Saludos a todos! No he posteado en eras, la plena que ando medio bloqueado, pero mientras vienen las nuevas partes de las aventuras de Nico Nica y Rachel, me puse a monear un chance con el siempre mentado Xzibit, que lo pueden encontrar con mi pana Berni y si no en este otro lugar. No soy diseñador gráfico ni nada por el estilo, pero siempre con un poco de ingenio y buen humor, se pueden sacar cosas graciosas...
Mi mano aprieta los dedos que hasta hace un momento, sujetaba delicadamente disfrutando de su sedosidad y tibieza. Fue el paño de franela roja que decidió resbalarse, desnudando el pulido espejo enmarcado en roble que transportaban dos jornaleros; el culpable que una verdad saltase a la luz, turbase mi mente, y arrancase un gemido dolorido por mi violento cimbrón.
Mentiría si dijera que hubo alguna premeditación o deseo previo al momento de conocerla. Tan súbita como un relámpago, violenta como un balazo, punzante como el gusto del tabasco. Casi luminosa, en contraste extremo con el gris cotidiano de los rostros en que el día a día les va secando la sonrisa, en el que los apuros cercenan la ternura y la desidia por el prójimo abren abismos entre cuerpos que se rozan. Sentí mi esencia sobrecogida por un río tibio que fue lamiendo cualquier cochambre sobre amores fermentados y que dejaron su regusto amargo. Cual Anquises ante Venus, la sentí inalcanzable, intangible, con la suposición miedosa de que si mis dedos la aferrasen, se desvanecería en bruma y volvería a su natal dimensión.
Sus ojos acertaron con un destello de asombro en mi rostro embelesado, y noté la sonrisa que me atrapó por completo. Se acercó a mí y me preguntó qué miras, señor? Veo un ángel frente a mis ojos, fue todo lo que logré barbotar en medio de mi trance. Rió con el sonido del arroyo virgen del deshielo. Antes que me diera cuenta había desaparecido.
En mis cabales nuevamente, traté de hallar razones lógicas a este hallazgo. Nada calzaba, ninguna idea lograba hacer girar engranajes en mi mente o movilizar juicios. Todo se estaba disolviendo en un estanque cuyas ondas dibujaban permanentemente su rostro. Tenía que hallarla nuevamente.
Hice casi un ritual de dar cinco vueltas a la manzana en donde la vi por vez primera, con la esperanza quemante bullendo en mi cabeza. Nada. Los mismos rostros silentes y ceñudos, que desde antes de aproximarme a preguntar, colocaban muros invisibles. Necio, iluso, me recriminaba; fue sólo una visión, una quimera del calor de esta ciudad, una materialización de tus deseos más profundos. La realidad volvía a solidificarse en mis sentidos, y con resignación que pugnaba con dolor y rabia, apreté el paso rumbo a mi casa para chocar prácticamente con ella.
De la forma tartamuda en que intenté disculparme por el impacto, provocó en ella otra risa que silenció hasta los trompetazos de las busetas y furgorrutas junto a las puteadas de los choferes y los agudos silbatos de los gallinazos que buscaban su merienda a costa del primer incauto que ingnorase su arbitrario cambio de dirección en la bocacalle. Sigues mirando igual? Preguntó con el ánimo de por fin saliera alguna respuesta coherente de mi boca. Logré juntar algunas letras y conseguí inquirir su nombre. Eso sólo lo sabrás si vienes a mi casa; añadió junto a una dirección que repetí mentalmente. Olvidar el dato sería imperdonable. Al momento de haberla grabado ya, se había ido nuevamente.
De haber sido otra la situación, ni de loco habría osado comprometerme en tal viaje. El asfalto se había negado a continuar hacía rato ya, provocando que mis zapatos se fueran cubriendo de polvo cambiando su negro lustroso a un gris opaco, como las vidas de este lugar. Ni siquiera los oe primo, presta un billo, vociferados por varios jovenzuelos dedicados a la vida fácil me apartaba de mi búsqueda. Notaba cómo el cemento cambiaba a ladrillo deslucido y éste a caña; los medidores mutaban a cables montados en el principal, y basura apilada a parterres y vías. Olía el peligro en el aire, pero de peticiones vulgares no pasaban. Como si no les interesara mi presencia, incluso a pesar de tener la apariencia de ser alguien que ganaba lo suficiente como para volverme un punto más en las estadísticas de la inseguridad.
Atravesaba los callejones trazados sin orden alguno, sólo rompiendo la monotonía de las estructuras una camisa roja a cuadros que ondeaba a la brisa pegado a una de las míseras paredes. El muchacho envuelto en la camisa colaba su mirada por una rendija luminosa, de donde salía una voz que decía qué miras ojito, qué miras miramelindo; con un tono menos que coqueto y más maternal y arrullador. Algo cruje bajo mis pies y la cabeza voltea. Un ojo me mira aterrado mientras que el otro equivoca completamente su objetivo y se va hacia una comisura, como resistiéndose a abandonar la visión que le ofrecía el agujerito. El rapaz inmóvil me obliga a retroceder, más por lástima que por otra cosa, mientras oigo pasos frenéticos dentro de la covacha y una respiración ronca. El muchachito vuelve a acomodar su ojo torcido en busca, posiblemente, de algo que le dé material con qué excitarse en la noche, mas un estridente estás curado miramelindo objeta mis divagaciones. Alejándome un poco mi mirada llega al lugar que me había dicho ella, coincidiendo con un destemplado nooo, un batir de puerta y el trote salvaje que se fue perdiendo en la negrura de la noche.
Toqué tres veces como me lo había pedido y la puerta se abrió con voluntad propia. En una única habitación, rodeada por cacharros y ropas amontonadas, se encontraba descansando la mujer que me había enloquecido desde verla. Miraba mi rostro con una dulce expresión y susurró que a pesar de todo, había venido. ¿Cómo puedes vivir en un muladar así? Fue mi primera pregunta bien realizada. Es lo que todos dirían, pero yo prescindo de lo material. Me extrañó su respuesta. Pero de algo has de vivir, añadí; ella sólo movió la cabeza mientras decía que obtenía lo que necesitaba en el momento que lo deseara. Lo mundano y lo actual le eran estorbosos. Y tú, me dijo, tienes la capacidad de ver lo que los otros no pueden. Así que en ti haré el receptor de mis conocimientos.
Si me interesaba o no sus conocimientos era una cuestión que flotaba a kilómetros de mi mente. El sentimiento que estaba enraizándose en mi pecho engendraba fortísimo tronco que lanzaba a su vez ramas frondosas y cargadas de flores hasta el cielo. Sólo tomé su mano y más que caminar o correr, flotamos y volamos hasta llegar al centro de la ciudad, en donde henchido de amor danzaba junto a ella por vitrinas y escaparates, sin prestar atención a luces y ofertas, a transeúntes y vigilantes, al muchacho de camisa roja a cuadros, estampado contra el pavimento por un auto rata, en medio de un intento de linchamiento a tres jóvenes triqueados y un anónimo sollozo que se elevaba en medio de una carcajada cruel.
Fue ahí que me topé con el paño rojo que liberó sin aviso previo al gran espejo plateado haciéndome ver mi imagen que entrelazaba la mano a una enana pordiosera, sucia, fea y deforme, entre los cientos de muecas de asco y reprobación de los decentes ciudadanos que pasaban a mi lado. El gemido de dolor que había provocado mi apretón atrajo mi mirada, que fue aliviada ante la imagen original que había sucumbido mi ser. ¿Te das cuenta? Me volvió a susurrar con dulzura. Los ojos de tantos que van velados por ideas y errores, les impiden ver lo que realmente es, y lo que realmente importa. No eres parte de ellos, querido mío. Prescindamos entonces de ellos, quienes ya están con las horas contadas.
Es acabar ella de hablar y yo tomar sus labios por asalto, y comenzar a amarla con cada molécula de mi persona.
