferas negras como la noche, donde serían atormentados una y otra vez por sus miedos, por sus pesares y sus tristezas.
El peor de los castigos creado por Uñac-Huilli, el Crecido. La cuna de tinieblas.
Nico abrió los ojos terminando de blandir a Ultibat, cuando había visto esa enorme manta negra irse sobre él. Dio un traspié por el golpe tan fuerte que no alcanzó ningún blanco. Se encontraba solo, en un salón gigantesco de forma circular y en cuyos extremos estaban nueve portones equidistantes. Todo era de un deprimente color gris. Piso, paredes, incluso las puertas de madera, pintada del mismo color. Monocromía en todo. El niño miró de un lado a otro, sin hallar más que gris en cualquier dirección.

- ¡Nicaaaa! ¡Racheeeel! – gritó con toda la fuerza que pudo. No hubo respuesta. Se aproximó corriendo a la puerta que tenía más cerca. Se abrió con un rechinido y mostró una escalera con una luz más arriba. Nico la subió y fue a dar en un salón con exactamente la misma configuración. Todo gris. Todo monócromo. Y ni rastro de su hermana o de su prima. – Tienen que estar en algún lado. ¡Voy a encontrarlas!
Así que esta vez el pequeño fue abriendo uno por uno los portones y descubriendo que las escaleras subían o bajaban, pero siempre mostrando la luz al final. La preocupación empezó a carcomer su espíritu, mientras aleatoriamente escogía una escalera. Pero el resultado siempre era el mismo. El gran salón circular, las nueve puertas, unas con escaleras que subían, otras que bajaban. Nico apretó los dientes y siguió avanzando en busca de las niñas.


Rachel se encontraba en una planicie vasta, formada por grandes baldosas rojas y rectangulares que se extendían hasta casi donde llegaba su mirada, pero más allá no se vislumbraba mayor cosa. Miró hacia arriba y un cielo negro, brumoso y perturbador llenó sus ojos. Estaba muy cercana a un pilar rectangular y del mismo color de las baldosas. Al tocarlo lo notó gélido y hasta repulsivo.
- ¿Dónde estarán Nico y Nica? – se preguntó aferrando con fuerza a su peluche. La soledad la molestaba y se sentía cansada luego de la batalla con el Malcriado que fue su adversario, Windbeutel.

Emprendió una búsqueda de sus primos por esa planicie roja, pero por más que forzaba la vista no distinguió a nadie. Así que se aproximó hasta el borde por si acaso hubiera un camino aún sin notar y que lo llevara con los otros niños. Tras caminar un rató llegó al borde. Lo que vio la hizo palidecer del terror.

Terminando la última baldosa no había más que aire. Una caída inconmensurable. La altura a la que estuvo en la prueba en Parque Berrinche parecía un saltito desde la cama, comparado con esto. Muy abajo, había un mar oscuro y brumoso, pero que serpenteaban relámpagos que ocasionalmente ascendían como manos engarfiadas queriendo aferrar algo. A los oídos de la niña llegaron silbidos y aullidos como si ese océano estuviera vivo. Con las rodillas temblando como gelatina Rachel retrocedió unos pasos cuando un súbito temblor la hizo perder pie. Cayó sentada sobre la penúltima fila de baldosas, y súbitamente la última se iluminó, se desprendió y cayó al mar silbante. La aterrorizada niña no esperó a ver que las baldosas llegasen al final. Chillando de miedo, se precipitó al helado pilar, mientras se producía otra caída de los pedazos de suelo hacia el abismo.


Nica volteaba su cabecita confundida, sin saber por cuál callejón tomar. Estaba en el centro justo de una encrucijada de cinco túneles metálicos, que la continuidad cada tres metros se interrumpía con una cinta luminosa que proveía luz al túnel. Todos los callejones eran tan largos que era imposible ver un final, encima que parecían torcerse y curvarse a lo lejos. Buscó de un lado a otro a su hermano y a su prima, pero sólo vio luz artificial y brillos metálicos en cada túnel.
- ¡NICOOOO, RACHEEEEL!! ¿¡DONE ETÁAAANN!!? – llamó lo más alto que pudo. Ecos decrecientes fueron las únicas respuestas. – Voy a tené que bucalos, poque no quero etar solita. – Tomó a Trivarita en sus manos y escogió un túnel al azar.

