Advertencia: Post de contenido muy violento. Puede herir suceptibilidades.
Cuatro manos, moviéndose sinuosamente por piel canela, sudorosa y temblorosa.
Recorren sinuosas, llenando huecos, tironeando suavemente pequeños vellos y pellizcando traviesamente algún tendón. Pero se aburren pronto.
Cada una saca a relucir una aguja gruesa que trazan una línea al azar mostrando dermis pálida y un rosario rojo.
Un gañido absorbido por cinta métrica que cubre la boca de nuestro amiguito, pugna por salir. Bien atado a un marco de cama, cada muñeca y tobillo. Y completamente desnudo.
Fue tan sencillo atraparte. Ella, sabiendo tu obsesión absoluta, se acercó a ti en tu trabajo. Una propuesta para tomarte un par de cervezas y lo que viniera luego. Claro que no se molestó en decir que tu cerveza estaba aderezada con algo de barbitúrico.
Y a lo que viniera luego. Aquí estás. Frente a nosotros, desnudo como el gusano que eres, nosotros correctamente vestidos.
Aferro tus pelos que aún sobreviven en tus enormes entradas frontales y me presento:
- Hola. Soy el nuevo amante de la que no dejabas vivir tranquila con tu continuo acoso. Y tengo unos regalitos para ti.
Simultáneo al tirón con el que devuelvo tu cabeza a su posición original, chorrea de tu boca una retahíla de insultos que caen sobre mí. Y sobre ella. Tal vez le afecte. Quizá le duela. Puede que la hiera. Pero esto, a ti, más.
Mi unión entre el pie con el tobillo aplasta tu arrugada bolsa escrotal contra el hueso púbico, cortanto de raíz todo insulto. Sé que lo que llena tu boca es un acceso de vómito por el sordo y pesado dolor que te ha de estar invadiendo todo el bajovientre.
- Mira este rostro bello. Mira estos ojos sesgados. Mira estos labios llenos y sensuales. Atractivos, ¿verdad? - Digo mientras sujeto delicadamente el rostro extasiado de la que te robó sueño y cordura. Lo hago girar hacia mí delicadamente y la beso, la beso asegurándome que la alimaña vea hasta mi lengua repasando sus encías. Las palabrotas no se hacen esperar. Se lo está gozando. Ella está gozando mis besos, sus insultos incesantes y el patético espectáculo que proporciona él. Tomo un par de pinzas de presión sin dejar de besarla y hago presa en sus tetillas. Es digno de oír el aumento de agudeza en su chillido.
- Supongo que habrás gozado a solas mil y un veces imaginando su silueta delicada - Mis manos resbalan por debajo de su blusa y su sostén al tiempo que mi lengua repasa cada contorno de su cuello. Sonrosado, tierno, sensible. Muuuy sensible. Los ojos del tipejo están por desorbitarse viendo mis manos subiendo la blusa por momentos, tapando y destapando los pezones, para luego restregarlos entre mis dedos. La respiración de ella cambia a jadeo. Se está calentando y mucho.
- ¿Gozabas bastante imaginándola? Goza ahora. La tienes como querías. Vamos, goza...
- ¡¡Hijo de puta!! Tienes la mente perturbada!! - escupe Don Guevas aterrado.
- ¿Mente perturbada? Soy una mente que perturba, más bien. Pero así, de tú a tú, no divierte a la larga. A ver querida... muéstrame lo que sientes hacia este gusarapo...
Ella, obediente, toma una cajita negra. Un fulminante eléctrico. Mientras repasa su mano libre por esos senos erguidos y nacarados (se me está parando viendole esos senos bailarines) va dando correntadas en el abdomen de nuestro fiambre. Una, dos, tres, cuatro. Se nota lo rígido de la pared producto de los calambres provocados por los voltios. Sólo ten cuidado de no aplicarla cerca al corazón, mi cielo. Provocarás un paro y acortará nuestra diversión.
Mientra ella saca chispas del que vivía para joderla y cagarle la vida, mi deseo no se controla y me adueño de la piel de su espalda, esa blanca llanura, esa curvada suavidad que limita con el borde de la falda. Le paso la punta de la lengua en movimientos serpenteantes dándome paradas obligadas en su cóxis, justo antes que empiece sus nalgas delicadas. Mezcla distorsionada de gemidos, risas y alaridos.