Luego de una larga tarde de lluvia, que mantuvo dentro de casa a los hermanitos Nico y Nica, los negros y húmedos nubarrones fueron diluyéndose en el cielo ambarino hasta que se instaló la profunda negrura sólo iluminada con titilantes estrellas. Los pequeños habían pasado una semana entera revisando cada hueco y rincón de la cisterna para encontrar por dónde estaba la dichosa puerta al mundo fantasioso y lleno de aventuras hasta que Mamá los llamaba a comer o les reñía por estar jugando cerca de un lugar peligroso, sobre todo cuando intentaban abrir la losa de cemento; labor imposible dado lo pesado de la tapa.
- Cheño Puño no vene… - se lamentaba Nica, recordando la promesa del insolito personaje en forma de mano cerrada que fue tanto guía como mentor. - Y el dijo que nos iba a hacer volver adentro de la cisterna… pero no aparece. Yo no sé donde estará. – Alternaba Nico, tan decepcionado como su hermana. - ¡Cheño Puño e ochocho! – concluyó la niña molesta por la indolencia del extraño pero amable y solicito amigo.
Unos toques a la puerta apartaron a los niños de la ventana y de sus cavilaciones, y acompañaron a Mamá a preguntar quién era. La puerta se abrió y apareció la Tía, que había viajado de la otra ciudad, la que estaba cerca de la playa, y no venía sola. Volteando un poco hacia atrás hizo una petición a una figurita que estaba detrás de ella: - A ver Rachel, di buenas noches. - Buenas noches…
El tímido saludo fue dicho por la prima Rachel. Prima paterna de Nico y Nica, vivía con sus papás en la ciudad cercana a la playa, pero solía visitar cada una o dos semanas a los abuelos y de paso, a los primos. Cuando todos estaban reunidos, la algarabía que se alzaba era ingobernable. Rachel era una niña de cuatro años, de cabello largo y negro, al igual que sus ojos. Generalmente mostraba una expresión seria y tranquila, aunque su carácter era alegre y amable. Proporcionalmente hablando, era la más alta de los tres, y con la mayor fuerza física, aunque no tan ágil como Nico o Nica. A sus cuatro años parecía una niña de siete. De todos modos su característica más sobresaliente era su gran inteligencia, pues ya sabía leer y dibujar muy correctamente. Era hija única y no tenía hermanos, aunque deseaba mucho tenerlos.
Tan pronto las Mamás se fueron a conversar, los niños aprovecharon para escabullirse al patio y le contaron a Rachel la aventura que habían tenido dentro de la cisterna. La niña al principio, se resistía a creerles. - Yo no creo que hay un bosque dentro de la cisterna. Ustedes están diciendo mentiras. - E cherto. Allá ta Cheño Puño – insistía Nica. - Y el nos dijo que iba a volver en cualquier momento, así que estamos esperando eso. – Refutaba Nico. Pero su prima seguía sin dejarse convencer. - A los niños que dicen mentiras viene el cuco y les pinta la boca de negro. Ustedes terminarán con la boca negra. Mejor voy con mi mami a decirle que ustedes sólo están - POR FIN… - Se dejó escuchar una voz muy familiar. Rachel se quedó sin habla, pues era una voz como si sonara sobre sus cabezas, pero al mismo tiempo, sin tener un origen claro. Movió la cabeza de un lado a otro buscando una explicación y quedó extrañada al ver los rostros iluminados de sus primos. - ¡Ya volvió! ¡Regresó el Señor Puño! – Exclamó alegremente Nico. - ¡Quí tá Cheño Puño! – Repitió Nica, igual de feliz. Los dos niños salieron corriendo del patio hacia donde estaba la cisterna. Ven Rachel, ven,fue lo único que logró decirle Nico a su primita antes de encarrerarse hacia donde había sido el principio de sus aventuras. Cuando llegaron, vieron que la tapa de la cisterna nuevamente había sido corrida. Sabiendo ya lo que les aguardaba, treparon por ella y estando a punto de asomarse al hueco, invitaron a su prima a hacer lo mismo. Esta se negó rotunda.
- No quiero. Ahí hay mucha agua y me voy a mojar la ropa. Y mi mami me va a retar. - No Rachel, ahora no hay agua, lo que hay es una resbaladera que nos va a llevar a ese bosque donde está esperando Sr. Puño – explicó Nico. - Eso es mentira. Ustedes quieren que yo me moje para que mi mami me rete…- dijo molesta la niña. - Ven Raquel, e bonito. – Le pidió la pequeña. Pero la prima seguía negando con la cabeza. – Te peto mi bebé – dijo señalando a su muñeca. Pero nada.
Los niños estaban decididos, ante la continua negativa de su prima, meterse solos al mundo fantástico que visitaron hace una semana. Pero cuando se asomaron al agujero, sólo vieron agua. Un solo cuerpo oscuro de agua, que despedía brillos ante la luna pálida que había asomado su rostro entre las montañas. ¡Qué raro! Cuando fue destapada por primera vez, mostraba un enorme tobogán multicolor, que se perdía en las profundidades y que fue su vehículo para transportarse a donde moraba su amigo y donde estaba muchas otras aventuras esperando. ¿Entonces en verdad todo fue una mentira? ¿Todo fue acaso un sueño sin sentido? Con un amargo sabor de tristeza, los hermanos bajaron lentamente de la cisterna al suelo a reunirse con su prima, y pensando en entrar a casa. Qué triste que todo haya sido…
- ¿Os preocupáis por mojaros la ropa, mi preciosa Rachel? Si os asusta estar entre agua, puedo arreglar la situación. – Susurró nuevamente la voz familiar. La sonrisa se restauró en las caritas de Nico y Nica, mientras que nuevamente su prima quedaba estupefacta. Y este sentimiento se contagió a los tres, cuando vieron que la luna incrementaba su brillo y de súbito lanzó un rayo plateado que fue a dar directo al hueco de la cisterna. El rayo brilló por unos momentos y luego se extinguió. Cuando los niños quisieron acercarse a ver qué efecto había provocado el rayo de luna en el agua, surgió de un remolino de agua una góndola plateada, del cual se desprendió una escalerita. La escalera refulgía, como si invitase a los niños a subir. A Rachel se le había escapado un chillido, por lo cual oyó desde dentro de la casa: - Raquel, no grites por gusto…
Los hermanos, ya acostumbrados a los inusuales hechos, empezaron a subir la escalera, llevando de la mano a Raquel, quien temblaba de miedo y curiosidad. Era algo nunca visto por ella, peor observar ese barco en forma de cisne coronado con una tiara llena de gemas, cuyas alas y cola formaban el cuerpo del barco y que en la espalda estaba un espacio redondeado forrado por varios cojines de diversos colores. Nica dejó puesto a su bebé en el aféizar de la ventana para que el perro no lo lastime luego. Se despidió de su juguete con un beso en la cabeza. - Pótate ben.
Así, los tres niños, los hermanos y la prima, abordaron la góndola plateada, quien izó la escalera, abrió las alas y las fue batiendo lenta y rítmicamente. Con cada aleteo, ascendía más y más al cielo, hasta que llegó a una nube. Los pequeños veían su casa alejarse hasta que sólo se vio un punto luminoso en medio de tantas otras casas en la ciudad. Advirtieron que se metían a una nube particularmente grande y su campo de visión se redujo por el vapor frío. Paulatinamente, mucho más arriba, veían un brillo tembleque, ondeando sin parar, como si estuvieran viendo la superficie del agua, pero por debajo. El reflejo se fue agrandando hasta que llegaron a tocarlo, y con un último aleteo, surgieron en medio de un gran lago de forma triangular, rodeado por los mismos árboles de hojas globosas que ya habían visto con anterioridad. Habían vuelto.
