Ahora sí estoy inmunizado contra esta tontera de la depre diciembrera y navideña. Eso creo.
Les deseo a mis amadas lectoras y mis estimados lectores una muy bonita navidad, que la pasen, si no es con su familia, por lo menos la pasen rodeados de alegría, con gente que se quiere, y ultimadamente, celebrenlo con un siempre saludable orgasmo.
Abrazo especial para los habitantes de la república monárquica de Suazilandia, de su Ministro de Salud y Sanos Multiorgasmos. No estaré el 27 físicamente, pero sí espiritualmente. Eleven un par en mi nombre!!
MERRY XMAS EVERYONE!!
Y ahora no dejo una, sino varias postales.
1. Para mis amadas mujeres. ...favor a alejar al torreja Barahona de esta pantalla, so riesgo de ser lamida.
"Oe Don Shanta, y cuando toque cambiar el villancico, cómo chu--- hacemos?"
2. Para que los machos alfa (señores del Glam, Charm y PORN) nos sintamos complacidos. Ahora las quiero todas tomaditas de la mano, bien tiernas se van a ver...
HOT XMAS 3. Para los otakus. No sabía que los ninjas pedían deseos a Papá Noel...
Por mucho que lo deseemos Nuestras cadenas no se rompen Por mucho que lo deseemos No logramos dominar a nuestras bestias Aceptemos y veneremos a nuestros antepasados, Que se encuentran más allá, donde no hay luz. - Antiguo HAIKU -
- Escoge. Blancas o negras. - Negras. - Blancas. Me habrías sorprendido que escogieras las blancas. - Vamos, es mi color predilecto…
1. Peón ¡Jesús! Se volvió a descomponer esta maldita ducha. Si hay algo que odio en esta vida, es recibir agujazos helados por mi espalda de súbito. Así, sin avisar. Puta madre, es el calefón que siempre jode y que nunca encuentro tiempo, dinero o gasfitero para hacerlo arreglar de una vez. Yo mismo tengo la culpa. Por vago, por dejado, por olvidado. Tres epítetos que solía esgrimir mi mujer cada vez que nos íbamos de insultos por esta u otra razón. ¿Ella con la razón? ¿Yo equivocado? El resultado no habría variado fuera cual fuera la situación.
Y fue en víspera de fiestas de Quito justo. Que estaba yo entusiasmado y de buen humor para arreglar las cosas. Un adelantito en el sueldo a punta de sonrisas gastadas como llantas de bus, para marchar directo al KFC y ordenar un “festín sin igual”, pollito frito y caliente, como a ella tanto le gusta. Y para acompañar, un roncito comprado a doña Tita, en la tienda al frente de mi edificio. Cuando puse esta excusa para hacer las paces sobre la oxidada mesa plegable, para romper por una vez el patrón, de ser tú la que poses el alimento ahí y yo me lo trague antes que tú vayas por la mitad; dije tu nombre. Mijita, venga a ver lo que le traje. Los siseos y retumbos de la refri y un lejano pasillo proveniente de quién carajo sabe qué departamento fueron mi respuesta. Supuse que habrías ido a casa de doña Clota a que te preste el fono, pues llevábamos tres meses impagos y estos de Andinatel no se andan con guevadas a la hora de cortarte la línea. Mientras me dirigía a la ducha para lavarme y matar tiempo hasta que llegues vi el espejo todo borroneado de rojo formando una frase que me escupió el rostro al verla “ME LARGO DE AQUÍ HIJUEPUTA”.
Las vecinas ni vieron ni oyeron nada. Las batracias ésas, puro chisme y lengua larga pero cuando se necesita saber de alguien ahí valen dos palabras. Tu mamá luego de recibirme con sus cariñosas puteadas me graznó que de ti no sabía nada pero bien que haya dejado al inútil de mí. De las dos únicas amigas que disponía su número (una de ellas un vacilito en chiqui pero bien que las vecinas se encargaron de hacértelo saber) tampoco pude obtener nada. Arrecho, dolido, atemorizado, celoso, pasé tres semanas enteras sin conocer de tus pasos ni nada. Hasta que la idea que tantas veces rechazaba tuve que finalmente hacerla parte de mi vida. Me dejaste. Como a un perro. Sola o con cualquier pelante, da lo mismo. Me dejaste. Y ahora encima se me caga el calefón cuando se me ocurre bañarme luego de la medianoche. Cabreado hasta las patas por tanta guevada, me medio seco, me envuelvo en la toalla y voy directo hasta mi piloto de gas para revisar alguna falla. Nada. Por más que reviso y busco no veo nada chueco o roto. Entonces la tontera debe venir del calefón general. Del de abajo, en el subterráneo.
