Anhelo que me estreches. Que me apretujes. Y que hagas de mis labios un pozo de llamas vivas. Alucino con hundirme en tus abrazos. Muero por sentir tus manos tocando toda mi superficie, volviéndome brasa de carne, vapor de gemidos. Ahhh, ahhh, ahhh…
Otro sueño húmedo.
Me empiezo paulatinamente a fastidiar de encontrar esa pegajosa humedad en mi pijama, justo en la entrepierna, y que suele también manchar mi sábana. Mi propia lavandera me mira entre consternada y suspicaz cada vez que le entrego esos cobertores con placas ya endurecidas de olor dulzón.
Fuera de ese detalle, lo que me come es el por qué de esos extraños sueños. Entre neblinas oscuras, algo de intención femenina me seduce, me calienta y excita. Tan real su voz, incluso perdura su aroma más allá de mi propia nariz, en el área cerebral de la memoria. Sutil perfume ninguna vez percibido antes, pero que cada vez se me hace más y más familiar. Familiar con esa mujer onírica.
- Estimados radioescuchas, tenemos una nueva llamada al aire. Hola, buenas tardes, ¿qué desea compartir?
- Hola, cómo le va, primero que nada, saludarle por su excelente programa radial, es uno de los más oídos en el país…
- Muchas gracias, señora; ahora bien, su tiempo al aire es corto. ¿Alguna experiencia que desee compartir?
- Bueno, quisiera decirle que últimamente ando viendo algo muy extraño. No es algo lógico, sonaría hasta ridículo si se lo contase…
- Señora, nuestro programa justamente es para la investigación de este tipo de casos. Así que nada es realmente ilógico o ridículo. Tendrá siempre cabida en nuestro espacio.
- Gracias, muchas gracias. La verdad, no es una ilusión ni nada, pero le juro que en estos días he estado viendo de cada lado del horizonte, algo como negro que se va alzando. Como si se estuviera corriendo un gran velo de manera gradual sobre nuestra ciudad. Lo extraño es que sólo yo logro verlo.
- Entendido. Una visión sobre un creciente velo o cortina que surge de los horizontes. Tendremos en cuenta este caso y haremos las investigaciones respectivas. Tenemos otra llamada al aire antes de nuestro bloque musical…
Las alucinaciones. Ya había recibido otras llamadas en el espacio que conduzco. Una emisión radial destinada a casos paranormales. Siempre he sido un apasionado de todo lo inusual e insólito. Mis cursos sobre parapsicología y ocultismo sólo añadían teoría tras teoría y aplastaban mi vocación. Tenía que estar donde las papas quemasen. Quería sacar a la luz los misterios. Ofrecer explicaciones, tal vez no con sustento científico, pero explicaciones al fin y al cabo. Trabajo arduo muchas veces. Cuántas ocasiones he tenido que perder tiempo y recursos en bromas, suposiciones tontas, y malas jugadas de los sentidos. Lo mismo que frentear a fanáticos religiosos que en más de una ocasión me tildaron de hereje, aliado de Satán y enemigo de Dios y la iglesia. La iglesia. Miserable institución que sólo sirve para estorbo y atraso de la sociedad. Muy pocas satisfacciones profesionales y un cúmulo de sinsabores es el resultado hasta ahora. Pero había algo que me impedía cejar. Un retorcimiento interno. Esa vaga premonición de que estaba a las puertas de algo enorme.
Ah, ese aroma que exhalas me enloquece. Me deja transida de placer cada vez que posas tus manos en mi cuerpo y lo vas recorriendo incansablemente. Tus manos, tu boca, tus ojos, soy capaz de sentir cada uno de ellos pulsando en mí, inspirando ondas más y más intensas. Querido mío, me estoy volviendo adicta a ti… mmmmhhhh….
Esa voz suave y voluptuosa no se termina de ir de mis oídos. Ya no son sólo la voz ni el aroma, lentamente voy notando que en mi piel van quedando percepciones demasiado tangibles como para haberlas únicamente soñado. Igual, la principal evidencia es el semen que empapa las telas que me cubren. Gozo como un animal. Termino deseando esa presencia, noto cómo van agolpándose en mi mente de forma paulatina más y más los recuerdos de la que me complace cuando abandono mi campo consciente. Debo estar volviéndome loco. Enamorándome de un simple sueño erótico recurrente.
