A toda la gente que me lee, mis respetables lectores y mis adoradas lectoras, les expreso mi felicitación por Navidad y por el año nuevo. Voy a enviar dos postales navideñas, estilo Lucky. MERRY XMAS!! Bastante apropiado en esta época de apagones y demás...
...espero que no lo pasen tan patético como Kuroi-sensei...
En este árido desierto de acero y piedra, elevo mi voz para que puedas oírla, Al Este y al Oeste hago una seña. Al Norte y al Sur muestro un signo que proclama: ¡Muerte a los débiles, salud para los fuertes! Libro de Satán.
- Buenos días hermano, Dios le bendiga. Permítame hablarle de las buenas nuevas de Cristo y... Buenos días hermana, Dios le bendiga, deseo platicar con usted acerca del mensaje que tiene Cristo para nosotros y (.....) le esperamos mañana en el templo, que Dios le bendiga. ¡Buenas tardes, hermano mío...!
Magdalena pasaba su día repartiendo revistas de su congregación religiosa, sea ubicada en las esquinas programadas estratégicamente por su pastor y superior, sea viajando de norte a sur en los buses. Siempre vestida de acuerdo a las rígidas reglas de su religión, impuestas por su familia desde niña. Una larga falda que nunca suba de los tobillos, tamaña obscenidad sería, blusa a mangas largas y suéter para tapar los orígenes del pecado. Nada de maquillaje, el maquillaje lo usa la ramera de Babilonia y sus inquinas hijas para atraer a los demonios e incitar a orgías diabólicas. El rostro fresco y sonrosado, y una gran sonrisa que no le negaba a nadie. Algunas veces le sorprendía la falta de fe de muchas personas, personas que rechazaban su mensaje de forma cordial y educada, y otras cortante y grosera. Pero rechazaban el mensaje de Cristo. ¡Tiempos de Lucifer, señales del acabóse final!, gritaba el pastor cada domingo, día del Señor y de descanso obligatorio. Pero ella, soldado de la Iglesia, no iba a cejar en su empeño, en su deber enviado del Altísimo. Daría toda la fuerza y ganas que tenía para convertir a todas las almas posibles, para salvarlas del eterno lago de fuego y azufre, donde no sería más que el llanto y el crujir de dientes. Las llevaría al seno de nuestro Señor, para que por toda la eternidad disfrutasen del nuevo Edén prometido. Era su misión en vida.
- Querida Magdita - Le aconsejaba continuamente su pastor colocando ambas manos en sus hombros - Bajo tu persona Jesús está pescando nuevos peces, atrayendo nuevos corderos y a tranquilas aguas los llevará, a frescos pastos los llevará. Entiende que ésta es tu responsabilidad, hermana querida. Y que la pureza de tu corazón - añadía posando su mano santa sobre el generoso seno izquierdo de la joven - sea la salvación de tantos pecadores y paganos. Vé por ellos, querida de Cristo - la despedía, con una cariñosa palmada en el trasero. Magdalena, feliz de su tarea impuesta.
Así se hallaba recibiendo otra respuesta negativa cuando notó en su espalda una mirada. Volteó y divisó sentado en la parada de bus un hombre. Como de unos treinta y cinco, vestido con traje negro y camisa blanca. El rostro cuadrado, sin afeitar algunos días. Ningún peinado ordenaba esa mata de cabellos oscuros; y la boca semiabierta en una torva sonrisa. Y sus ojos. Ojos que no le parecieron humanos. Casi animalescos. Clavados en su persona. El pinchazo helado de su estómago no borró la sonrisa del rostro de ella.
- Parece que el pecado corre por su alma entera. Si lograse salvarlo... me ganaría el cielo. - Pensó para sí. Avanzó hacia el hombre que seguía sin desviar su mirada de Magdalena, y empezó su habitual letanía. Buenos días, hermano en Cristo, Dios le... - Tienes unas tetas para chuparlas todo el día, preciosa. Magdalena crispó su garganta, cortando de golpe su discurso. Nunca, en toda su vida, había recibido semejante respuesta, ni tan grosera. Con los ojos desorbitados y forzando su sonrisa al máximo, intentó continuar su introducción. Ejem, le decía, señor, que Cristo le ama y las nuevas buenas, digo, buenas nuevas para usted... - Y esas nalgas tuyas, desde que caí por aquí no he dejado de desear entrarles a mordidas. Estás más rica que el pan caliente, mi cielo. Sintiendo que toda la sangre de su cuerpo se arremolinaba en sus mejillas y el resto de piel de su cara, la chica apenas logró balbucear un Dios le bendiga y salir a un paso más que apretado, mientras lanzaba una última mirada al tipo, quien no dejaba de mirarla mientras se pasaba la lengua por los labios.