- ¿Dónde estamos? – Preguntó muy intrigada Rachel, para quien sus ojos eran completamente novatos ante este mundo ajeno a su realidad. - Aquí es donde vive Sr. Puño. Pronto lo encontraremos y nos seguirá guiando para pelear con El Crecido. – respondió Nico, recordando las palabras dichas por su amigo. La barca se dirigía hasta una isla situada en el centro mismo del lago donde ya podían vislumbrar la estatua de la mano apuntando al cielo. Desembarcaron y el cisne extendió sus alas y se fue. Llevando a su prima casi a empujones, pues aún seguía impactada por todo lo vivido, los hermanos se dirigieron a tocar la piedra, e invocar a su amigo. Pero al tocarla no pasó nada. Extrañados los hermanos volvieron a intentarlo, pero no aparecía el punto brillante en descenso que del cual saltaría el Sr. Puño. Se volvieron preocupados hacia Rachel. - Ya debía venir… pero no aparece. Tal vez está enfermo. – Pensó Nico en voz alta. - Tá con guipe. – Sugirió Nica.
Entonces la propia Rachel decidió tocar la roca. Tal cual había pasado con anterioridad, la halló cálida y disipadora de dudas. Y en ella se reveló el motivo de la demora del anfitrión. - Es que tenemos que hacerlo los tres juntos. – Y así Nico, Nica y Rachel posaron sus manitas en la roca. Y se dio el efecto deseado. El globo de luz que bajó del cielo explotó dando cabida a la llegada del Sr. Puño. - ¡Oh, los días de alegría han vuelto! Os doy la bienvenida de vuelta, mis pequeños. Y veo – dijo, dirigiéndose a Rachel – que no vinisteis solos. Y bien está, pues ante vosotros yace vuestra nueva compañera que os acompañará en la lucha sin cuartel contra el malvado Crecido. ¿Cuál es vuestra merced, si me permitís saberlo? - Yo me llamo Rachel. Y tú eres Sr. Puño? – adivinó la pequeña. El aludido dio dos vueltas sobre sí antes de responder. - En lo correcto estáis, mi pequeña princesa. De hinojos se encuentra Sr. Puño para serviros y guiaros en una futura lucha contra alguien que ha ocupado esta tierra con miedo y llanto. El Crecido. - ¿Y quién es el Crecido? – quiso saber Rachel. Sr. Puño quedó dubitativo un momento antes de responder. - Eso, pequeña mía, ni yo puedo contestarlo verazmente. Sólo sabemos que un día invadió esta alegre tierra proclamándose señor de todo, usando sus poderes para poner niños a su favor, habiéndolos previamente arrebatado de sus familias. Y así continuó sin que nadie pudiera hacer nada por detenerlo. Todos le tememos, sobre todo al mencionar su verdadero nombre. - ¿Y cómo se llama el Crecido? – dijo curiosa la niña. - Aún no puedo revelaros tal secreto, puesto que decirlo causará la inmediata invocación de este malvado. Y vosotros, aunque tenéis gran potencial, no estáis aún a la altura de veros las caras. Es por eso que tenéis que fortaleceros en vuestras técnicas. - ¡Oye Sr. Puño! ¿Por qué aún no me devuelves a Batespada? – Cortó Nico ya molesto con tanta charla. Nica asimismo extendió las manos esperando a su Trivarita. Sr. Puño exhaló un suspiro.
- En verdad deseaba, mis pequeños, armaros al mismo tiempo a los tres. Pero como veréis, una de vosotros aún carece de armamento digno. – Puso forma de mano apuntadora y señaló a la recién llegada. – Aunque dada vuestra impaciencia, aquí os daré vuestro equipo. – Chasqueó los dedos y de la palma abierta saltaron dos cintas luminosas que envolvieron una a cada niño. Nico recuperó sus protectores y coraza que obtuvo tras la lucha con el Dragón Panza arriba. Nica por su parte, volvió a vestir la capa gruesa con el sombrero cónico. Finalmente, ambas cintas se condensaron en las manos, volviéndose en Batespada para Nico y Trivarita para Nica. Ya con los niños pertrechados, Sr. Puño le habló a Rachel. – Pequeña princesa, para poderos ofrecer un arma y ropaje dignos de vos, habréis de demostrarme que sois la indicada para tales dones. Claro está, sois del mismo linaje, y por tanto tenéis potencial. Pero sin embargo, quiero estar seguro que podré confiar plenamente en vuestras habilidades. Pequeños, seguidme al bosque. Ahí os guiaré hasta donde aguarda la prueba para Rachel. – Terminando de hablar, Sr. Puño flotó raudo por sobre el agua, hasta alcanzar la orilla del lago. Los niños intentaron seguirlo, pero se dieron cuenta que no podrían nadar y lo peor, el cisne había volado ya.
- ¿Y ahora qué hacemos? – Rezongó Nico. Aunque más ágil y fuerte por volver a poseer a Batespada, se dio cuenta que ni con su mejor salto podría alcanzar la orilla del lago. Y tampoco sabía nadar bien, ni qué decir de los otros. Entonces vio a su hermana agachada en el borde de la isla, sujetando a Trivarita. Nica tenía una idea y tenía que saber si daría resultado. - ¡DIME! – Invocó con fuerza trazando un pentagrama en el aire. Del pentagrama en forma de portal, emergió el espíritu del agua y del hielo, Undyne. Ante un gesto de la niña, el espíritu obedeció. Fue saltando en la superficie del agua hacia la orilla, congelando lo que tocaba y creando un hielo tan duro, que terminó formando un suelo que podía soportar el peso de los niños. Entonces, tomados todos de la mano, cruzaron el lago sin problemas. Sr. Puño los recibió con alegría.
- Felicidades, pequeña Nica, por resolver exitosamente la pequeña prueba que os dejé. Me demostráis que vuestro potencial sigue siendo enorme. Ahora pequeños, acompañadme hasta la Loma Opípara, que es donde Raquel tendrá su prueba. Así fueron los tres niños acompañando al Sr. Puño. Ocasionalmente se topaban con una que otra tropa del Crecido, pero no eran rivales para los hermanos. Además, trataban siempre de proteger a su prima, quien permanecía agachada para que no la lastimen. Así fueron escalando un cerro, en cuya cima había una gran mesa de piedra con muchas piedras redondas a su alrededor, a modo de sillas. Sr. Puño se ubicó en el centro y anunció:
- Preciosa Rachel, este es el lugar de vuestro reto. Debo advertiros, mis pequeños, que si osáis ayudar a vuestra prima, ella perderá y tendrá que ser devuelta a vuestro mundo real. Así que evitadle tal disgusto, os lo ruego. En primer lugar, voy a armaros con el ítem indicado para vos. Observad! – Sr. Puño dio dos vueltas sobre sí antes de chasquear sus dedos. Surgió una bola luminosa que fue a parar delante de la niña, y cuando ella la aferró, se mostró un animal de peluche. Este animal era un poco extraño, pues tenía la forma de cómo un gato rechoncho y blanco, de ojos cerrados y una gran nariz roja. De su cabeza salía un pompón escarlata y un par de alas pequeñas y negras adornaban su espalda. – Rachel, he aquí que os presento al que será vuestra arma para luchar contra el Crecido. ¡El peluche mutador, MOOGLE! Ahora, para demostrar que sois la elegida para ser su dueña, habréis de pasar esta prueba. Decidme, mi preciosa, ¿qué platillo es de vuestra predilección? - A mí me gusta el pescado apanado… - Sonrió Rachel, pues no había merendado en casa y en su barriguita ya se escuchaban quejidos de hambre. - ¡Ea pues! Pescado apanado será lo que se os servirá. – Sr. Puño pasó la mano extendida sobre la gran mesa de piedra tres veces, y tras una explosión de humo, la superficie estaba a reventar de deditos crujientes de pescado apanado. – Tal es vuestra prueba, mi princesa. No debe quedar la más pequeña brizna de alimento en esta mesa, para considerar vuestra prueba superada. ¡Comenzad ahora!