- Concluyendo, señores, existen tantos secretos que muchos grupos encumbrados decidieron mantener alejada del conocimiento común. Ellos temían, y siguen temiendo de hecho, el progreso espiritual del ser humano a niveles que van más allá del simple hecho de aferrar poder y dinero. La mera ostentación material que ha sido el sustento de este tipo de personajes oscuros y maliciosos. Pues al ver que las consecuencias de tales talentos contribuiría a la formación de sociedades sumamente adelantadas, donde los factores anteriormente mencionados serían poco menos que inútiles; ellos prefirieron mantener al hombre sumiso, al hombre borrego, atado a edictos religiosos que encadenaron su alma hasta el día actual. Muchos aún toman como verdades absolutas lo que profieren tales esclavizadores de almas. Sí, tenemos otra llamada al aire…
- ¡Señor, señor! Tiene que escucharme, por favor, tiene que…
- A ver caballero, tranquilo, por favor. Estamos ante un programa donde todas las opiniones y anécdotas son bienvenidas. Exponga lo que desea, le escuchamos.
- Es que… es algo tan espantoso, tan aterrorizante, ¡estoy seguro que me estoy volviendo loco!
- Muchos de los grandes genios fueron considerados locos en su tiempo. Pero mi señor, le ruego mantener la calma; si no consigue exponer su hecho coherentemente tendré lastimosamente que cerrar su llamada. ¿Estamos?
- Entiendo… mil disculpas, era mi estupefacción la responsable. En fin, le diré a grosso modo lo que estoy en este momento viendo: ¡Algo como una enorme coraza oscura que sale de cada lado del horizonte va cubriendo más y más el lugar donde vivo! ¡Nadie parece darse cuenta salvo yo! Mi esposa casi me echa de la casa al considerarme demente o que he estado bebiendo demasiado. Por eso acudí a su programa, por lo menos para desahogar con alguien que sepa comprender este horror…! – La voz del hombre se quebró en estruendosos sollozos. Sabía que hablaba en serio, así que hice mi mejor esfuerzo por consolarlo.
- Mi señor, todos tenemos miedo a lo que desconocemos. Por eso estoy aquí. Para convertir el miedo en conocimiento, y el conocimiento en hecho público. Comprendo muy bien sus temores, pero déjeme tranquilizarlo con este hecho: No es usted el primero ni el único que me ha expuesto este fenómeno. Gracias por su aporte.
- Infinitas gracias. Mil gracias en verdad, ahora me siento mucho mejor… disculpe…
Un domo negro que empieza a cerrarse sobre el cielo que le cubre a uno… ya son varias las llamadas de este tipo. ¿Alucinaciones colectivas? ¿Histeria general? ¿Algún tipo de químico que produzca este tipo de visiones? ¿O algo más etéreo, más sutil, algo que no se pueda mostrar en bandeja? Tras salir de mi programa, elevo la vista al cénit. Azul límpido con unas cuantas manchas blancas. Como ha sido desde que tengo uso de memoria. De mi persona, mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo, mi tatarabuelo y de sus ancestros. El cielo azul celeste que sólo muta al ocaso o al amanecer.
Puedo sentir tu deseo…
Puedo sentir tu pasión…
Puedo sentir tu amor…
Cuánto me alegra… cuánto me llena ese dulce sentimiento que brota de tus entrañas hacia mí, es algo de lo que no puedo cansarme nunca, mi hermoso hombre… Tómame, poséeme, aférrame, no me dejes ir, sométeme, hazme tuya ahora, luego, después, a cada segundo, no te alejes de mí un momento… mmmmm…. Mmmm…
Extraños seres son avistados en diversos lugares de la capital.
Tal encabezado en el principal periódico, reconocido por su seriedad y objetividad me hace fruncir el ceño. ¿Será desesperación para obtener más lectores, un recurso barato propio de pasquines amarillistas; o es que realmente algo inusual está aconteciendo en este mundo?