Maldigo mi suerte una vez más y empezando a tiritar del frío bajo a esa húmeda y helada caverna. Parece que se ha extinguido la llama del quemador, y yo de guevas que olvidé los fósforos. Es subir y bajar entre chuchaslamadre, vida perra y otras perlas que brotan de mi boca sin importarme que me vean con rostro de reprobación las vecinas. Mierda, mierda, me cago de frío. Me tiemblan tanto los dedos que cinco cerillos se apagan o se caen antes de alcanzar el quemador abierto soltando su perfume a pedo mal disimulado. Respiro largo y hondo para controlarme, enciendo el sexto y ya lo voy acercando al siseante piloto cuando algo truena durísimo y se me caen todos los cerillos de golpe. Entre asustado y furioso trato nuevamente de encender la llama y es entonces que se me ilumina toda la vida y me irrumpen la existencia con horrendo bulto.
- Te como tu alfil con mi peón. - Hmmm - Tranquilo, el juego recién comienza.
2. Alfil Coreó el gol de la victoria hasta enronquecer su garganta. Ganó el Nacho. Ahí, bailando y cantando el himno del equipo. Abrazado a dos panas de barra, que anteriormente estaban cagándose de risa mientras arrojaban a las graderías de más abajo cartones de vino de a dólar a medio acabar o que habían llenado previamente con orinas. Claro, luego se agachaban para ocultar sus rostros. Era un goce ver las caras rabiosas y coloradas elevando insultos que no lograban alcanzarlos. Un completo cague.
Le había costado dos esclavas y un celular comprar el boleto para el partido del equipo favorito por tradición familiar. Que él supiera, desde el abuelo vestían los colores de los puros criollos. Así Liga hubiera ganado la Libertadores, su lealtad al Nacional no se la quitaba nadie. Dos esclavas y un celular. Bajados a éste y otro cojudos mal parqueados que paseaban por el Ejido. Son tan giles a veces… sólo es cuestión de ver cuándo el mancito está con la guardia baja para pasarle al lado, meter la mano y salir soplado. Quedan tan pasmados que ni reclaman. Luego a ir con el amañado del Rubén que compra tapiñado la merca, aunque siempre intenta patearlo y darle mucho menos de lo que vale. A veces lo hace arrechar, pero como es el único que conoce que es dato y no sapea a los chapas, se traga sus ofertas turras y toca palabrear un rato hasta llegar a un acuerdo.
Andaba con ganas de vacilarse unos pisitos para tirar parada en las farras y lograr que la chola que atiende en el cyber a dos cuadras de la U le pare bola de una vez. Pero esos zapatos costaban su billete así que tenía esta vez que sacarse algo más fuerte. Quizá un tivi, un dividi, joyitas. Así que mientras caminaba iba ojeando este y aquél domicilio hasta que divisa un condominio un poco carcomido, pero fácil de trabajar. Sólo hubo de empujar la reja principal y entrar como si nada. Ya en el patio común se agazapó donde nadie lo viera y fue estudiando una a una las viviendas hasta que vio una donde por harto rato no se encendió luz alguna. No hay nadie. Y en primer piso, bacán. Todo es cuestión de trepar silencioso por las cornisas hasta llegar allá. Qué lechoso. La ventana entreabierta. Un poco de ruido al entrar hace que salga una vieja a revisar pero él se acurruca en el piso cosa que al rato vuelve la vieja a meterse.
Ya en terreno de trabajo, va cachando todo lo vendible. Se lo ve bonito ese dvd, vente. A ver… encuentra un reproductor mp4 en un escritorio junto con una laptop y una cámara digital. Listo, está hecho. Sólo es cuestión de buscar un par de fundas para cargar con las cosas y pasar como si nada. Por fin termina retirando los sacos de las almohadas de la cama cuando se paraliza su respiración al oír el crujido de la chapa al ser destrabada y el chirriar de la puerta al abrirse. La megacagada, llegó el dueño, era lo único que podía pensar. Escucha luego un clic y una grito ahogado al ver las cositas bien apiladas al borde de la ventana. Ahora el miedo lo tiene temblando mientras oye pasos rápidos acercarse. Tiene que hacer algo, tiene que hacer algo, tiene que… la rápida apertura de la puerta del cuarto y la entrada de un tipo alto empuñando un revólver interrumpen sus galopantes pensamientos y enciende sus reflejos. Se lanza contra el dueño y forcejean entre gruñidos e insultos. El muchacho logra empujar al tipo y salir corriendo antes que le alcance un balazo que traspasa el dintel de madera.