Nica caminaba sin llegar al final de su túnel, cuando unas risas huecas la paralizaron. Muchos metros más adelante, las luces se empezaron a apagar, y desde la oscuridad no sólo surgieron esas risas cavernosas sino una miríada de pupilas rojizas y brillantes. Pero era esa espesa y horrible oscuridad la que inspiró más miedo en la pequeña. Para defenderse invocó al lobo negro Tritoch, el cual se colocó frente a la niña para protegerla. El lobo soltó un gruñido de advertencia mientras las brumas avanzaban más y más conforme cada luz se iba apagando. Nica no lo pensó dos veces y ordenó atacar a Tritoch con fuego. El animal soltó un chorro abrasador que impactó sobre la masa negra y la hizo arder. Pero la sonrisa de victoria se congeló en el rostro de la niña cuando las llamas fueron tragadas por las brumas. Otra luz se fue apagando con lo que la oscuridad avanzó un poco más. Retrocedió corriendo unos pasos y probó otro ataque. Un montón de carámbanos fueron a dar contra la masa, que se congeló y quedó quieta. Sin embargo, ni tiempo le dio a Nica de suspirar de alivio cuando lo congelado se fragmentó y fue tragado por la niebla llena de pupilas rojas. Con un nuevo retroceso, Nica intentó su último ataque: el rayo. Del hocico abierto del lobo salieron varios relámpagos que asimismo, luego de un rato de estar paralizado por la electricidad, poca mella hizo en la masa, que inclusive empezó a avanzar más y más deprisa. Con el corazón en la boca, Nica regresó a Tritoch mientras volvía al punto de partida. Era posible que algún otro túnel le permitiera encontrar a su hermano y su prima. Y sobre todo, evitar esa espantosa oscuridad llena de ojos rojizos y de risas huecas que aún resonaba en su cabeza.


El agotamiento y la desesperación hicieron presa en Nico. Había perdido la noción del tiempo y del espacio entre subir, bajar, correr, bajar, bajar, subir, subir, subir, bajar… para encontrar siempre la misma escena. Ese salón gris que se tragaba todo sonido. Un silencio tan absoluto que podría volver loco a cualquiera. Hambre. Cansancio. Frío. Sed. El cuerpo del niño fue aguijoneado repetidas veces por esas necesidades, pero lo que pesaba más, lo que lo frenaba a seguir buscando y lo hundía en la desesperanza era la soledad.

Nadie quien lo ayude.
Nadie quien lo oiga.
Nadie quien lo socorra.
Nadie quien lo cobije.

Con un alarido de rabia, el niño sujetó a Ultibat y surgió su ataque más poderoso: Kaiserpuño. Se lanzó a la pared más cercana y con todas sus fuerzas estrelló un puñetazo para desintegrar la pared. Para su sorpresa, la pared sólo se estiró un poco y rechazando el golpe, volvió a su forma original luego de ondear un rato. Así que Nico volvió a redoblar sus batazos, a ciegas, sin importar dónde cayeran los nudillos. Lo único que quería era que esa maldita pared se rompiera y pudiera finalmente escapar. Ya no pensaba en su hermana, ni en su prima, menos en Sr. Puño. A pesar de los tremores, las ondas cortantes y el mismo poderoso impacto de Kaiserpuño, ninguna pared ni siquiera se agrietaba. Sólo se estiraba, regresaba y ondeaba un rato. Llegó el momento en que las fuerzas se agotaron por completo y sólo pudo lanzar el bat a la pared. Al caer al piso, Kaiserpuño se volatilizó. Nico se aproximó lentamente a la pared y empezó a golpearla. Ni sacudirla pudo. Se recostó agotado contra la pared y se sentó lentamente. Por sus mejillas empezaron a caer lágrimas a montones. Lo que Éclair no había conseguido, esta prisión infinita lo logró a la perfección. Nunca antes el pequeño se había sentido tan desvalido, tan inútil, tan abandonado.

- ¡¡DÉJENME SALIR DE AQUÍIIII!! ¡¡NO QUIERO ESTAR SOLOOOOO!!
Ni un eco para contestarle.