Eran descritos como humanoides, seres bípedos, aunque algunos se movilizaban a cuatro patas o más bien, reptaban por el piso y a veces por las paredes. Casi todos desnudos pero cubiertos a su vez por una piel rugosa, gruesa, casi verrucosa o aflorada de venas. Deambulaban sin rumbo fijo, como si estuvieran reconociendo un nuevo terreno para instalarse. La mayor parte de los testigos huían presa del pavor ni bien los veían, siendo lugares solitarios y oscuros los principales. Aunque un caso destacaba. Uno de ellos fue visto en la terraza de un concurrido centro comercial en la noche, provocando histeria general. Descrito como “una especie de espectro pálido, con rostro desfigurado, o más bien, casi sin rostro, con un espeluznante meneo rápido de su cabeza conforme caminaba de un lado a otro”. Cuando el personal de seguridad logró llegar hasta donde estaba, ya había desaparecido.
Un posible recurso mental para satisfacer sus morbos internos a través del sueño, señor, me explica pacientemente el psiquiatra al cual acudí en busca de respuestas sólidas de base. Bueno, era verdad que mi vida social era poco menos que nula, al pasar tanto tiempo de mi vida entre libros y buscando lo no demostrable. ¿Pero que sea tan sensorial que pueda recordar al detalle todo lo ocurrido en el sueño? Este ansiolítico lo hará dormir mucho más profundamente y esas alucinaciones sexuales pasarán a ser un mal recuerdo. Vana es mi explicación de que ahora los sentimientos estaban involucrándose. Que me había enamorado de un ser onírico y que ansiaba meterme a la cama para volverla a sentir. Sólo una sonrisa irónica y escéptica (maldita sea) y la recomendación de volver en quince días si la medicación no surtía efecto.
Salgo del consultorio y arrojo las píldoras al primer tacho que veo. No iba a permitir que este amansalocos me arrebatase a ese ya querido ser que me llenaba de placer y amor cuando me desconectaba de lo material.
Nuestro amor es perfecto. Sin lugar a terceros, máculas ni dudas.
Disfruto el estar contigo. No me aburres, no me molestas, no me atosigas. Eres mi complemento ideal, con el que siempre deseé compartir mi ser, mi mundo, mi universo. Me alimento de tu deseo, de tu ansia de mi cuerpo; calmo mi sed con tus sobajeos ardorosos, tus dientes penetrando mis carnes, esa intensa mezcla de ardor, placer y algo de dolor para enriquecerlo. Soy de ti, mi amor. Te pertenezco completamente, y sé que tú también me perteneces ahora.
Algo que nunca me has dicho es tu nombre… - logré susurrar entre la miríada de sentimientos que me inspiraba esta persona.
Me llamo… Catherina.
Sucedió un día diáfano y claro, poco después de terminar mi almuerzo. Notaba que cada vez comía menos. Como un adicto a drogas que deja de lado el comer y otras necesidades por estar con su blanca, su ácido, su hongo, lo que sea. Sabía que mi centro cerebral del placer estaba desbocado. Tenía que ponerlo bajo control pero el ardor volcánico burbujeando en mi interior desvanecía todo intento de restricción. De súbito me llevo las manos a la cabeza, presa de una violenta explosión en el centro de mi cerebro. Me tengo que acuclillar y permanecer así varios minutos hasta que el dolor brutal comienza a aflojar. Abro nuevamente los ojos, viendo al principio una cascada de chispas multicolores. Aspiro profundo, elevo mi mirada y quedo paralizado.
El cielo azul celeste. Como siempre ha sido visto y percibido. Ahora menos del cincuenta por ciento está tapado por completo de lado y lado por una negrura entre la cual cabalgaban incontables penumbras. Como si hubieran roto la baldosa azul a martillazos y lo que quedaba de cúpula celeste se deshiciera lentamente a esquirlas. Necesito toda mi resolución para no chillar del pánico espantoso. Al ver jadeante alrededor, otros muchos rostros bajos, con las barbillas en un fino temblor. Con terror de mirar al cielo. Vieron lo mismo que yo. Y lo peor, avanzaba. Lo que fuera que oscurecía y acababa con el cielo diurno, estaba avanzando.
Luego de subir tropezadamente la escalera hasta mi estación, vuelvo a recibir iguales llamadas. Pero esta vez yo les replico con una pregunta clave: ¿Había sufrido de un dolor intenso de cabeza antes de empezar la visión? Nadie niega el síntoma. No era una ilusión colectiva. No eran locuras temporales y aisladas. Algo estaba invadiendo nuestro lugar natal. Algo que quería quedarse.