De esta manera, la niña se sentó en una de las sillas, puso a su nuevo peluche al lado y se dispuso a comer. Era un muy rico pescado, de carne blanca brillante y muy jugosa, cubierto por una crujiente masa frita de pan rallado y huevo. Rachel anduvo comiendo con buen apetito, pero pronto se dio cuenta que su apetito estaba a punto de terminarse y no había terminado ni con un cuarto de todas las piezas de pescado. ¡Ni siquiera había logrado despejar de comida el borde de la mesa! A pesar de lo sabroso de la comida, la niña empezó a asustarse. Ya estaba llena y aún veía montañas enteras de pescado apanado por comer. Pensó en pedir ayuda a sus primos pero Sr. Puño había hablado muy claro. Si les pedía ayuda, perdería la prueba. Sr. Puño flotaba a su alrededor, como ejerciendo presión. ¿Qué haría? ¿Qué haría?
Entonces miró a su peluche. Recordaba que en su casa, siempre que hacía comiditas de mentiras, iba y servía un gran plato y les daba de comer a todos sus peluches, sean grandes o chicos, un bocado en sus bocas. Y así de esta manera nadie se quedaba con hambre. Pero esto era comida real, que la estaba ya empachando. La desesperación de verse sin opciones la hizo colocar a Moogle sobre sus rodillas, tomar un dedito de pescado y colocarlo en la boca del peluche. - Toma Moogle, comete el rico pescado.
Y para sorpresa de Rachel, Moogle efectivamente abrió la boca y engulló la comida. En ese momento el peluche empezó a transformarse y crecer hasta volverse un enorme tigre blanco. El animal saltó sobre la mesa y empezó a zampar glotonamente todo el pescado, hasta terminar lamiendo la mesa para chupar hasta la última gotita de aceite. Recuperó su forma y fue a posarse en el regazo de la niña. Sr. Puño lanzó una sonora carcajada. - ¡Enhorabuena, mi querida Rachel! ¡Lo habéis conseguido! Despertasteis el poder especial de Moogle, el cual es alimentarlo con cualquier cosa del ambiente, con lo cual cambiará su forma para tomar una apariencia acorde al entorno y facilitaros la lucha. ¡En verdad sois digna de portar tan preciada arma! - ¡Bravo Rachel, bravo! – Gritaba jubiloso Nico. - ¡Mala! No dejate pecado! – Le recriminó Nica, pues ella también tenía hambre y quería aunque sea un poquito de tan rica comida. De súbito, del centro de la mesa salió un cofre café que Sr. Puño se apresuró en abrir. - Rachel, este cofre contiene vuestros ropajes. Ahora mismo os vestiré, pues habréis de protegeros ante los eventuales peligros. – Dicho y hecho, la niña ahora portaba un conjunto de blusa y pantalón blanco contorneados de negro y con vuelos en las mangas y las pantorrillas. Botitas albas complementaban el atuendo. - Finalmente, mis pequeños. Finalmente. Los tres elegidos se han reunido para librar la batalla contra el malvado Crecido. Será una batalla larga y ardua, por lo cual tendréis que incrementar mucho vuestro poder. Así que , acompañadme, mis niños. Yo os iré guiando en esta mágica tierra e iremos descubriendo de qué sois capaces de hacer…
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Pedro Calderón de la Barca.
Frente a este jueperra, no veo por dónde disculparlo. Lo tengo a tiro, no se me escapa, soy el dueño de su vida y su muerte. Pero el desgraciado no me muestra nada de miedo. Está ahí, tan tranquilo, tan sereno, como el estero en verano. Y los ojos suyos. Clavados en los míos. Pero yo llevo las de ganar aquí. Aquí te jodes, chuchetumae, resoplo apuntando a su pecho. La sonrisa burlona me termina de dar el motivo para apretar el gatillo y lanzarlo a dos metros.
Yo siempre me había considerado el más bacán del pueblo donde vivía. Veintitrés años de levantarme a las hembras que pasaran por mi lado, tirarme a las que pudiera y si salía niño de por medio, pues me hago el desentendío. Que no me jodieran, yo era el hijo mayor del hacendado y naidien me iba ver las guevas. El que bailaba primero y con la mejor pierna. El que chupaba mejor y aguantaba más tiempo jumo. El de la mejor puntería con la escopeta pa´ cazar un venao. El éxito estaba de mi parte. Un día llegó una familia que se veía eran diotra parte. El don tenía una pinta de gringo, aunque la ñora era sí propia de estos lares. Que venían a alzar un restaurancito y pasar sus días. Los dos hijos mayores andaban en sus universidades quemando pestaña duro y feo, pero se trajeron a la última, de dieciséis, para que les ayude y termine aquí el colegio. Nomás fue verla y ya la quería para mi mujer. Más que linda, más que rica, tenía que aprender otra palabra nueva para describirla. No quería ser candidata a reina del pueblo porque decía era recién venida y no era correcto eso. Así que el restaurante del gringo (que según daba a entender, venía de Suecia en verdad) se convirtió en mi lugar de siempre pegarme el pescado sudado o mi caldito de costilla con habichuelas que tan bien sabía hacer la suegra. Y de paso, le metía su palabreadita para calentar oreja a la moza. Ella se reía y me daba la vuelta. Ah, hecha la apretada. Quesque una déstas la veo sola y le hago mujer mía quera o no quera.
Pero un maldito día se instaló a hacer no se qué cosa, creo que a hacer sanación, un tipo medio raro. Les veía a los enfermos y no sé cómo le hacía pero siempre salían bien parados y mejor que sanos. Yo un día que me torcí el pies por montar mal mi caballo, me quisieron llevar al curador, pero no quise. Algún mal me ha de hacer el bandido ése, mejó me llevan con el dotó Cedeño, que viejo y todo desde tierno me ha sabido componer. Y lógico me caía mal el tipo, pues no soportaba que Hilda, que así se llamaba la muchacha de mis amores, le quede viendo con ojo dulce cada vez que venía a servirse el almuerzo. Así que un día lo fui a advertir. Verá señor esto sólo se lo digo una vez. Mejor se abre de Hilda o yo no respondo, es mujer mía y de naidie más. Eso le dije bien clarito para que se agueve y no se ponga a vacilar con mujer ajena. Pero su respuesta me dejó foco: ¿Tienes acaso título de propiedad sobre ella, para que la reclames como tuya? Ahí fue donde me cabrié y le fui dejando preciso que donde se atreva a molestarla se las vería conmigo y yo no miando con pendejadas si es de poner planazo se trata. No dijo nada así que me fui creyendo que ya tenía el asunto ganao.
Me equivoqué. Mierda, es que en plena fiesta del santo patrón fui y le vi hablándole quedito mientras echaban baile. Así que esperé a que el maldejido se regrese a su casa y me le presenté con machete en mano. Yo hablo serio carajo, le dije antes de cerrarlo a planazo. Por lo menos la cara le abría, pues no tenía fierro ni pistola, sólo un palo largo que siempre andaba con él aunque nunca cojeara. Pero es que mi machete le iba a tocar el cuerpo y le vi alzar el palo, una chispa y se partió mi fierro. Sólo miré el mango y un pedazo de metal y delante mío, mi rival muy sereno, mirándome como con burla. Ni siquiera atacó de vuelta. Cabrerísimo como nunca, me volví a mi sitio. Estaba desesperao pues a pesar de toditos mis intentos, clarito estaba que Hilda le estaba dando la bola al sanador maldecío. No sabía cuándo bien agarrarlo, pues con los bienes que le hacia a la gente, le habían cogido enorme cariño todos. Me las jugué completas y le quise cuadrar a Hilda y si había chance, hacerla mía de una vez. Pero me trancó mi bofetada y vino el viejo y medio me amenazó que no volviera al restaurante. Esa mesma noche, la vi luego de cerrar, se dirigió atrás de la casa y el desgraciao la empezó a besar. Ahora sí que no lo iba a perdonar. Así que fui a buscar la recortáa de mi viejo, le cargué con dos cartuchos gordos y lo fui a buscar.