Ya nada le importaba. Golpeó repetidas veces el piso mientras sollozos salían de su pecho apresuradamente. El dolor de sus manitos le decía que todo esto era real, no era ninguna pesadilla. Solo. Completamente solo…


Nica había corrido la misma suerte en cuatro de los callejones. Tras recorrerlo por largo rato, siempre surgía esa horrible niebla oscura, a la par que las cintas luminosas una a una se iban apagando. Esa masa negra, repleta de ojos rojizos y de risas graves y huecas. Todo ataque, sea de Tritoch, o de los otros espíritus elementales que se le ocurrió invocar, era completamente tragado y absorbido. Cuando ya sólo quedaba un último túnel, se dio cuenta que ese espanto amorfo había llegado a las entradas de los otros y empezaba a llenar el pabellón central. Ya con los otros lugares obliterados, del centro de esa niebla emergió un ojo mucho más grande y de vista tan penetrante que la niña sintió helarse la sangre en sus venas.

- ¡IIIIIHHHHH!!! ¡¡LÁGATE, VETE AQUÍ!! – chilló histérica la chiquita. Lo que más la aterrorizaba era la oscuridad. A veces, en su casa, su hermano la molestaba apagándole la luz del cuarto haciéndola llorar. Y también recordaba cuando recibió alguna amenaza cuando se portaba mal. Que si venía el señor feo, si venía el cuco o el fantasma debajo de la cama… Pues ahora todo eso estaba materializado. E iba tras ella. Invencible, imparable. Ni siquiera el poderoso Tritoch era capaz de detener a la oscuridad.
Sólo tenía una dirección para escapar. En el último túnel.

En su loca y precipitada carrera, ni cuenta se dio Nica que Trivarita cayó de su mano. Cada vez que veía atrás el ojote seguía avanzando y avanzando, lento pero implacable. Hasta su sombrero puntudo se desprendió mientras corría, pero nada de eso le interesaba a la pequeña. Sólo quería escapar, huir y no ver más esa cosa negra con un ojo rojo y grandote, que disminuía su distancia entre ambos conforme se iban apagando las luces del túnel. Un golpe violento en su frente la detuvo. Ya con lágrimas en sus ojos vio que el camino estaba cerrado. Una pared de metal. Y las risas, las oía acercarse más y más, mientras a lo lejos, las luces se iban apagando una a una.

Nica no pudo más. El dolor del golpe, el miedo que sentía y la desesperación la hicieron caer en un agudo llanto. Golpeaba febrilmente la pared buscando una apertura o algo por donde pudiera colarse y escapar. No quería estar en lo oscuro. No quería que las luces se apagaran. Y la oscuridad del gran ojo finalmente estuvo frente a frente. La niñita soltó un grito de horror sin cesar de llorar, acurrucándose en el piso, mientras las últimas luces se empezaron a atenuar…


Rachel temblaba, no sólo por el intenso viento y la gelidez del pilar en donde se apoyaba, que si bien parecía sólido y estable no tenía un solo lugar del cual asirse o trepar. Su principal razón de temblar era ese abismo que crecía por momentos, sin darle un lugar a refugio, donde regularmente una columna de baldosas granate iban cayendo a ese mar embravecido, tormentoso y que silbaba como un monstruo gigantesco. Ya su mirada podía ver claramente el vacío que lentamente avanzaba hacia ella. Ni Byakko, ni Ursus, ni Sleipnir, y ni siquiera Princesa Aegis podían hacer algo para ayudar. Había probado con Aigis disparar flechas albas una y otra vez hacia el mar pero éstas simplemente se hundían en el agua. Un leve destello se lograba ver como último resquicio de las saetas disparadas, pero nada más. El viento no se apaciguaba, ni los pedazos de piso dejaban de caer. Por último y ya presa de la desesperación, apuntó todos los ataques posibles al gran pilar para ver si así lograba dominar las caídas o procurarse un sitio para refugiarse. Zarpazos, alaridos, coces y torbellinos, y las saetas luminosas. Ningún ataque logró siquiera mellar la superficie del pilar. Habiendo utilizado toda su fuerza y voluntad en Moggle, su forma más fuerte, Princesa Aegis, se iluminó y encogió hasta quedar como el exánime peluche original. Al caer otra fila de baldosas, y estar a algunos metros de la inexorable caída, Rachel entró en histeria. Agarró su peluche y lo golpeó enloquecidamente contra el pilar. Y ante ese último fracaso lanzó el juguete y lo pateó. Moggle rodó un trecho y una ráfaga de viento más fuerte que las anteriores lo hizo volar hasta el borde del abismo.