Sólo piensa en correr mientras se lanza escaleras abajo, cruza los pasillos pero se detiene a intentar abrir la reja, casi lo consigue cuando un “alto o te disparo” lo hace volverse. Extiende los brazos y empieza a rogar por su vida. Ya empezaba a llorar de desesperación al ver la sentencia grabada en los ojos de su verdugo cuando sobre éste cae un jarrón haciéndole errar el tiro antes de caer al mugriento suelo. No se detiene a ver cómo seguía la cosa, logra abrir la reja y al cruzar desesperado la calle para consumar su escape lo envuelve un halo blanco fuertísimo y nota un ángulo romo y duro aplastar sus costillas y pelvis haciéndolo volar varios metros.
- Reina come torre. - Maldición. - Te descuidaste. Y eso que recién empiezo.
3. Reina Luego de cerrar bien la puerta de su cuarto, desenvolvió un reluciente paquete. Un paquete de cartas, no la baraja francesa, sino un Tarot. Ella siempre había sentido curiosidad por lo esotérico, por lo místico, pero el férreo fanatismo religioso de la abuela, una evangelista de aquellas que rezan por lo menos 3 veces al día mezclando lagrimeos y rezos y que todo lo que no entendía era simplemente maquinación de Satanás; había mantenido a raya las opciones de profundizar en tales menesteres. No era que no la quería, pues ella era quien la había criado desde que tenía 11, luego que su madre saliera a trabajar a España en busca, como tantos dicen, de un mejor porvenir.
El supuesto mejor porvenir no terminaba de llegar, conforme pasaban los años, y veía ella transcurrir su adolescencia en ese cada vez más desvencijado y mugriento condominio. El poco dinero que llegaba mensualmente retirado por Western Union era velozmente devorado entre planillas, comida, los gastos de su educación y el siempre infaltable diezmo al buen pastor que la abuela ofrecía. Y cada domingo, cuando iba obligadamente al templo a escuchar al pastor los peligros de las diversiones y el fin del mundo cada vez más cercano, ella podía ver en cada lujo o adquisición nueva a dónde iba a parar el diezmo de su abuela y quién sabe cuántos ingenuos más.
Luego que una amiga le había dado una charla sobre los poderes de las cartas, sus facultades adivinatorias y el ofrecimiento a aprender a adivinar el futuro, el gusanito de la curiosidad se metió en su cabeza. Fueron necesarios varios trotes del colegio a casa y uno que otro deber ajeno realizado para poder reunir el dinero que valía el mazo y el folleto de instrucciones. Y ahí estaba. Pequeños cuadros simbólicos y numéricos. Arcanos mayores y menores. Con el natural entusiasmo que dan las cosas nuevas, barajó una y otra vez luego de haber puesto a un lado los arcanos menores y luego se sentó a respirar hondo. Su amiga le había advertido que ojo con las emociones fuertes, podían influir en el resultado y la interpretación de las cartas.
Cuando su respiración se tranquilizó esparció el conjunto de arcanos sobre su cama y oyó el llamado de la abuela al rezo de la noche. ¿A esta hora? ¡Si casi era medianoche! Ocultó su tarot bajo la sábana y se le ocurrió decir que en ese momento estaba estudiando para un examen, que el rezo podía esperar hasta mañana. El señor Jesucristo podrá esperar cualquier cosa, pero nunca sus alabanzas diarias, fue la agria respuesta de la anciana. Vociferó sobre la perdición de las juventudes y los tiempos aciagos mientras se dirigía a la sala a empezar su letanía.
Por lo menos logré convencerla, suspiró mientras regresaba a lo suyo. Esta vez tomó un poco más de tiempo calmarse. Es que ya no veía la hora de independizarse y salir a conocer mundo, tanta rigidez y religión la atosigaba, la enfermaba. Ya tranquila, escogió una carta. Apareció una que mostraba una gran torre que tocaba el cielo y que un rayo rompía su cúspide para precipitarla a tierra. La imagen estaba invertida. Ella decidió tomar otra. Salió un hombre atado por los pies y suspendido de un árbol, sólo que no parecía colgado ya que la cabeza estaba por encima del árbol. También al revés. Empezaba ella a preguntarse si valían lo mismo en su orden normal o invertido cuando sacó la última carta. Un espantoso cráneo envuelto en mortajas y sujetando una guadaña sobre una multitud, como cosechando almas. Y los números IIIX que mostraron que también salió en orden invertido.
