- Chalamanda, Undime, Chilfo… Chalamanda, Undime, Chilfo…
El caminar de los niños, luego de haber salvado el Puente del Hiato, era amenizado cada cierto tiempo por el canturrear de Nica, quien se sentía muy orgullosa de haber fortificado a sus espíritus al pronunciar mejor sus nombres. Ahora se dirigían hacia el Castillo del Arbol, en medio del gran Parque Berrinche.
- Si proseguimos derecho, en unos días llegaremos al territorio en donde mora nuestro tan temido enemigo, el Crecido; mis pequeños. Pero aún es pronto para aventurarnos allá. Lamentablemente vuestra anterior batalla demostró que os queda mucho para poneros a su nivel. Hemos primero de agotar todos los métodos que estén a mi alcance para que superéis vuestra fuerza. Así que doblemos a nuestra izquierda. Llegaremos prestos a Parque Berrinche, en cuya mitad se alza Castillo del Arbol, alto y majestuoso. Ahí mora un venerable sabio a quien tuve el honor de servir un tiempo. Estoy seguro que os ayudará.
Así pues, tras recibir las instrucciones del Sr. Puño, los tres niños tomaron el camino de la izquierda. Sus nuevas habilidades se pusieron a prueba con huestes del Crecido más poderosas. Tras casi ser golpeados en la cabeza por enormes globos de agua, miraron al cielo y vieron niñas montando caballos de palo. Por su atuendo, parecido al que portaba Nica, se dieron cuenta que eran brujitas al servicio del Crecido. El ataque de las nuevas enemigas no paraba ahí. Luego de mojar con los globos de agua, las brujitas invocaban un viento helado que resfriaba severamente a todo intruso y los obligaba a abandonar el lugar. Pero tales ataques no lograron frenar a los niños. Sólo con el aullido de Ursus, la nueva forma de Moogle, Rachel tumbó de sus caballos a las brujas. Y para evitar que llamaran algún refuerzo no deseado, Nico las golpeó con Batafónico, sellando sus bocas. Llorando en silencio, las brujitas echaron a correr.
Parque Berrinche consistía en un bello jardín repleto de árboles de sombra y descanso bajo los cuales había toboganes, piscinas de aguas transparentes y frescas, columpios altos, animales de madera para montar y sinnúmero de juegos. Precisamente a eso debía su nombre, a que casi todos los que paraban en ese lugar armaban un berrinche cuando llegaba la hora de irse. Por alguna razón, era uno de los pocos lugares donde el temor hacia el Crecido no llegaba.
Tal diversión no pasó desapercibida para nuestros héroes. Tras recibir la venia de Sr. Puño, cada uno se precipitó al juego más cercano. Nico se quitó los zapatos, la armadura y la camisa y se lanzó a la piscina más grande haciendo un enorme chapuzón. Pronto lo estuvo gozando de lo lindo cuando descubrió los toboganes gigantes, las columnas de agua danzantes que lo elevaban de aquí allá y los remolinos que lo agitaban sin cesar.
Entretanto Rachel se metió a girar una y otra vez en los montones de tiovivos y carruseles que tenían como eje los troncos de los árboles. No sólo caballos, sino también cisnes, carruajes y otros seres se agitaban rítmicamente entre melodías febriles.
Y Nica simplemente se zambulló entre los montones de estantes que exhibían dulces de inverosímil forma y sabor. Le faltaba boquita para llenársela con algodón dulce multicolor, grageas que sabían a todas las frutas conocidas y ni hablar de los chocolates, galletas y flanes que ondeaban de aquí allá.
Sr. Puño decidió dejarlos estar un buen rato. Ya el sol de la tarde se terminaba de arropar en el azulado horizonte cuando fue recogiendo uno por uno a los niños quienes se resistieron unos momentos a dejar su frenética diversión. Nica fue la que le costó más trabajo, pues se encontraba en un alocado subidón provocado por la tremenda cantidad de dulce ingerida.
Un elevador los fue izando hasta la sala de espera donde los recibiría el citado sabio. En dicha sala, cuya pared principal era el mismo tronco del enorme árbol de base, había montones de estantes donde refulgían joyas en forma de juguetes. Patitos de hule de zafiros, pelotas de cobalto, muñecas de cabellos de seda y ojos de esmeralda, rompecabezas de jade y obsidiana, cuadernos de colorear con páginas de bordes de oro… tesoros de valor incalculable. Los niños recorrían los ojos entre tanta hermosura mientras Sr. Puño se colocaba reverencialmente ante el tronco.
- ¡Oh, sabio y piadoso Ig-Drasil! Ante vuestra presencia se halla el que alguna vez fue vuestro leal sirviente! Suplico os mostréis y compartáis vuestra sabiduría con estos pequeños valientes!