- ¡NO MOGGLE! ¡NO TE CAIGAS, POR FAVOR, PERDÓNAME POR PATEARTE!
Hizo la niña su mejor esfuerzo por acercarse a recuperar su arma y ya estaba casi por agarrarlo, avanzando pasito a pasito, cuando la fila donde estaba apoyado se iluminó y cayó al vacío.

Sin arma, sin sus primos, sin sr. Puño. Sólo el viento que la helaba, ese piso que colapsaba a cada rato y ese pilar frío que parecía burlarse de ella. Y ese mar silbante que buscaba tragársela, y que posiblemente terminaría realizándolo. Rachel fue retrocediendo lentamente hasta el pilar y empezó a llorar de frío, miedo y desesperación. No podía ni quería pensar en una solución.
- ¡¡AUXILIOOOOOO!! ¡¡SÁLVENMEEEEEE!!!
Sus sollozos se hicieron más violentos al ver que sólo tres filas de baldosas la separaban de una caída hacia ese mar agitado. Caería al fondo, se ahogaría de seguro…



Nico había vuelto a andar sin rumbo fijo. Hasta que cayó agotado al suelo, llorando amargamente. Ultibat yacía en algún lado, en alguna sala cuyo camino de regreso ya fue olvidado. La idea de darse finalmente por vencido le andaba a cada rato. Quería dormir, para luego despertarse en su camita, comer un rico desayuno y que este infierno fuera sólo un mal sueño.

- Estoy solo… no tengo a nadie que me ayude…
- ¿Por qué dices eso, pequeño Nico? ¿En verdad crees que estás solo?
La suave y cálida voz contestó esa última interrogante. Nico se puso en pie de un salto, olvidando su cansancio.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estás?
- No estás solo, pequeño. Nunca lo has estado. A veces es fácil pensar que uno está abandonado pero siempre se tiene a alguien…
Una chispa salió de uno de los bolsillos del pantalón de Nico y empezó a brillar con más y más fuerza. Surgió entonces la figura de Pureza, la Virtud del Niño que tenía custodio. La luz cálida cubrió por completo al niño mientras disipaba todos sus malestares. Luego se dirigió a la mano de Nico, mientras las palabras resonaban directo en su mente.

- Recuerda a esas personas que siempre han estado contigo. Desde el momento que naciste. Todos los que te han apoyado, querido y protegido. ¿Cómo puedes decir que estás solo?
Entonces Nico comenzó a visualizar a las personas que más quería. Todos, comenzando desde su revoltosa e inquieta hermanita, todos fueron pasando como imágenes y haciendo que una sonrisa más y más ancha se dibuje en el rostro del niño.

- Es verdad…¡no estoy solo! ¡Siempre estará alguien cerca de mí!
- Ahora que lo sabes, sal de esta prisión. Tú puedes.
- ¡Eso ya lo intenté y no se puede! Las paredes hacen rebotar todos mis golpes! Además… perdí a Ultibat…
- Si ves que a golpes no puedes hacerlo, entonces, ¿cómo crees que puedas conseguirlo?
Un diminuto recuerdo en la mente del niño cobró fuerza. Recordaba a su papá que cuando no lograba meter un clavo en la pared porque era demasiado dura… usaba… usaba… Los ojos del niño refulgieron a la vez que un tintineo sonó a su lado. Maravillado, se dio cuenta que era Ultibat!

- Ha llegado el momento que recibas mi poder, pequeño Nico. Combíname con tu espada y observa el verdadero ímpetu de tu Kaiserpuño.
Así el niño tomó el bat y con la otra mano juntó la brillante gema en la cúspide de su arma. Todo Ultibat refulgió llenando de luz la sombría sala. Aun con sus guantes de Genji, notaba un brío nunca visto antes en su arma. Se colocó sus visores y exhibió a Kaiserpuño. Este lucía más grande y si el anterior parecía de piedra, el nuevo era de cristal refulgente. Y eso no era todo.
- ¡Prepárate para perforar esta sala gris de una vez por todas, mi niño! ¡VUELA Y LIBÉRATE!!
El puño de cristal empezó a girar más y más fuerte, hasta que se formó un torbellino alrededor del niño. Este dio un salto y voló por los aires como un cohete. Fue hasta la elevada cúspide de la sala, girando en el último instante y quedado por unos instantes acuclillado cabeza abajo en el techo. Vio el amplio piso, las puertas y toda la monocromía gris. Pero esta vez decidido a sólo una cosa. Destruirlo por completo. Y no podía pensar en fallar o que la pared era más fuerte. Lo hará sí o sí!
Tomó impulso con sus piernas y junto al torbellino se lanzó contra el piso. En un parpadeo recorrió el espacio entre base y techo y esta vez la piedra gris estalló con un fulgurante estrépito.