Ahora que toy mirando el cuerpo de mi odiado enemigo, el pecho hecho hueco del cartuchazo, su mano aferrando igual su palo largo; sonrío con la victoria de mi lado y volteo. Ya no habrá chance de llevarse a mi Hilda, ahora va a ser sólo de mi…
- Yo no he muerto… - dice una voz a mi espalda. Me hiela el espinazo, pues estaba segurísimo de haberle apuntado en la mitad del pecho. Hasta vi cómo le mojaba la sangre la tierra y ya no resollaba. Volteo de vuelta y horrorizado diviso cómo se empieza a querer levantar. Ya no tenía cartucho, así que me le lanzo encima, y le empiezo a dar con la cacha. Ahora sí te mueres chucha, le decía bajito tras cinco cachazos que lo volvieron a dejar quieto. Pero no, vuelve a decirme lo mismo y es ya con el cañón de la cartuchera que voy partiéndole la cabeza hasta que queda como caimito aplastao. Ahora bien seguro que no volvería a joder, me alejo del sitio. Me hice el loco un par de semanas, a pesar que hubo sospechas conmigo, pero mi apá se puso tieso a decirles a los policías que todo el rato anduvo conmigo. El sanador no tenía familia, pero casi todo el pueblo le lloró cuando le pusieron bajo tierra. Una alegría morbosa me dio verla a Hilda tumbada sobre el sepulcro hasta que la llevaron los papás. Tranquila mija, yo te quitaré todo este dolor, me dije para mí. Dicho y hecho, empecé nuevamente a meterle palabra y esta vez sí me dio bola, cosa que en menos de seis meses, ya estábamos arreglando lo del casamiento, a pesar que el viejo andaba medio trompúo por el asunto. Linda como la virgencita, la veía a mi Hilda poniéndose a mi lado y escuchando al cura ponernos el título de marido y mujer. Aunque una frase que dijo el cura me dejó un poco extrañado. Al despedir la misa, nos dijo a todos: Podéis ir en paz, pero recuerden hermanos míos. El no ha muerto.
Al rato me olvidé del asunto mientras instalaba a mi mujer al lao de la casa de mi pai para empezar nuestra feliz vida juntos. Pero fueron pasando los meses y me enteré de un asunto feísimo con mi pai. El viejo le ha sabido deber a un par de chulqueros como no se cuántos miles y hacía rato que no veían la plata de vuelta. Entonces vinieron con un abogao a plantearle mi pai que de no pagarles pronto, toíta la hacienda se apropiaban. Por un tiempo anduvo desesperao buscando el billete y prestando a cualquier compadre que le apoyara, pero naidie puso. Así que lo que hizo fue vender la mitad de sus vaquitas, para medio alivianar el asunto. Y mal hizo pues al ir llevando sus cabezas para entregarlas y recibir el dinero, lo agarraron unos cuatreros y le trancaron un balazo. Yo sólo llegué para ver a mi padre malherío y sangrante. Las vacas el puesto nomás.
Por suerte el dotor Cedeño logró sacarlo a mi pai, pero quedó muy malo y no podía caminar bien y nada de montar caballo. Así que llegaron los chulqueros y pese a todos los ruegos y disculpas nuestras, se alzaron nomás con la hacienda y la pusieron en remate para pagar nuestra deuda. Y cuando se fueron llevando las escrituras y todo eso, creí oir a uno de los chulqueros decir como para sí: El no ha muerto…
Por eso me lo llevé a vivir a mi pai conmigo ya que por suerte yo también criaba mis chanchos y de vender y vender, algo de platita pude obtener para hacerme una casita con unas tierras para seguir sembrando y criando. Hilda estaba esperando a mi primer hijo cosa que este trago amargo pronto se iba a superar. Así fueron pasando meses hasta que nació mi hijo. Grandote y bello como la madre. Y mi pai ahí mas que sea en alguna cosa colaboraba para que no le tengan como carga.
Un día que me fui a revisar los chanchos, dejé a mi ñora al cuidado de mi niño, que ya andaba para dos años. Al llegar me asustó ver que toítos los chanchos boqueaban feo y echaban una espuma como verde por la nariz. Salí corriendo a buscar al veterinario, y nos pusimos a revisar los animales. El dotor no estaba claro qué mismo era que les pasaba a los chanchos, pero a todos les puso una inyección y me dijo que alguna cosa avise de vuelta. Les puse comida y agua fresca y me volví a casa. Al amanecer siguiente, ni un chancho vivo. La trompa cubierta de esa espuma verde. Los veinte chanchos que estaban ya para ser vendidos. Me llevé las manos a la cabeza y grité de rabia. ¿Qué había hecho yo para merecer esto? Y fue gritar y oír a mi mujer llamarme durísimo. Aún lelo por el dolor de perder mis animalitos, emprendí vuelta a casa. El peor escenario me esperaba. Mi querido niño, jugando en la casa vecina, se puso a dar vueltas cerca de un pozo viejo, se resbaló y cayó. Y no salía para nada. Loco de horror me tiré al pozo lleno de lodo a buscar a mi hijito. Mi mujer lloraba abrazada por sus vecinas. Dos amigos se lanzaron también a buscar a mi niño. Metía y metía mano, hasta que topé un mechón de pelo. Hale duro y el cuerpo blanquito con los ojos muy abiertos de mi amado hijo salió a la luz. No hubo forma. Le sacudimos boca abajo para que bote ese lodo maldito que le llenaba la boca, pero no respondía. Lo llamaba por su nombre y lo abrazaba duro, pero no respondía. Mi niñito, mi hijito, muerto estaba a mis pies. Sólo atinaba a menear la cabeza mientras Hilda gritaba abrazando el cadáver. Justo ahí llega rengueando mi pai. No soportó ver a su único nieto fallecido y antes de llorar o algo, se llevó las manos al pecho y se fue al piso. Me lancé sobre él y le rogaba tú no pai, tú no por favor… Mi pai me agarró los hombros y me miró fijo mientras también se le escapaba la vida. Hijo, hijo, me decía como pidiéndome que no permita que la huesuda también lo lleve.
Su último suspiro fue también un fierro que traspasó el pecho.
Mirándome con los ojos hecho pepa y apretándome durísimo los hombros, me habló con voz rotunda y fuerte: EL NO HA MUERTO. Y deuna viró los ojos, aflojó las manos y quedó quieto.
El velorio y las novenas que siguieron fueron un infierno. Se me fue casi toda la platita en los gastos de cementerio para las dos tumbas. Mal agüero, te han hecho un mal por algún lado, me decían algunos panas. Con Hilda no había cómo hablar, pues quedó como loca por ver a su hijo con la boca llena de lodo y luego siendo velado y enterrado. Pero la idea del daño sí me surcaba la cabeza. ¿Quién, quién habrá sido el hijueputa que me ha mandado el mal de esa manera? El único enemigo serio que tuve fue ese sanador hijueputa que bien mandé a la otra de un cartuchazo. Y me aseguré de que nunca volviera a levantarse, estaba seguro. Naidie podía salir sano de un cartuchazo en el pecho y la cabeza hecha pulpa a golpes. Así que por ese lado imposible. Pero…¿qué quería decir mi pai cuando me dijo que el no había muerto? Será que el finado vino a cobrárselas desde la otra? Ahora que recuerdo, esa frase también la había escuchado en otras bocas. Entonces capaz este pueblo estaba como maldito. Entre antes me largara de este recinto mejor.
Marché entonces con Hilda, quien había quedado como muda luego del trauma del niño y el suegro, hacia una ciudad lejana. Una capital. Ahí vivía un tío segundo que al principio no me quiso recibir. Pero el que llora mama cosa que logré instalarme en el patio, armando una chozita para Hilda y para mí. Los primeros meses iba de cachuelo en cachuelo, sea recogiendo botella, echando machete, y de aprendiz de mecánico. Ganaba lo justo para comer, y de paso darle un cariñito al tío por darme cobijo. Hilda mejoraba muy despacito, pero aún no hablaba una letra. Por lo menos ya sonreía de poquito cuando estábamos juntos, pero nunca una conversa.