Me decido, impulsivamente, a intentar llegar al límite del domo. Parece que surgía del mismo horizonte. Aparentemente no mediría más de unas decenas de kilómetros, y si así fuera podría atravesarlo y estudiar por fuera tal fenómeno. Salto en mi moto y conduzco de manera desenfrenada, provocando frenazos, pitazos e insultos rabiosos que no logran alcanzar mi tremenda carrera.
No es hasta que mi moto expira entre toses y siseos por la falta de gasolina cuando me doy cuenta. Nunca terminaba de alcanzar el comienzo del domo. Ni siquiera lograba divisar en qué parte surgía del suelo. El domo no estaba en nuestro espacio. Era visible para pocos, sí, pero su presencia estaba más allá de las tres dimensiones de nuestra corporeidad. Mientras arrastro mi vehículo hasta la estación de gasolina más cercana, algo que me iba a tomar horas posiblemente, veo por doquier, donde la luz no llega, cabezas titilantes. Sea en lugares a campo abierto, en casas abandonadas, en poblados o donde sea, de las sombras surgen seres que caminan a paso errático y vacilante, pero que invariablemente voltean a donde yo estoy. Como si saludaran o reconocieran a un soberano.
Me duelen tus dudas, mi amor.
¿Quieres saber de dónde vengo? ¿Quién realmente soy? No te sometas a tus prejuicios. Sólo concéntrate en nuestro sentimiento, nuestro lazo que hemos creado, tan sólido y poderoso. ¿Qué importa si los otros lo pasan mal? ¿Qué importa si tu mundo empieza a fundirse con el mío, y comulgan la existencia los de mi clase con los de la tuya? ¡Somos tú y yo pioneros! ¡Nos hemos unido sin importar nuestras diferencias, amándonos como si todo fuera a ser destruido mañana! ¿Es que eso no te parece importante? ¿Es que no te pone feliz que toda esta pasión, este cariño, esta unión profunda ha dado finalmente un fruto que nos hará felices a ambos? Míralo, mi amor, ¿no es hermoso?… ya viene a saludarte…
…y de entre las sombras fue surgiendo algo gateante. Lo acompañaban gorjeos y voces guturales. Algo como un bebé. Sus manos y pies, arrugadas y escamosas, dejando entrever tejidos enrojecidos y palpitantes. Su cuerpo igual de enrojecido, casi transparentando venas y músculos. Y su enorme cabeza, a momentos meneándose de un lado a otro a velocidad tremenda, como si se fuera a desprender del cuerpo. Las facciones totalmente borradas por cientos de fideos de carne. Sólo un agujero en donde debía estar la boca, del cual salían todos esos sonidos que en condiciones normales calificaría como adorables. Y finalmente, en su coronilla, abriéndose todos esos pequeños gusanos de carne como los pétalos de una flor, fue emergiendo un enorme ojo. Un ojo de iris amarillento y escleras de bordes negros que penetraban casi hasta la pupila como raíces de árbol. Ese ojo, ese enorme y brillante ojo, posado completamente en mí…
Despierto en medio de un alarido. Mis sábanas empapadas, esta vez de sudor frío.
La histeria y el pavor se han apoderado de más de la mitad de la población. El caos impera entre las personas y todos ellos imploran a un dios que nunca vendrá a salvarlos y llevarlos al paraíso eterno. Llevo varias noches manteniéndome despierto con extractos de cafeína y anfetaminas, mientras voy inexorablemente destilando las conclusiones. El domo está casi completamente cerrado, pues sólo un resquicio azul logra despuntar lo que antes era todo brillo. Las criaturas simplemente entraron a ocupar los aposentos antes habitados por los de mi clase. Estos huyeron. Ahora son nómadas sin rumbo fijo. Siempre temiendo. Siempre llorando, gimiendo. El cambio fue demasiado brusco.
Estoy seguro que mi amada Catherina hará la propuesta formal de unirme a ella, su mundo al mío, para vivir todos en la armonía que ella describe como incomparable. Un nuevo mundo en que podremos criar a nuestro retoño, y que de él saldrán muchos otros. Un cambio tan necesario como importante para nuestro existir.
Finalmente, y casi obliterado por el obligado insomnio, me arrastro a la cama. Sin importarme ya los chillidos, los gruñidos y los siseos que se volvieron parte de esta noche continua, infinita. Sólo me desnudo, me cubro con las sábanas y colchas, y dejo que mis párpados se cierren pesadamente, igual que hizo el domo negro que cubrió nuestro mundo.
Voy a tomar la desición ahora.
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