Aunque la cortina de lágrimas que brotaba de los ojos de Nica ponía su visión borrosa, el ojo gigantesco no dejaba de figurar. Las risas se habían vuelto carcajadas y una penumbra estaba sustituyendo la anterior brillante luz. La masa de oscuridad estaba por tragarse a Nica. De pronto, algo brotó de la masa oscura y empezó a saltar hacia ella. Su sombrero de punta. Saltó hasta ponerse a los pies de ella. Al alzar el sombrero saltó una lucecita que destelló y a la par que fue tranquilizando a la niña, la masa oscura detuvo su avance y el gran ojo se entrecerró.
- ¿Por qué estás llorando, mi linda? – habló la chispa danzante a la niña quien se secó los ojos y respondió.
- Poque esa cosa fea me da medo, y me quere tragá.
- ¿Y qué es lo que más te da miedo de esa cosa fea?
- Ese ojo… ese ojote dojo, y tambén, tambén… lo ocuro, todo eso ocuro… me quere comé. Me da medo.
- ¿Tienes miedo de la oscuridad, mi pequeña? – susurró la chispa. La niña asintió sin vacilar. – Sientes miedo ante algo que si crees que te hará mal, te hará mal. – Ante estas palabras, la niña quedó pensativa y miró esta vez a la oscuridad. Por primera vez el ojo tembló inseguro. – Tienes miedo y éste te controla por completo. ¿Oscuridad? ¿No tienes a algo parecido dentro de ti misma? – El rostro de la niña se iluminó.
- Y lo más importante: PUEDES CONTROLARLO…
- Titoch… pero ya no puedo sacalo, pedí a mi tivadita…
- ¿Estás segura? Revisa bien tu sombrero.

Nica tomó de nuevo su sombrero y lo sacudió un poco. Ante su alegría y asombro, cayó de él su Trivarita. La niña lo tomó emocionada y lo abrazó. La chispa creció, aumentó su luz y se transformó en Alegría, la Virtud que le habían dado a cuidar.
- Así como tus espíritus comenzaron en forma inmadura, igual Tritoch, el lobo negro, aún no ha mostrado toda su fuerza. Depende tanto de ti como de mi mostrar toda la capacidad de esta feroz bestia. ¡Efectúa el ritual!
- ¡Muy ben! ¡Ahora vas a vé, masa fea!
Mientras la oscuridad seguía temblando paralizada, Nica comenzó su danza. Igual que lo había aprendido en esa lejana cueva, fue repitiendo los mismos pasos, mientras en tres puntos específicos invocaba con correcta dicción a Salamandra, luego a Undyne y finalmente a Silpho. Llegó finalmente el momento clímax. Moviendo rítmicamente a Trivarita, fue reabsorbiendo el poder elemental de cada uno de los espíritus, con lo que el báculo se volvió rojo, luego azul y luego amarillo brillante, para terminar los tres colores mezclándose en el mismo lugar. Con un veloz pase, Nica golpeó el suelo con su varita y surgió un enorme pentagrama luminoso.

- ¡AHORA! ¡COMBÍNAME CON TRIVARITA!
De forma instintiva, la niña tomó a Alegría en su mano y la dirigió al mismo lugar donde puso su arma. De esta manera, surgió un cuadrado luminoso que transformó el pentagrama en un eneagrama que empezó a soltar miríadas de chispas multicolores, rojas, azules y doradas. Nica, con Trivarita firme entre sus manos dijo la palabra final.
- ¡¡TRITOCH!!
Lo que empezó ahora a salir del eneagrama, primero fue una enorme cabeza de lobo, de ojos como brasas ardientes, pero Nica ahora se percató que el resto del cuerpo no sólo era mucho más grande, sino que ahora en vez de ser un cuadrúpedo, era bípedo, como un enorme y poderoso licántropo. Era la forma final de Tritoch, y tal su tamaño, que la chiquita estaba cómodamente sentada en uno de sus hombros. Profundamente emocionada, estampó un beso en la mejilla del lobo. Este la depositó con delicadeza en el suelo, y dirigiéndose hacia la masa de un ojo, le soltó un brutal rugido, que achicó aún más el ojo.