- ¿Quién es Ig-Drasil? – preguntó Rachel a Puño. Este permaneció quieto. Nico, cansado de tanto nadar y brincotear estaba sentado en el piso con Batafónico en sus piernas. Entretanto Nica no paraba de tocar, manosear y juguetear con cada cosa que atraía su atención.
De repente la parte central del tronco se fue abriendo y dentro de esa fosa surgió un anciano rostro con finas ramas como barba y bigote. Su piel de corteza resquebrajada se desprendía en finas astillas con cada movimiento facial. Era Ig-Drasil, el árbol de la sabiduría y el regente de Parque Berrinche. Había estado en esta tierra desde tiempos inmemoriales. Lentamente abrió la boca y empezó a hablar…
- Oh… pero si eres mi viejo y entrañable amigo. Maese Puño. – Del tronco surgió una rasposa carcajada. Querido mío, ¿cuántas veces se volvieron abetos las bellotas desde que me visitaste? La reverencia no es necesaria, sabes que siempre eres bienvenido.
- ¡Hola! – Gritaron simultáneamente Nico y Rachel, situados a cada lado del Sr. Puño. El árbol los observó largamente. Sr. Puño se apresuró en explicar.
- Sapiente Ig-Drasil, los que veis aquí son pequeños del linaje escogido, a quienes traje a que den frente al malvado Crecido, quien ha ya invadido gran parte de esta tierra. Suplico ante vuestra magnificencia que toméis a estos niños y se hagan más poderosos, pues aún flaquean mucho frente al principal adversario…
- Veamos… - El rostro arrugado se dirigió primero a Nico – Dime tu nombre, pequeño guerrero. – Este se presentó y a su vez lo hizo Rachel. – Ah sí. Batespada. Moogle. Armas de gran potencial les has dado. Pero aún falta que el fruto madure, verdad es… Es necesaria mi ayuda, entonces. Por cierto, maese Puño: ¿también es parte de tu grupo la revoltosita de más allá?
Los tres se volvieron simultáneamente y se horrorizaron al ver que Nica, quien aún no había salido de su frenesí de azúcar, se había montado en un majestuoso trono de cristal y gemas diversas, pero hacía malabares en el borde, haciendo oscilar de un lado a otro. Nico y Sr. Puño volaron hacia la niña y Rachel le gritó desesperada que se bajase.
Casi lograron atraparla a tiempo.
Lo que lamentablemente no consiguieron fue evitar que el trono se cayese al piso, partiéndose estrepitosamente en miles de pedacitos brillantes. El impacto de la destrucción sacó a Nica de su euforia y lentamente se fue volviendo hacia el tronco del árbol, a quien previamente no había prestado mayor atención. La furia en la mirada de Ig-Drasil petrificó a todos, Sr. Puño incluido.
- ¡¿QUÉ HAN HECHO?!La anterior amable voz del árbol se convirtió en un vendaval de hojarasca que estremeció a todos los presentes, incluyendo los mismos juguetes.
- ¡Mi trono de cristal! ¡Mi hermoso trono de cristal! ¡Vuelto añicos! Nica, de lo aterrada que estaba, ni siquiera sintió el coscorrón dado por su hermano, en un intento del niño por apaciguar al enfurecido árbol. La pequeña traviesa se apretujaba las manos al darse cuenta de lo sucedido, mientras unas lágrimas enormes ya se asomaban por sus ojos. Rachel movía su mirada del desastre a los niños y al molesto sabio sin saber qué hacer. Así que Sr. Puño tuvo que dar la palma por ellos. Se plantó entre ellos y su antiguo amo y suplicó.
- Gran señor, os pido con toda mi alma infinitas disculpas. Fue mi culpa al permitir que la pequeña Nica, también parte de este grupo de escogidos, se dejara llevar por la curiosidad sin advertirla previamente. ¡Asumo la responsabilidad de…
-
¡No, maese! ¡No solapes la acción de esta revoltosa! – rugió Ig-Drasil mandando a volar la mano. Aspiró profundo y ya más tranquilo pero sin perder su ceño el enorme rostro ordenó: - Niños, quiero que vengan aquí. Los tres.
AHORA. Nico, Nica (quien era incapaz de levantar los ojos del piso) y Rachel obedecieron al instante. Se colocaron frente al rostro de madera y se prepararon para recibir su reprimenda.
- Aunque la más pequeña de ustedes ha cometido semejante malcriadez, ustedes dos también tendrán que asumir la responsabilidad. Primero, tienen que saber que el trono roto era mi juguete más preciado, un bien creado con los mejores ingredientes. Si tan sólo hubieran jugado con él, habría pasado. Pero observen. Sólo fragmentos. Destrozado. Por completo. ¿Qué tienen que decir al respecto?