Las cosas fueron mejorando gradualmente, cosa que al final, logré mudarme de esa choza y alquilar un departamentito en las afueras. Hilda aún no hablaba, pero su animo estaba mucho mejor ya, aunque a veces la descubría llorando abrazando una foto de nuestro niño muerto. Yo ahí la abrazaba de vuelta para consolarla. Ya con un poco más de platita, fui buscando un local porque deseaba abrir un restaurancito. Si la doña sabia cocinar pues entonces entre los dos nos alzaríamos un puesto igual que los suegros hicieron hace años ya.
Mi mujer seguía muda, pero el negocio despacito se fue haciendo famoso, hasta que gente de fuera de la ciudad quería conocer la sazón de Hilda. Para ese rato, estaba nuevamente embarazada y le tenía puesta toda mi ilusión. Este niño capaz le abría la voz de nuevo y terminaba de curarse. Para esos tiempos llegó un señor que me vino a ofrecer la posibilidad de unirme a el para ampliar bastante el negocio, y terminaríamos moviendo harta platita. Me gustó la idea así que fuimos almacenando todo lo que eran vigas, clavos, sillas y eso tras la cocina del restaurante para empezar a construir. Había tenido que prestar un buen billete para concretar el asunto, pero decía mi socio que en unos dos o tres meses máximo estaba el dinero de vuelta.
En la casa, estaba ya contándole a Hilda el gran éxito que ibamos a tener, hasta podíamos contratar cocineras que la ayuden y ella sólo tendría que ver que la comida estuviera bien hecha. Ella reía y aplaudía entusiasmada, mientras yo le sobaba la barriguita. Este niño crecería bien y fuerte. De pronto tocaron a mi puerta muy duro. Salgo a ver que pasa y me dicen que hay fuego. No salgas Hilda, logro gritarle antes de correr hasta mi local y ver que estaba ardiendo hasta la última viga. Mi puestito. Mi futuro. Todo. Convirtiéndose en cenizas frente a mis ojos. Ni siquiera puedo meterme a salvar algo pues alguien me sujeta con fuerza y me hace presenciar la muerte de mis esperanzas. Luego un empujón me lanza al suelo y veo a mi socio. Furioso. Gritándome entre insultos y puteadas que yo inicié el incendio. Pero que me jodí, porque habló con los del banco echandome la responsabilidad de la plata invertida, la de ambos. Ni siquera puedo responder. El hueco enorme dentro de mí me impide chillar, patear, responder, llorar. Vuelvo a casa arrastrando los pies. Supongo, en lo lento que iba caminando, que alguien ya le habrá informado de la tragedia a mi Hilda. De seguro recaería en su mal. De seguro, pienso al abrir la puerta y encontrar a mi mujer riendo a carcajadas sentada en un charco de sangre. Intento levantarla, pero pesa demasiado. Empieza a brotar de entre sus piernas una cabeza deforme que va arrastrando un cuerpo malhecho y viscoso, que remueve un poco sus remedos de extremidades antes de quedarse quieto. No puedo más con tanta desgracia. Agarro por los hombros a Hilda y llorando como niño le grito por qué, por qué tanta miseria, por qué vivimos malditos todo el tiempo. De ley no me da respuesta, está muda como una piedra, sólo riéndose destempladamente; pero calla de súbito su carcajada, voltea a ver y me dice con voz muy firme y grave: EL NO HA MUERTO.
Una ira como el mismo fuego que calcinó mi local me consume las tripas mientras le encajo un puñetazo. Los celos y la rabia me ciegan mientras cruzo su rostro hermoso una y otra vez, pero ella en vez de quejarse, sigue riendo y vuelve a repetir esa maldita frase. ¡Tú lo seguías amando, chucha, a pesar que yo lo maté! ¡Tú nunca dejaste de quererlo, a pesar que yo tenía que ser el hombre para ti! ¡Entonces tú fuiste la que me lanzó ese daño, tú mataste a mi hijo, a mi padre, nos arruinaste, hiciste de mi vida un infierno! Cada frase la acompañaba de un golpe que esperaba le callase esas risas convulsas y sobre todo, esa frase del diablo, que el no había muerto. ¡Si yo lo maté, yo lo vi morir con sus sesos saliendosele por los huecos que le abrí a punta de cartuchera! Pero nada. Nada lograba salvo embadurnarla de su propia sangre el rostro y saltarle un par de dientes. Con todo eso, seguía riendo. Y en su propio rostro, bañado en rojo y escupiendo dientes y risotadas sin cesar, se fue originando una transformación. ¡El rostro de mi original enemigo! ¡El mismo hijueputa rostro que robó una vez besos y amor de la que es mi esposa! ¡Hijo de puta, una y mil veces! Salí corriendo a mi cuarto y agarré la vieja cartuchera, la que ultimé hacía años a este hijo de puta, y ahora tendría que volver a usar. ¡Sólo esa arma podría volver a acabar con ese rostro de pesadilla! Me precipité a la sala, y vi que el rostro de mi mujer se peleaba con el del malparío para ocupar el mismo lugar. Caminaba hacia mí extendiendo los brazos como queriendo arrastrarme a los aposentos del diablo. Me lancé sobre ese monstruo y tal como hice hace tiempo, empecé a reventar el rostro a golpe limpio. ¡Borraría de una vez y para siempre esa sonrisa burlona, esa voz de carcajadas entre agudas y graves, la belleza de ese rostro amado y que al final nunca pude poseer por completo! ¡Ni siquiera me importaba que luego me cayese la policía, o que la criatura parida por mi mujer, ese horrendo aborto, se incorporara y se uniera a la canción diabólica agarrándome del cuello! ¡Seguiría golpeando y golpeando, una y mil veces, hasta que toda la carne se haya convertido en tierra!!
¿Tierra?
No está Hilda transformada, no hay sangre, no hay aborto danzante, no hay paredes ni casa. Estoy sentado sobre un camino de tierra, con la cartuchera hundida como cavando un pozo. El panorama me parece familiar, yo he estado aquí antes. Reconozco con horror este lugar. La casa del sanador. Mi recinto. Los olores del restaurante de los suegros a lo lejos. Y el corolario final: esa chucha voz, esa que pensé nunca más volvería a oírla, ahora desgarrando mis tímpanos, revolviendo mi cerebro y hundiéndome en la peor de las locuras.
- La vida del hombre, es sólo una ilusión. Ocurre en un suspiro…
Mi último intento de dar pelea, de impedir que ese diablo desgraciao me quite a mi Hilda nuevamente, se reduce a voltear mi cuerpo mientras de mi garganta surge un enorme alarido que encerraba todo el dolor y la ira que pasé por esos años. ¡No tenía un cartucho pero volvería a hacerle mierda la cabeza! Pasa un relámpago metálico y voy viendo todo girando, girando, mi cuerpo aún arrodillado en el suelo, con un surtidor rojo en donde debía estar mi cabeza. Y antes que se oscurezca todo y me hunda en la nada, veo a mi odiado enemigo meter un raro machete fino y largo dentro del palo que siempre lo acompañaba, susurrando estas palabras: - Y la tuya, no es la excepción.
Bajo un sol radiante, que a veces producía un leve escozor en la piel, dos niños jugaban en el jardín de su casa. Mamá hacía la comida, Papá estaba trabajando, y sólo un enorme perro mestizo vigilaba las piruetas de los pequeños.
Nico, el mayor. Cinco años. Curioso y aventurero, un poco más que otros niños de su edad, aunque con sus propios temores internos, sean innatos, sean adquiridos. Adora el fútbol, correr e imitar a espadachines y piratas. Nica, de tres años. Diminuta y frágil, pero con una personalidad que a nadie permite réplica. Aún no habla muy bien, pero no necesita la lengua para hacerse entender. Una sola expresión de su carita suplía un discurso. Su juguete favorito, su muñeca de trapo y cabeza de plástico. Su bebé que siempre lo tenía al lado, para protegerlo de todo mal. El sol poderoso, iluminador y caliente, sigue en ascenso haciendo perlar las pieles infantiles. Entran un momento a casa, mamá les provee de dulce jugo de guayaba, y siguen fuera en sus correteos.