Mi turno.
Desenfundo dos armas. Un puñal bien afilado y mi hombría erecta. Cada una con un destino diferente. Ella desvía la atención de la res en faenamiento y se concentra en mi bocado.
- Observa - le comento a él - un artefacto hecho para dañar, puede también dar mucho placer.
El rostro de ella es tiernamente acariciado por la planicie de la hoja, otorgando frío a sus mejillas, mientras que su boca otorga calor y humedad a mi segunda arma. Doy una pausa para que la rítmica succión me llene de placer mientras el patán vuelve a apuntar a ella sus puta, maldita, traicionera, yo iba a darte todo lo que me pid...
Ah, cállate.
El puñal realiza el cometido para el que realmente fue creado y perfora bajo el esternón, rasgando hacia abajo hasta chocar contra el pubis, mucho más abajo. Afloran ductos retorcidos y movedizos, los intestinos, que dan un inusual decorado al bajovientre del miserable. Ella soltó la presa, desviada la atención nuevamente. Ya no dice él nada. Jadeos muy rápidos por el shock. Sangre goteante. Venosa, arterial, capilar, un solo batido rojo. Que mancha el piso y forma pequeños pozuelos.
- Mal chico. Me has cortado el placer. Ahora, ella te va a castigar. En pie, querida...
Ella obedece, y yo ocupo su posición. Veo piernas largas, lampiñas, interminables, rematadas allá arriba por un pequeño paño celeste. Aparto el género y la pulida superficie de la vulva me da la bienvenida. A mi boca más bien. Voy lamiendo goloso cada labio, cada pliegue, y ella me recompensa con gemidos, jadeos y mucho, mucho jugo dulce. Se me ocurre un experimento. Meto la mano en la bocaza abierta en la panza del cojudo y la extraigo carmesí. Unto ese color en la otra boquita, la rosada, la palpitante, la jugosa, y pruebo el sabor. Nada mal. En verdad. Nada mal.
Ella por su parte, con el poco control que queda tras haberlo mermado mi lengua latigueante por sus recovecos, ha dibujado montones de líneas por las extremidades, sajando tendones, piel, músculos y nervios. Afortunadamente ha seguido mis instrucciones y ha salvado los vasos. No quiero que muera desangrado. Quiero que lo haga de otra forma.
Si pusiera un tabique entre nosotros tres, serían dos espectáculos totalmente diferentes. Pero no. Es sólo uno. Un solo cuadro. Horripilante para el pudiente, asqueroso para el curuchupa, tostado para el mundano. Ella termina de liberar mi verga brillante aún por su saliva, da la vuelta y se acopla a mí sin dejar de mirar con lascivia al faenado. Este está llorando, mientras me ve armando una magnum 45 y cargándola. Una sola bala.
- ¿No estás gozando, viejo? ¡Vamos, quiero verte gozar! ¡Este es el espectáculo que buscabas! ¡Esta mujer desnuda, abierta de piernas para ti, su rostro estremecido de placer! ¡Goza, pana, GOZA! - Grito mientras penetro una y otra vez a mi dama, quien sólo atina a mantener su ritmo conmigo sin cesar de proferir gemidos continuos, y es cuando veo.
Veo la minúscula, miserable, pírrica picha del insectillo, levantarse. Pese a todo, su instinto ha prevalecido, y se ha erguido. Está gozando. Me está obedeciendo.
- ¿¿Te das cuenta, basura?? ¡¡Eres sólo un amasijo de instintos, deseos obsesos y falta de hombría!! ¡¡Sólo eres eso, gusano miserable!! ¡¡SÓLO ERES ESO!!
- ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!
Al unísono, en sincronía perfecta, dos alaridos, de mujer y de hombre, de sufrimiento supremo y de placer supremo, resuenan en mis oídos.
Nuestro orgasmo simultáneo perfora el corazón y rocía la pared de atrás de miles de gotas rojas.
En la calma tras el clímax, ella sonríe con una mezcla de alivio y malignidad única. Se ha vengado. Yo fui su instrumento. Me mira con ternura y me da un largo beso húmedo.
- No te vayas a enamorar de mí. Soy una bestia... - le murmuro al oído.
- Somos dos.
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4 years ago