¿Por qué demonios no me dejas tranquilo?
¿Cuál es la fascinación, el placer, la lascivia en hundir el puñal de tu voz y tus palabras y revolver inmisericordemente lo que en estado normal podría llamarse corazón?
¿Sólo amigo yo de ti?
¡NO PUEDO!
No puedo, me es imposible, hacer la transición de mujer a "linda amiguita" de un día para otro. Imposible, no. Me es imposible.
¿Crees que este dolor como un cautín sobre mis entrañas se produciría si sólo te considerase un vacile o un intento de llevarte a la cama?
¿Piensas que el brotar tremendo de sentimientos que lanzaba de mis ojos a los tuyos proviene únicamente de una pueril e inocente amistad?
Te equivocas.
Yo mismo fui el primer obstáculo para que florezca este padecimiento infernal mezclado con ambrosía.
No deseaba ni quería enamorarme de ti. Tenías todo lo contraindicado para que surgiera amor. Podría ser deseo sexual, podría ser sólo un encuentro. Mas no amor. Una colega. De donde trabajo. Efímera en tu paso. ¡Todo!
Mas este corazón estúpido y reincidente teje, elabora, manipula, fabrica. Y me lo viene a mostrar ya prácticamente armado.
Un amor ingobernable.
Desesperado, intentando yo cubrir este vapor luminoso y cálido con sábanas negras. Contaminarlo con depresión por esta u otra causa. Ensuciarlo con salidas sexuales con alguna otra que calmaban el apetito carnal, pero que al mismo tiempo depuraba, decantaba y destilaba los sentimientos. Y se quedaban dentro de mí.
Claro, debías oler mis intenciones. Saber que mis miradas albergaban un obús. Que mis contactos buscaban fundir las pieles para no separarlas más. Pero no me frenaste, no me detuviste, no me enfriaste. O tonta o te haces.
Ya estando próxima tu partida, te ignoré, mis miradas eran frías, vidriosas. Monosílabos. Volteos de espalda. Cortes de cara. Quítate de mi camino. Necesitaba algo que aliviase. Algo que amortiguase.
Algo que paliase un poquito más que sea la inmensa agonía que iba a sentir cuando te fueras. Ya está, te vas de aquí, del hospital, de mi vida. Que ignorases. Que no supieses. Y vas y me llamas luego. A preguntar por qué estaba tan enojado. ¡Enojado!
Y supiste.
Y te asustaste.
Bien, mejor para mí. Por fin un no. Lo que necesitaba. Ahora, ten la bondad, vuélvete a tu tierra y déjame tranquilo. Reconstruir mis sentimientos.
¡Pero paz es lo que menos me das!!
Tus 6 llamadas perdidas esa noche me reabrieron la herida. Y la sangre brotó. Junto con los sentimientos. Lo mismo quisieron las lágrimas. Un bochorno en plena calle.
Y sigues.
A pesar que te lo dije ya. No puedo verte como amiga así como así. No puedo transmutar este amor inconmensurable en rosada amistad. Por eso te echaba a un lado, por eso te ignoraba, por eso te rechazaba.
Y tú, queriendo decirme que "nos" extrañas. Que has llorado por "nosotros". Llenándome de confusión. De dolor. De tristeza. Acumulando más lágrimas. Que no logran salir.
¡Déjame en paz!!
¡Sal de mi vida, no me recuerdes, échame de tus recuerdos! ¡Deja de recordarme, de llamarme, de mensajearme, de saber que estoy ahí!
¡PORQUE NO PUEDO DEJAR DE AMARTE UN SOLO MALDITO SEGUNDO! ¡Por más que lo desee, por más que lo necesite, por más lógico que sea! ¡Sólo deseo poder estrangular este sentimiento y matarlo lentamente! ¡Quiero que dejes de ser mi primer pensamiento de cada mañana y la imagen que viene a mí cada vez que cierro los ojos! ¡Abdica de una puta vez ese lugar que ocupas de todos mis pensamientos conscientes e inconscientes!
¡Por piedad, por compasión o lo que chucha sea, déjame solo!
...que este dulce y corrosivo amor se divierte arrancando mi alma a jirones. ...sí. Soy un cursi. ¿Algún problema?