- Fue terrible, hermana Asunción, ¡terrible! Ese tipo me interrumpió dos veces sólo para insinuarme obscenidades... - sollozaba Magdalena abrazada con la hermana que supervisaba directamente el trabajo de la chica. La cuarentona señora, moviendo la cabeza de indignación replicó: - Fue un poseído del diablo, hermanita, sólo eso. Es una pobre alma gobernado por los poderes malignos y que los mismitos demonios hablaban por su boca. Tú, tan inocente y tierna, no pudiste más que aterrorizarte ante las diatribas de esta bestia... tranquila hermanita. Hablaré con el pastor para que te coloque en una zona diferente. Magdalena le agradeció, pero sin quedar totalmente convencida. Más tarde, visitó al pastor, quien con voz cariñosa le explicó: - Magdita querida, lo que has sufrido es un golpe duro, al enfrentar a ese ser salido de los infiernos. Pero aquí yo te digo hija mía... considera a ese tipo un desafío que Cristo te puso en el camino, un severo obstáculo a salvar para que tu fe se solidifique aún más, autentificando superiormente tu camino hacia la santidad- recitaba el pastor mientras abrazaba estrechamente a la emocionada joven, mientras una de sus manos reposaba blandamente en su trasero. - Entonces vé con Cristo que todo lo puede, hija. No sucumbas ante este ser digno de lástima, y así como nuestro salvador expulsó una legión de demonios del loco errante, así tu también podrás borrar al ente que habita el alma corrupta del que te molestó. Ve ahora! - Terminó dándole la familiar palmada en el trasero a la chica.
Todo rastro de miedo y asco había desaparecido en ella. La decisión renovada de hacer hasta lo imposible para salvar esa alma atormentada por el pecado y las fuerzas infernales, la llevaron a buscar febrilmente al susodicho. Probó varias veces a buscarlo en la parada de buses donde lo conoció pero nada. Finalmente, al empezar a caminar para buscar otra zona de pesquisa, oyó una voz familiar a sus espaldas. - No me dirás que me has estado buscando, preciosa... Volteó y lo reconoció. El mismo tipo mangajo de la otra vez. Vistiendo el mismo traje. Y la misma mirada repleta de morbo. Encomendándose, Magdalena encaró al hombre. - Dios lo bendiga - dijo, casi como un regaño. - Veo que usted es una persona totalmente repleta de pecado y que el diablo ha tomado posesión... - Primero que nada, preciosa, no me eches bendiciones como piedras. Me parecen insultantes, en verdad. - la volvió a interrumpir. Ella continuó. - Las bendiciones son bendiciones. Y nunca hacen daño. He venido a decirle que sus palabras no me han afectado en nada, pues Cristo me protege con su... - ¿Que no te he afectado en nada? ¡¡Ja, ja, ja,ja!! Si pude ver clarito cómo te ponías como un tomate cuando te solté esas dos frases, linda! ...y supongo que también te ha de haber afectado allá abajo también, ¿no? ¿Alguna vez alguien se te ha insinuado asi, linda? ¿Te ha hecho ver qué cuerpo espectacular tienes? ¿Ese pedazo de...? - ¡Le pido, en el nombre de Dios, que por favor modere su lengua, señor! - interrumpió ella ahora, muy irritada. - ¡He venido ante usted para mostrarle el camino de la vida eterna! ¡El camino por el cual su alma será salva! - ¿Un camino repleto de beatos, abstemios y asexuados? No gracias, linda, yo tengo mi propio camino. - volvió a reír el hombre, sin dejar de clavarle los ojos. La chica sentía inflar su indignación como nunca antes alguien le había provocado. Pero no iba a perder el control. Tenía una misión por delante. - El camino que ud. toma, es el ancho al infierno. Yo le ofrezco el estrecho al paraiso. - Replicó, muy segura de lo que decía. - Un camino creado para que los incautos entreguen todas sus posesiones terrenales al partorcito, verdad? Mira preciosa, necesitas enterarte de algunas cosas. - ¡Miente! Nuestra senda es para los puros de corazón y de alma, y tratamos que