Esta última imagen la preocupó un poco, pero luego se tranquilizó cuando recordó que su amiga le había dicho que el arcano "Muerte" significaba cambios y trancisiones, más que óbitos. Había una combinación que sí era presagio fatal pero no le había especificado cuál. De todos modos mañana mismo le preguntaría sobre...
El sonido de un disparo la hizo brincar aterrorizada. Venía de fuera del condominio. Con mezcla de pavor y morbo curioso se precipitó sobre la ventana, cuando su codo izquierdo golpeó la maceta con los claveles que tanto le gustaban a su mamá, y que había prometido tener más que sea uno florecido para con ellos recibirla a su regreso; la maceta cayó como caía la punta de la torre de su tarot, sólo que nadie podría detenerla. En el medio segundo que se echó para atrás aterrorizada por su acción, oyó un crujido seco y un nuevo disparo. Esta vez profirió un grito mientras se metía bajo su cama mientras adornaban los destemplados aleluyas y graznidos de que el apocalipsis ha tocado las puertas de nuestra casa de su fanática abuela a un inferior destello de luz y una suerte de terremoto que estremeció el edificio entero.
- Peón come caballo. - Así te quería agarrar. ¡Torre come reina! - ¡Mierda!
4. Torre Por fin terminó mi turno. La verdad no me gustaba mucho trabajar en esa clínica de mala muerte, pero con todos mis compromisos encima y como en ese lugar son bien frescos para dejarte ir, me lo trago nomás. Mi principal lugar para camellar es en la facu misma. Entre decidir presupuestos, a cuánto toca para cada uno de los dirigentes y en qué formas podíamos tapiñar las "comisiones", como nosotros mismos las llamábamos, que nos daban de tragar y otros gustitos extra.
Vieja puta, me acuerdo con iras de esta vieja latosa que estuvo como hora y cuarto jodiendo para que le ingresemos al hijo que a cinco kilómetros se veía que ya era carne de ataúd. Todo chocado, la panza hecha una piedra y con esa típica mirada que ponen los que ven a la parca a los ojos. De ganas hubiéramos traído al anestesiólogo y las licen circulantes. Para que se quede en la cama y capaz la vieja nos echaba la culpa. Ahí le fui diciendo ya bravo que para qué carajo lo tiene tanto tiempo en ese estado, que de haberle traído dos días antes se podría pelear, pero ahora, el muchacho agonizaba y lo mejor era que lo lleve a casa a morir entre los suyos.
Pero no entendía la vieja de mierda. Ultimadamente me calenté y mandé a llamar al pana que hacía seguridad que me acolite echando mientras le calzaba al hijo sus dos ampollas de fentanyl. Más que sea te irás sin dolor, le dije mientras el líquido que lo desconectaría de este mundo pasaba por su vena rápidamente. Listo. Calmadito quedó. Ahora a amagarle a la vieja que sufrió un paro en ese momento y no pudimos hacer nada. Se terminó el turno. Mientras iba parado en el bus recordaba las frases de mi viejo, que tanto quería que fuera doctor. Verá por sus pacientes mijo, el paciente es todo para el doctor. Si no puede curarle, consolarále. Ay, mi taita. Suena tan bonito cuando lo dices, pero cuando le tiene que ver uno a estitos que joden y joden hasta las ganas de ser doctor se te quitan.
Lo que en verdad me motivó a mantenerme en esa facu fue la política. La sensación de poder, de manejar a los compañeros, de inculcarles mi propia ideología, era algo pleno, así la ideología siempre haya sido la misma, acomodándola de acuerdo a nuestras preferencias. ¡Qué chupas organizábamos en los mítines de preuniversitarios! Nada como chumarles a las compañeritas nuevas, esas carnezotas recién salidas de colegio, para armar luego que se fueran casi todos unas culerizas dignas de una porno. Luego arreglábamos diciéndoles que las íbamos a pasar sin problemas en las materias del pre, y asunto arreglado. Claro que quedaban pateadas, no íbamos a andar de buenos samaritanos, luego nos quieren tomar como shunshos.
Algunas materias eran cagadas, pero nada que con una botellita de puntas no se arreglara. Y si se hacía el durito, era de presionarles con los compañeros con alguna cagada que hicieran o simplemente encamarle algún pito con otro colega para que pierda las ganas de joder y ponga las notas que nosotros propusiéramos. A vaca. Mi parada. En casita, y ahora al sobre.