Una duda asaltó a la niña, al recordar que había probado los tres ataques elementales contra la masa negra, pero ninguno funcionó. Entonces volvió a escuchar la voz de la gema, ya incrustada en el centro de su Trivarita:
- Fracasó el fuego, fracasó el hielo y fracasó el rayo. ¿Y si intentas lo que antes hicimos? – con esto surgió una gran sonrisa en el rostro de la pequeña. Tanto el lobo como ella se miraron y asintieron, unidos ya en pensamiento.
Firmemente apoyado sobre sus patas traseras, Tritoch crispó sus garras. De la izquierda surgió una llama incandescente que ardió hasta cubrir todo el antebrazo. De la derecha el aire empezó a congelarse al punto que una neblina gélida se desprendía de toda la zarpa. Y del pecho brotaron filamentos luminosos que erizaron su pelaje y el pecho de la bestia refulgió. La bestia inhaló profundamente, al tiempo que Nica apuntaba a Trivarita hacia la masa, cuyo ojo volvió a abrirse pero mostrando un terror que lo desorbitó por completo. Unas palabras se formaron en la mente de la ñiña, que era el nombre del arcano de los tres elementos. Gritó con todo su corazón:
- ¡¡¡TIPLE EJECUCHÓOOOONNN!!!
Del hocico completamente abierto del lobo emergió una trenza formada por fuego, hielo y rayos fulgurantes, y fue tan potente el disparo que no sólo se consumió el ojo y la masa oscura, sino que también las paredes se desintegraron.


Los chillidos de terror de Rachel casi podían callar a los silbidos del feroz mar, que allá abajo, la esperaba. Ya sólo quedaba una columna de baldosas granate, y era cuestión de tiempo antes que ella cayera. Vértigo y náuseas la atormentaban junto al pánico de estar en esa situación. Ya no sabía qué hacer, no sabía dónde ni a quién acudir.
Su caída al vacío y luego a ese mar embravecido y salvaje sólo era cuestión de tiempo.
Inesperadamente, un halo prendió el cabello de Rachel, giró en el aire un poco y se puso frente a los ojos de la niña. El asombro sustituyó un poco al miedo.
- ¿Quién eres tú? – preguntó, un poco ronca luego de desgañitarse gritando de miedo.
- ¿Me has tenido bajo tu custodia y no te imaginas quién soy? Soy Inocencia, la Virtud del Niño que aceptaste cuidar.
- ¿Y por qué saliste recién? ¿Por qué dejaste que sufra tanto? – replicó ella un poco molesta.
- Nosotras no somos activadas sino hasta cuando nuestro custodio ha perdido los deseos de seguir adelante y se ha dejado vencer por el miedo, como tú. Mírate, eres la más inteligente de los tres y aquí estás, llorando sin parar. – Aunque las palabras de la gema enfurecieron un poco a Rachel, la luz que despedía también la liberó de su estado de terror e histeria.
- ¿Entonces qué quieres que haga? No hay salida, no hay dónde refugiarme y dentro de poco voy a caer.
- Las cosas no se terminan hasta que se terminan. No ves salida donde estás, pero hay una salida mucho más obvia, frente a ti.
- ¿Sal…saltar? ¡NO! ¡No quiero hacerlo! ¡Voy a caer al mar y me va a tragar, igual que hizo con mi peluche Moogle! – respondió entre asustada y molesta la niña.
- Concentras tus ideas y tus pensamientos donde no es. Interpreta lo que te digo y de seguro hallarás la salida. – Dicho esto Inocencia guardó silencio.

Rachel aunque mucho más serena y calma, no podía dejar de ver ese horrendo abismo que terminaba en el océano oscuro y relampagueante. Pese a todo, intentó meditar sobre esas palabras. Centrar los pensamientos en un lugar equivocado… La salida obvia… ¡Lo único que se le venía a la cabeza era espantoso sólo de imaginarlo! Pero tras ver a su alrededor reconoció que no tenía otra opción. Primero debía sobreponerse a ese miedo que paralizaba todo su cuerpo.
- Ya tengo la respuesta, y sé lo que debo hacer. ¿Pero y si falla?
- Ya te dije mi princesa. Centra tus pensamientos equivocadamente y fallarás.
Rachel volteó a ver al elevado pilar que era el único sustento que había tenido en toda esta pesadilla. Dio un paso hacia atrás y luego otro. Al notar el borde en sus pies un escalofrío la volvió a sacudir, pero con determinación logró controlarse.
- Sólo hay una forma de vencer esto. Y es… así.