todos se unan a él! - chilló la chica con ira. - O sea que si yo soy puro de alma y corazón pero no estoy en SU senda, me iré directo al infierno? ¿Eso es lo que me quieres decir, preciosa? ¿Que ustedes, su secta, tienen banda ancha y conexión VIP al cielo? ¿Eres capaz de tragarte semejante mierda? - Dios es uno solo, pero hay muchos que sólo adoran imágenes falsas y por eso... - Preciosa, tu secta fue creada en Estados Unidos por un par de avivatos que sólo para obtener dinero a costa de los ingenuos como tú, crearon su propia versión de Dios y ahora tú sirves a estos financieros religiosos, chiquita. Pero en fin, dejémonos de charla tonta - El hombre se incorporó y tomó a la chica por la cintura, la cual quedó estupefacta, sólo interponiendo su biblia entre los dos pechos. - Desde que te vi por vez primera, te he deseado con ardor, preciosa. Me muero por hundir mis labios en tu cuello, en tus senos, juguetear con mi lengua en tu ombligo e ir bajando, bajando hasta cebarme por completo... Magdalena no le dejó terminar. Apartándose con un empujón, echó a correr, con el rostro repleto de lágrimas. Fracasó y miserablemente. El tipo o era hombre o demonio, pero nunca había encontrado semejante adversario. Con un no, gracias habría bastado, pero todas esas frases tan horribles, tan blasfemas. Fue directo a su cuarto y lloró largo rato.
Entre sus hipos de llanto, iba recordando con asco una a una las frases del tipo. Hasta que recordó las últimas que dijo. Te he deseado con ardor. Muero por hundir mis labios en tus senos, en tu ombligo e ir bajando. Las asoció luego con las frases primeras, al conocerlo. Todas ellas se fueron repitiendo una y otra vez. Su llanto había desparecido pero su respiración seguía siendo agitada, aunque ya no por el cansancio. Sintió nuevamente esa sensación de tener toda la sangre de su cuerpo en la piel de su rostro. Advirtió entonces que su mano estaba plantada en su pubis. Acariciándose. Saltó de la cama horrorizada. Mientras el agua fría caía por su cuerpo, la chica pidió perdón al cielo de rodillas por haber estado a punto de sucumbir ante las tentaciones de Satanás y la lujuria. En los días que siguieron, decidió darse unos días libres para poner su cabeza en orden. Mientras revisaba los libros teológicos de su padre, encontró un libro de demonología. En éste hablaba de los íncubos, trasgos sexuales masculinos, de Asmodeo, señor de la lujuria y de Cerunnos, amo de las brujas y de la sexualidad malsana. Ahora que tenía identificado al enemigo, volvió a decidir atacar al blasfemo. Mientras pensaba en su estrategia, se dirigió a un mirador. Mientras veía la ciudad a sus pies, juntó sus manos para empezar a rezar. Pero en el momento de hacerlo, sintió que otro par de manos separaban las suyas y la volteaban rápidamente. Era él, su objetivo y enemigo. Que la tenía estrechamente abrazada. - ¿Sabes qué, preciosa? La humanidad es como una enorme masa de agua, como un mar. Como un pantano. Enorme, movedizo, sucio, fastidioso. Pero es esa misma agua que forma las gotas de rocío en los pétalos de las flores, formando espectáculos grandiosos. Y tú eres una de esas gotas de rocío. Pura, hermosa, delicada, deseable... - ¡Quíteme las manos de encima o llamaré a la policía! - ¿Con qué teléfono, con qué bocina, con qué oración, ah? Estamos en un mirador muy apartado, y es muy difícil que te oigan por aquí, preciosa. - Susurró el hombre, con los ojos completamente fijos en ella, y a veces desviándose a detalles de su cuerpo. Magdalena, con la indeseable sensación del sonrojo, apartó la cara. - Usted... usted está poseído. El demonio tiene control total de sus actos. Pero aquí estoy yo para desaparecer a estos enviados del averno. - Desenfundó una cruz y la apuntó al rostro del hombre. Este desorbitó los ojos. Con voz grave y vibrante, ella lanzó una rápida letanía.