Un gemido ventoso levanta hojas secas y aletea ropas. Los pequeños se cubren los ojos y al abrirlos ven con asombro que la pesada tapa de concreto de la cisterna del agua, situada como una gran caja gris, yace a un lado dejando abierto el hueco. Nica y Nico se miran dudosos. Papá les tiene prohibido acercarse cuando la tapa está abierta. Los niños se caen al hueco y no salen más, tenían entendido. Nica no entiende porqué está abierta, pero obedece la orden paterna. - Mamá – dice, en la necesidad de advertirle del suceso. - No, espera aquí que yo voy a ver. – Responde el hermano. El hermano quiere ir a descubrir. Saber qué abrió. Nica mueve su cara horizontalmente. - No. Mamá. Nico ignora la negativa. Siempre le ha gustado contradecir a su hermanita, así termine ella berreando luego. Así que trepa, llega al hueco, mira y se asombra. - ¡Ven Nica, ven a ver! – grita Nico. Nica vuelve a negar con la cabeza. Finalmente cede ante la insistencia de su hermano. Agarra bien a su bebé, toma la mano de Nico para subirse y también observa lo que debía ser un gran cuerpo de agua oscura, de húmedo olor, que abastecía las necesidades de agua de toda la familia. Nico, curioso por naturaleza, sabía que tal acción podría terminar con un soberano regañó no sólo de Mamá, sino de Papá. Pero lo que estaban viendo los hermanos impide que la obediencia aflorase.
Una gruesa cinta como una resbaladera, con muchos colores mezclados, como cuando Nico en el kínder mezclaba las acuarelas con los dedos para estamparlos en el papel periódico, se mostraba ante ellos. Sólo cinco gradas de escalinata separan la cúspide del tobogán del inicio del hueco. Los pequeños no logran alcanzar a ver el final de la cinta, pues serpenteaba y se perdía entre lo que parecían ser nubarrones blancuzcos pero que a ratos soltaban uno que otro relámpago azulino. Un paisaje que nunca hubieran creído dentro de un pozo encementado. Es ahí cuando ambos oyen un tenue susurro.
- Vengan, mis pequeños, vengan…
La mente inocente y limpia de prejuicios de Nica se deja seducir por esa invitación, pero ahora era Nico quien empieza a dudar. Ahora sí sería necesario que viniera Mamá a ver tal prodigio. Se voltea a llamarla cuando advierte por el rabillo del ojo que la niña estaba ya con medio cuerpo adentro de la escalinata y resbala de pronto. Presuroso se lanza a salvarla y ve que Nica está agarrada sólo con su manita de la última grada. Si se soltase se iría de largo por ese misterioso tobogán.
- ¡Dame la mano Nica! – Dice agarrado de la primera escalinata, pero Nica no quiere. No quiere soltar a su bebé. Nico se enoja por la tozudez de la hermana y empuña el brazo libre. Pero Nica al intentar subir sus piececitos se deslizan, cae sobre su barriga, y con el jalón Nico pierde pie. Ambos se empiezan a deslizar por el tobogán multicolor, muy muy hacia abajo, pasando las nubes chispeantes. Allá arriba, en la casa de los niños, sin manos ni palancas, la losa silenciosamente va recuperando su postura original. Sella nuevamente la boca de la cisterna y nada ha pasado. Todo tal cual estaba antes, salvando la ausencia de los dos hermanitos.
Nico y Nica van deslizándose a cada vez más velocidad. Los gritos de terror de ambos, por el súbito descenso a lo desconocido, se van apagando hasta que sólo se oye el silbido del viento. Nica, abrazada con su bracito libre a su hermano y con la otra aferrando a su bebé. Nico, abrazando a su hermana fuertemente. Van viendo muchas cosas extrañas que no dejan de tener su atractivo. De entre las nubes que van atravesando, muchas huelen a chicle. Otras, a menta. Una que otra, a naranja. Se introducen en un banco nuboso oscuro, con aroma a hierbaluisa y pasan un buen rato sin ver más que vapor marrón fragante. Se despeja la neblina y los hermanos admiran un gigantesco bosque, de altísimos árboles y lagos límpidos, unos triangulares, otros estrellados, otros como racimos de uvas. Y a lo lejos, muy a lo lejos, distinguen una brillante construcción, pero que por sus puntas se enredan unas nubes negruzcas, como de aspecto siniestro.
Poco tiempo tienen para vislumbrar el paisaje pues entran en el espesor del bosque y la velocidad de los troncos al pasar asusta nuevamente a los niños, haciéndolos gritar de miedo. Dos lomas del tobogán que no provocan golpes frenan suavemente los cuerpecitos hasta que finalmente llegan sanos y salvos al otro extremo de la colorida cinta. En un claro del bosque. Nico y Nica se incorporan y miran a su alrededor. Enormes troncos aquí y allá, de los cuales se desprenden ramificaciones que engendran amplias hojas acorazonadas, circulares, globulosas y en todos los tonos de verde que se puedan imaginar. Algunas rocas de venas cristalinas, por entre cuyos cristales van corriendo glóbulos de luz. Ahora sí está asustada Nica, que permanece abrazada a su hermano el cual trata de hallar algo o alguien que le sepa explicar dónde están y porqué llegaron a ese extraño lugar.
En el centro del claro se alza una forma muy singular. Una gran mano, en postura de señalar hacia el cielo, hecha únicamente de piedra. Nico duda si esa mano puede ofrecerle alguna aclaración, pero su espíritu curioso lo va dirigiendo hacia ella. Nica, bien resguardada tras la espalda de Nico, apretando fuertemente a su muñeca. La mano es mucho más grande ahora que están frente a ella. Como si tres Papás estuvieran montados uno sobre otro. No ven letras, no ven avisos, nada. De pronto, el susurro se hace escuchar de nuevo…
- No teman, mis niños. No teman…
Nica decide tomar la iniciativa y posa su mano en la roca. La nota cálida, y va sintiendo que su temor y su preocupación son como borradas de su cabecita. Ahora sonriente nuevamente, mira a Nico. Este capta el mensaje. La roca es segura y te ayudará. Así que también posa la mano sobre la piedra. La misma aliviante sensación recorre al niño. Y con ambas manos posadas, del índice apuntador se desprende un rayo de luz. Ya no hay miedo en los hermanos mientras miran el recorrido luminoso. De donde toca al máximo va descendiendo un punto luminoso, que se agranda y se agranda hasta cuando llega a nivel de la mano, es del tamaño del carro de la casa.
De pronto la burbuja estalla y de entre las miles de chispitas surge otra mano, pero de una forma muy peculiar. Siempre está situada de forma horizontal, y la muñeca está ceñída con un beige alzacuellos, la parte superior de un terno y un lazo de corbata rojo chillón. Sobre el canto de la mano, un largo y pomposo sombrero de copa. La mano está hecha un puño, menos el dedo medio, parcialmente flexionado para recordar una nariz. Y el pulgar, en movimiento para semejar una mandíbula. Sobre el índice, crecía un poblado mostacho. Lo único que faltaba en ese peculiar personaje eran los ojos. Pero al parecer no le hacía falta, pues levita directo en frente de los hermanos, el sombrero se alza solo como un saludo y al moverse el pulgar, brotaron estas alegres palabras.