Pero cuando giré el pestillo de la puerta y prendí la luz, vi algo que no me gustó nada. Mi laptop nuevecita, el mp4 que me regalaron los muchachos por mi cumple y el dvd que a veces me pateaba de la dirección estudiantil estaban todos apilados como para ser llevados. El miedo y las iras me mordieron el estómago. Putas, entraron a robar. Por la ventana ha de haber sido, la veo entreabierta, y es medio fácil treparse hasta llegar hasta aquí. Pero te jodiste choro de mierda. Ahorita saco la 38 que me regaló el Toaquiza para cuando las cosas se pongan feas en la facu y voy revisando cada cuarto con la pistola enfrente. Le veo y le jodo. Por Diosito que le veo y le jodo. Abro la puerta de mi cuarto y antes de poder ver bien para apuntar un zambo zarrapatroso se me lanza encima y forcejeamos por quién se queda con la pistola. Salta como un gato y se me escapa de la línea de fuego, así que corro tras el hijueputa saltando igual que él las escaleras para que no se me vaya. Lo veo forcejeando contra la reja y grito lo más fuerte que puedo "alto o te disparo". Pero si es un guambra. El poder que me da la pistola empuñada y la cara llorosa del zambo me hacen desear despacharlo. En defensa propia será. Unito es ninguno. Luego amago a la policía que en el forcejeo se disparó el arma. Bueno pendejo, aquí te jodes. Voy a apretar el gatillo cuando algo me estalla en la cabeza y la bala que debía liquidarlo vuela a quien sabe dónde carajos. Al caer al suelo y mientras me desvanezco, sonrío levemente al ver un halo de luz quebrarle al hijueputa.
- Jaque. - ¡Enroque! - No lo alargues, no lo alargues...
5. Caballo Mi dueño hunde su pie en mi pedal haciéndome aumentar mi velocidad mientras suelto estertores roncos por mi motor. Llevo tres años trabajando para este dueño nuevo, luego que fui recuperado de un chatarrero por unos cuantos billetes, me hizo reparar y me empezó a usar para hacer fletes y transportes por toda la provincia. Justo ahora estamos terminando el flete de una carga llegada desde el aeropuerto. Creí haber oído que eran unas pacas de ropa fina que cierta doña enviaba desde la madrastra patria a su madre y su hija que ya mismo empezaba la U. En verdad, no entiendo a los humanos. Por cosas insignificantes son capaces de dejar la vida y dejan pasar lo realmente importante.
Luego de salir del aeropuerto me quejo a mi amo iluminando un panel en su cabina. Tengo hambre. El refunfuña y dice que por mí, máquina hijueputa, lo que gana se le va en diesel. No es culpa mía. Yo sólo señalo cuándo necesito mi alimento y mi mantenimiento. No es mi culpa que mis neumáticos estén completamente pulidos ni que mi culo pedorree una nube negra y espesa contribuyendo al smog quiteño del que tantos se quejan y nadie hace nada por solucionar. Mis ojos de faroles contemplan a mi amo echándose un par de cervezas. Es como si él se echase a sí mismo diesel para seguir funcionando. Y luego de ofrecerle sonrisas y piropos a una tendera, se gira y se dirige a mí. Yo logro ver, pero él no, la mueca de asco de la tendera una vez que mi dueño se aleja. Mi rubicundo amo se trepa en mí, hace girar la llave y hago ignición.
Vamos dirigiéndonos cada vez más lento entre un laberinto de cemento, rejas, ventanas, luces y vidas encerradas. Por fin llega a la calle que corresponde al destino de la carga. Un par de carcomidos condominios uno en frente del otro. Suena su celular y mi dueño contesta imprudente. La señora, creo que es, mientras distrae un poco su atención del camino. De pronto es una detonación, algo como un rebote y mi parabrisas delantero se fragmenta. Mi dueño suelta su celular y se precipita sobre mi volante mientras una roja humedad brota de su mejilla derecha, el peso de su cuerpo gira el volante y mis luminosos ojos captan la figura de un joven al cual no soy capaz de esquivar y hago volar por los aires. Mis últimas imágenes captadas son una ventana en la base del edificio al que me precipito, un hombre semidesnudo acercando un cerillo encendido a un piloto de gas y que levanta las manos en instintiva muestra de defensa.
- Jaque mate. Yo gano - dijo riendo con las fichas iluminadas de un fuerte resplandor naranja y rojo. - Francamente, detesto cuando ganas, Thanatos...