- ¡Atrás Cerunnos, atrás Asmodeo, atrás incubos! Vosotros que poseéis a este hombre, abandonad su cuerpo en el nombre de Dios Todopoderoso y su hijo Jesucristo! Vade retro, Satan! Yo te expulso de este hombre, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! Aleluyaa!! Sonrió victoriosa al ver al tipo cubrirse el rostro con las manos y chillar destempladamente. Lo logré, pensó alegremente mientras se aproximaba al tipo y... - ¡¡BUUUU!! - Gritó el hombre mientras se destapaba el rostro y se lanzaba casi a pegarse contra Magdalena. Esta soltó un alarido y cayó sobre la hierba. El tipo se reía a carcajadas. - ¿Crees que esa bobada podría ejercer algún efecto en mí, preciosa? ¿Cerunnos, Asmodeos, demonios ellos? Son dioses con los nombres arrancados por esta religión del camino derecho, convertidos en figuras de abominación para propia conveniencia de los cabecillas de los tragahostias. ¿Cómo puedes acaso exorcisarme de antiguas divinidades que sólo eran veneradas por actos tan naturales? ¿Tan estúpida te vuelve esta fe? - Decía sin dejar de reírse. Y sumido en sus carcajadas, no pudo esquivar la violenta bofetada que le lanzó Magdalena. Al regresar la mirada, vio su rostro bañado en lágrimas y transido de rabia. -¡¿Quién te ha dado el derecho a burlarte de mi fe?! ¡¿Por qué siempre pasas ofendiendo mis principios?! - rugía la muchacha entre sollozos - ¡¡Tü siempre pasas regodéandote en el pecado, y lo peor de todo, quieres incitar a personas a meterse en él, a personas temerosas de Dios como yo!!
- ¿Pecado? Es pecado acaso algo tan natural como el deseo sexual? Es pecado ansiar el alimento? Es pecado ansiar cosas materiales para vivir mejor? Santifica acaso el padecer necesidades o dolor físico, preciosa? - decía el hombre mientras se acercaba a la llorosa chica - ¿No te estás dando cuenta que el único pecado que estás cometiendo es esa maldita sensación de culpa cada vez que sientes esos deseos? ¿Sensación de culpa impuesta por estas mal llamadas autoridades religiosas? - Pero la biblia dice muy claro que los hombres deberán seguir las leyes divinas, puesto que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios...- susurraba temblorosa la chica, sin poder controlar su evidente sonrojo. - ¿Y no has leído acaso el Cantar de Cantares? "Mujer, en tus pechos mana leche y miel", "Entre mis piernas guardo mi tesoro, cual gacela salvaje, sólo para ti, mi amado". ¿No es eso un canto a la felicidad del goce sexual? Y lo que es más importante, el hombre no está hecho a imagen de Dios. ES EL PROPIO DIOS QUIEN ESTÁ HECHO A IMAGEN DEL HOMBRE. - Dijo ya susurrando a sólo milímetros de los temblorosos labios de Magdalena, quien sólo sentía torbellinos en su cabeza que mezclaban cánticos religiosos, prohibiciones y severas advertencias, con las contundentes y sensuales palabras emanadas por este hombre, este demonio, lo que sea, pero que estaba haciendo hervir su sangre y despojándola de miedos y prejuicios. Intentó débilmente su último contraataque.
- Eso.. que dices... es herejía... es.. blasfemia... - Blasfemia y de la imperdonable sería dejar pasar a alguien como tú - dijo quedamente el hombre al posar su boca sobre la de Magdalena. Ella sólo pudo respirar violentamente y crispar sus puños al notar la boca salvaje recorrer cada espacio de su boca mientras los brazos no dejaban de acariciarle la espalda. Ni siquera notó el vestido resbalando por su piel estremecida liberando sus senos, que fueron lamidos luego de ser su cuello completamente besado. Cualquier protesta o resistencia estaba cortada de cuajo por esas manos y esas fauces. Sus rodillas cedieron y se encontró desnuda sobre su vestido, sometida a las caricias y lamidas de su hombre blasfemo, quien sólo se detuvo en su faena para decirle: - Tal como supuse la vez pasada... tienes una tetas para chuparlas todo el día. Y eso que me falta de catar más abajo... Echó acción a las palabras, dando caza a la gacela salvaje, el tesoro guardado, y se cebó en ella. Lo hizo hasta que la joven lanzó un agudo gemido, señal que ya había logrado ingresar por un ratito en el paraíso.