- Pedón… pedón… fue sin queré… - sollozaba Nica sin poder aún alzar la mirada.
- Yo no fui, pero quisiera ayudar para tener una solución… - susurró Rachel.
- Por favor, no te desquites completamente con ella, Ig-Drasil – prosiguió Nico. – si hay alguna manera de reparar el trono, me ofrezco a hacerlo.
- ¿Reparar el trono? – Suspiró el anciano árbol – Este tesoro fue creado con elementos muy difíciles de hallar y la manufactura asimismo es muy difícil. ¿Están dispuestos a intentar, aún así, resarcirme el daño hecho?
Los tres niños asintieron solemnenmente. Por primera vez en un buen rato, el arrugado rostro dibujó una sonrisa, aliviando la tensión del ambiente. Ig-Drasil sopló un torbellino de hojas secas, y en el vórtice superior empezaron a aparecer unas imágenes.
- Estas son los componentes que deben buscarse para crear un nuevo trono. - En el girar continuo del remolino, apareció un cazo metálico. – Este cazo contiene Plastiluna. Una arcilla preciosa que cuando se la cuece origina cristal de máxima pureza y brillo. Mi trono fue formado a partir de plastiluna. Nico, en tus manos queda la tarea de ir a buscarla. Bajo mis raíces encontrarás un portal. Sigue y desciende hasta que encuentres el cazo. Pero ten cuidado, porque los hermanos Tremor y Sismo están custodiando el cazo y no te lo darán a la primera. ¿Has comprendido tu misión, Nico?
- Bueno… - dijo de mala gana el niño.
- Ahora, nada hermoso ni con forma saldrá de esta arcilla si antes no se la mezcla con el jugo de quince Nísperos Punta de Flecha, quienes le darán la necesaria ligereza y facilidad para moldearla. Rachel, te encomiendo la tarea de recolectar los quince nísperos. Los árboles están situados a lo largo de todo el Parque Berrinche. Pero debes aproximarte con cuidado. Los frutos maduros sólo están en las copas más altas, y son frutos muy esquivos, pues cuando sienten que alguien se aproxima a recogerlos, se yerguen y salen disparados al cielo, para aterrizar a muy grandes distancias. Deberás usar inteligencia para evitar que los frutos se te escapen. ¿Has entendido, Rachel?
- Sí. Entiendo.
- Maese Puño, acompaña a estos pequeños y vela por su seguridad. Pero sólo podrás acompañar a uno, el otro deberá arreglárselas por sí solo.
- Vuestra orden será cumplida sin chistar. Ahora bien… - Sr. Puño apuntó a los niños - ¿Con quién me he de quedar? – Finalmente se posó al lado de Rachel. – Pequeño y valiente Nico, comprenderéis que vuestra prima es una niña y más frágil. Debo quedarme a su lado y cuidar de que no caiga o se lastime. Ya sois fuerte y confío en vos. Confío en el éxito de vuestra misión. Lo que más puedo hacer es proveeros de tres Besos de Mamá que os reanimarán en caso necesario. Mis mejores deseos os acompañarán!
- …¿y yo? – resonó tímidamente la vocecita de Nica. Nadie la había tomado en cuenta todo este tiempo.
- Tú, como autora material de todo este desastre, recibirás la enmienda respectiva por mi parte. Vas a quedarte aquí conmigo y te atendrás a mis órdenes. Debes aprender que todo acto imprudente tiene su consecuencia.
- Pero yo quiero acompañar a… - la niña intentó protestar pero la severa mirada de Ig-Drasil bastó para callarla.
- Bien pues, las misiones han sido impartidas. Partan!! – Impuso solemnemente el antiguo árbol.
Todos cabizbajos fueron saliendo de Castillo de Arbol. Por un lado Nico se dirigió a las raíces de Ig-Drasil, en donde encontró un alto portón de enredaderas enmarañadas. Pero apenas se fue acercando las viñas y bejucos se apartaron mostrándole un sendero que descendía más y más. El niño aferró a Batafónico y con el corazón encogido empezó a bajar. Mientras tanto, Rachel acompañada de Sr. Puño y su peluche Moogle había llegado al primer árbol y se dispuso a escalar. Sentía miedo a las alturas y el ver lo elevado de la copa la hizo temblar. Sr. Puño la intentó animar, con poco éxito. Y Nica se encontraba frente al rostro serio de Ig-Drasil. Este empezó a susurrar quedamente, y Nica iba contestando a su vez. Cada uno de los niños tenía un largo y difícil camino por delante.