Rachel dio un salto hacia atrás y comenzó a caer.
Se extrañó de no sentir más miedo, incluso se sentía serena y tranquila, mientras caía de espaldas al océano. Lo primero que pensó es que la altura era mucho más de lo que había supuesto, pues sentía el aire silbando en su espalda. Sus ojos estaban cerrados, cuando notó un brillo intenso y cálido por entre sus párpados. Inocencia flotaba sobre ella.
- Lo has logrado, has vencido a tu miedo. Bien por ti, mi linda.
- ¿… y ahora qué? No tengo a Moogle…
- ¿Estás segura?
Al voltear un poco la cabeza, la niña notó algo blanco cayendo junto a ella. ¡Era Moogle! Ya sin importar el hecho de estar en caída libre, lo abrazó con fuerza.
- Ahora mi niña, piensa en una solución. Usa lo que tengas a mano y piensa en una solución.
- …recuerdo que cuando me iba al parque tenía envidia de los pajaritos. Ellos nunca le tenían miedo a la altura. Siempre iban de un lado a otro, sin importar si bajo ellos había agua, tierra, piedra…
- ... en ese caso, ya habrás pensado en algo. Aférrame y soluciona este gran acertijo de una vez, por favor.

La niña, aferrando con un brazo a su peluche, tomó a Inocencia, la enemiga del miedo, en su otra mano. Era hora de hacer lo imposible posible. Lo que nadie había hecho, volverlo realidad. Juntó la gema de la virtud sobre el pecho de Moogle, cerró con fuerza los ojos y recitó con toda la convicción que era capaz:
- ¡¡QUIERO TENER ALAS!!
El juguete se volvió una esfera luminosa que creció y creció hasta envolver por completo a Rachel. La forma final de Moogle, Princesa Aegis, surgió nuevamente pero esta vez mucho más grande y ahora con una brillante armadura dorada en su pecho, sus antebrazos y un yelmo repleto de joyas protegía su cabeza y parte del rostro, y dos lustrosas esmeraldas cubrían los ojos de tan bella aparición. Aigis tomó a la niña entre sus cuatro brazos y de su espalda brotaron seis enormes y blancas alas. Bastó un solo aleteo para detener por completo la caída. Y con otro se elevó a una velocidad increíble no sólo por encima del mar sino por encima de la plataforma donde había estado Rachel atrapada. Finalmente, llegó hasta el renegrido cénit y lo atravesó en un estallido de luz cegador.


Uñac Huilli había dado tres pasos justos luego de voltearse y sentirse vencedor sobre los tres niños, cuando para su asombro oyó un bullir dentro de las Cunas de Tinieblas que nunca había oído antes. Volteó y para sorpresa tanto de él como de Puño vio las esferas negras hincharse mientras se iluminaban. Con un destello las tres burbujas estallaron y cada niño: Nico, Nica y Rachel salieron con las fuerzas completamente restablecidas, y lo que era peor, con la apariencia de ser mucho más poderosos que antes. Nico aferraba a Ultibat en cuya punta resplandecía Kaiserpuño. Nica estaba en el hombro izquierdo de Tritoch y Rachel estaba delante de una acorazada, alada y enorme Princesa Aegis, con su arco listo para atacar.
- ¡USTEDES!! ¿¡CÓMO PUDIERON ESCAPAR DE MI CUNA DE TINIEBLAS!? ¡NADIE HABÍA LOGRADO ESO ANTES!!
- ¡Porque hemos superado nuestros miedos! – respondió resuelta Rachel.
- ¡Y ya no te tenemo medo, ochocho! – dijo risueña Nica.
- Eso mismo Uñac Huilli. NOSOTROS TAMBIÉN HEMOS CRECIDO. – Dijo con un tremendo aplomo Nico.
- Mis queridos pequeños… habéis derrotado esta trampa maligna. ¡ES AHORA EL MOMENTO DE DERROTAR A SU CREADOR!! – Asintió intensamente Sr. Puño.

Era la hora de la batalla final.