Cuando la chica pudo ordenar sus pensamientos, se vio desnuda y ansiosa. Jadeando le preguntó porqué no terminaba ya lo que tenía que hacer. - Esto considéralo el principio, preciosa. De cualquier manera, ya eres mía... dijo el hombre con una brutal sonrisa de oreja a oreja. El fervor religioso volvió a burbujear dentro de Magdalena, quien se vistió rápidamente y salió a toda carrera aterrorizada. Ni siquiera podía pensar con claridad, salvo que sabía que sus pasos la dirigían directo a casa del pastor. Abrió la puerta violentamente haciendo saltar de su silla al buen pastor, quien se apresuró a cerrar una laptop.
- ¡Magdita, hija mía! ¿Qué te trae por aquí, querida mía? Ven y siéntate, que te veo agitada...- dijo el señor mientras ofrecía una silla a la chica. Esta al sentarse, ocultó su rostro entre sus manos y habló casi escupiendo las palabras. - Pastor, perdóneme, he fracasado, y miserablemente. No he podido convertir al alma maligna que me puso como desafío... - Explicate mejor hija, ¿cómo que has fracasado? Esa oveja descarriada rehusó volver al rebaño del Señor? Ha desafiado los dictámenes sagrados de nuestro Señor? Eso es lo que ha pasado, hija mía? - Exactamente como usted dice, pero algo peor ha ocurrido... ¡me acuso a mí misma de haber cedido en la tentación del pecado carnal! ¡De haber cedido a la diabólica tentación! El sacerdote tragó saliva mientras inquirió más información de Magdalena. Esta sin retirar el rostro de sus manos, contó cada detalle de los hechos. Todos y cada uno. Hasta que sólo fue el silencio absoluto. Confusa, la joven alzó la vista y vio aterrada el rictus del pastor. - Hija, has pecado. Has roto la confianza de Jesús sobre ti. Y es mi deber y obligación reformarte. Debo arrancarte todas esas tentaciones e ideas satánicas que pululan en tu carne. ¡Levanta tu vestido! - ¿Q...qué está diciendo, pastor? ¿Para qué desea que me desnude? - Preguntó cada vez más confundida la muchacha ante la mirada vidriosa del pastor. - ¡Que te levantes el vestido, he dicho! ¡Usaré el poder de nuestro Señor para expiar todos y cada uno de las manchas de tu piel y carne, tú, receptora de pecado! ¡Tengo en mi poder la herramienta indicada que expulsará la escencia del diablo en ti! Ahora ven, Magdalena, que voy a santificarte en este momento!! - chilló el pastor mientras intentaba acostar a la fuerza a la muchacha sobre su escritorio y de abrirle las piernas. Magdalena no podía creerlo. Lo mismo que había estado deseando hace poco rato, ahora lo aborrecía supremamente, al ver al pastor pelear contra sus piernas e intentar bajarse los pantalones. Horror y furia. Horror y furia. Los dogmas se fragmentaban, las ideas impuestas se desmoronaban, mientras el cirio sagrado del pastor avanzaba hacia su piel, La mano antes bendita, ahora maldita, apretujando su seno derecho y la otra, mantenía abierta su entrepierna, dispuesta a realizar el supremo exorcismo. Magdalena rogaba a Dios por un milagro que nunca llegaba. ¡Que alguien venga en su ayuda! Cristo, la Virgen, el Espíritu Santo, la santa Cruz, quien sea!
¡Santa Cruz! ¡Santa Cruz metálica en el despacho! ¡Aférrala y golpea! ¡La sangre de Cristo tiene poder, tiene poder! ¡Un talento, cinco talentos, diez talentos! ¡Donde tres veces veinte, cinco veces setenta! ¡El vino en sangre! ¡La sangre que mancha e despurifica! ¡APOCALIPSIS! Se detuvo. Vio la papilla roja que antes fue la cabeza del pastor. Las salpicaduras. La cruz deforme y el Cristo llorando lágrimas rojas. No. No fue pecado. No pecó. Fue ojo por ojo. Diente por diente. Ofensa por ofensa. ¡SANGRE POR SANGRE!!
Aplausos. Aplausos que provenían del portón. Y ahí, reclinado en el marco, su demonio, qué decía, su hombre. Sonriendo de oreja a oreja. Con ojos de animal salvaje. - Preciosa mía. Por fin empiezas a entender. Ahora, déjalo todo atrás y sígueme. - Voy contigo, mi señor.