- ¡Nico, Nica, bienvenidos! ¡Estoy exultante ante vuestra presencia! - ¿Quién eres? – Le pregunta Nico, ya que sin miedo que los reprima, podían dirigirse a esa aparición como a un adulto cualquiera. - Oh, mil disculpas por mi rudeza. Soy el guardián de esta tierra hermosa, y el que os ha traído hacia aquí. Pequeños míos, ante todos soy conocido y por tanto podréis llamarme: Señor Puño. - ¿Qué ten-no? – Pregunta Nica a su vez. - ¿Qué estoy haciendo, decís? – responde Sr. Puño, pues podía entender cualquier hablar infantil, por indescifrable que se oyera – Os he traído a este lugar porque sólo de vuestra ayuda me podré servir para poner en cintura a un adversario artero y bribón, ante cuyas mañas soy impotente. Pero vosotros, - dice revoloteando alrededor de ellos – podréis vencerle si realmente os lo proponéis. - ¿Y quién es el malo? – Quiso saber Nico. - Ahhh, tal nombre no debería ser dicho en voz alta. Pues sólo escucharle provoca el más helado y paralizante pavor, niño mío. Así que en estas parcelas es conocido como El Crecido. - ¿Y nosotros vamos a pelear con El Crecido? – se inquieta un poco Nico. - Pequeños, de vosotros únicamente depende la victoria sobre susodicho villano. - ¿Poqué? – Pincha Nica. - Porque vosotros solamente tenéis el poder necesario. - ¿Poqué? – insiste. - Porque en vosotros reside la fuerza que derrotará al Crecido. - ¿POOQUÉ? – chilla ya molesta. - ¿Mamá? ¿Onetá Mamá? – añade, empezando a resoplar. Nica estaba irritada y lo más importante, se había acordado de su casa y su mamita. La empezaba a extrañar. Y el extrañar a la mamá significaba que tarde o temprano empezaría a llorar. Nico se acerca preocupado, pues cuando su hermanita se ponía así, sólo la presencia de Mamá podía calmarla. Pero tan alejados, ¿cómo podría hacerlo?
- Veo que añoráis a vuestra progenitora, mi pequeña, y lamentablemente no puedo devolveros de momento con ella. Mas, ¡observad! – Sr. Puño hace girar su “cara” tres veces sobre la muñeca, la mano se abre y chasquea sus dedos. Dos burbujas doradas saltan y van a posarse sobre las manos abiertas de Nico. Toman forma de un par de corazoncitos alados, el corazón de oro y las alas de plata. – Nico, colocad uno de aquéllos sobre la frente de vuestra hermanita. Luego, pegad el segundo sobre vuestra frente.
Nico obedece. Se aproxima a su hermanita, quien ya empezaba a nublar sus ojos almendrados con gruesas lágrimas, señal inminente de un gran llanto. Toma el corazoncito y lo pone sobre la frente de la niña. Instantáneamente miles de puntitos de luz saltan de las alas y envuelven a la pequeña. Nica siente que un gran alivio calma su molestia y su deseo de llorar. Era como si Mamá en persona la cargara, la abrazara y le depositase un dulce beso en la frente. Todo el cansancio que sentía se desvanece en un parpadeo. Cuando las luces se desvanecieron, la niña luce nuevamente feliz y deseosa de más aventura.
- ¿Quéchecho? - Pequeña Nica, vuestro hermano os ha favorecido con un ítem que calmará cualquier padecimiento. Es el Beso de Mamá. Os daré otro para cuando os sintáis fatigada y añorante nuevamente. Nico, es vuestro chance. - Aún no. No estoy cansado. – responde el niño guardándose su beso en el bolsillo. - Que así sea, pues. Ahora oídme, pequeños. Ante El Crecido no podréis con vuestras manos únicamente. Así que poned las manos en alto. – Los niños obedecen, y luego de Sr. Puño diera tres vueltas sobre su eje, anuncia: - Pequeños, os armaré debidamente para que asumáis y superéis todo reto que os aguarda en estas tierras. ¡Recibid vuestro armamento! La mano entera se abre y de la palma brota un manantial plateado, que hizo surgir a su vez dos instrumentos. Estos danzan, giran en el aire y se colocan mansamente, uno para cada hermano. Frente a Nico se halla un bate de baseball, pero con empuñadura y cruceta. Ante Nica gira un pequeño báculo, engarzado de gemas y cuya punta está rematada por una estrella dorada que encierra un corazón de color rojo.
Ambos empuñan sus armas, sintiendo ahora que cada instrumento se volvía algo como parte de su cuerpo, rápidamente comprendiendo sus secretos. Sr. Puño recupera su forma original y les instruye: - Nico, en tus manos tenéis a BATESPADA, poderosa y contudente. Magnifica vuestra fuerza y agilidad y bloquea casi todo intento de agrediros. Blandidla con valentía y no habrá oponente que pueda con vos. El niño decide probar su batespada. La balancea un par de veces para probar su peso, descubriendo que pesaba menos que un globo inflado. Pero cuando lanza un mandoble, el aire mismo se divide y muchas hojas vuelan en un remolino súbito. Al intentar hacer presa en un tronco de árbol cercano, se da cuenta que en sólo dos pasos ya estaba frente al tronco. Da un batazo y el árbol se estremece hasta la última copa. Exclama un guaauuu con su nueva arma.
Mientras el niño admira su nueva posesión, Sr. Puño se dirige a Nica. - Nica, mi pequeña. Ante vos yace TRIVARITA, el caduceo de los tres espíritus. Tienes ahora el poder para invocarlos y comandarlos a vuestro arbitrio. Sólo habréis de trazar una estrella, y convocar el nombre del espíritu que deseéis. Probad entonces. Así lo hace Nica. Igual que las estrellas de navidad que tanto le gustaban, va trazando con su trivarita el mismo patrón. Y maravillada ve que la punta deja un rastro vibrante, que al finalizar la estrella, se expande y gira rauda. Pero ¿qué espíritu podría invocar? Torna a ver con mirada interrogativa a Sr. Puño. Este da un sobresalto. - Oh ¡mil perdones, mi niña! He olvidado por completo informaros los nombres de los espíritus a invocar. El portal está abierto y esperando así que raudo os enseño los nombres. El primero, el espíritu del fuego. Decid en alto su nombre: ¡La crujiente llama, SALAMANDRA! - ¡CHAMANDA! – Chilla Nica. - …. - ¡Chamanda! - Repite la niña. Al parecer, el espíritu no entendía el nombre tergiversado. Era necesario que la niña… De repente, del portal de cinco puntas, sale una bola de fuego, que girando girando, toma la forma de un rojo lagarto crestado y de vivos ojos escarlata. Al reptar sobre el piso, va dejando un rastro de llamas. Sr. Puño oculta su sorpresa al ver que aunque mal conjurado, la llamada resultó exitosa. - Aquí tenéis a vuestra nueva ama, Salamandra. Obedecedla y protegedla con vuestras cálidas flamas. – Sentencia Sr. Puño. – Salamandra asiente y luego de volver a ver a Nica, quien mira con ojos maravillados semejante criatura; se introduce de nuevo al portal. – Ahora, os presento al segundo espíritu. ¡Nombradlo con fuerza, al siseante y gélido vapor: UNDINE! - ¡DIME! – Y a pesar de la mala dicción, del portal sale salpicando gélida agua, que se congelaba apenas tocaba alguna superficie, un salmón de aletas tan grandes como alas. Un rosario de perlas de hielo están flotando continuamente a su alrededor. Tras contemplar a su nueva dueña, desaparece asimismo Undine en el portal. - Finalmente, mi pequeña, he aquí al último espíritu que os ofrecerá vuestra ayuda. ¡Llamad a las alas de tormenta, SILPHO! - ¡CHIFO! – y al igual que los otros, del pentagrama emerge una nube rodeada de finos relámpagos y vientos danzantes que lo rodeaban. El viento deshace las nubes liberando a un colibrí verde metálico que se mueve a gran velocidad. Tras zumbar alrededor de Nica, aireando sus vestidos, se introduce de vuelta en el portal.
Los niños ya pertrechados se plantan frente a Sr. Puño, quien los observa con regocijo. - Oh pequeños príncipes, cómo me deleita veros en vuestras nuevas armas. En verdad, sois quienes las antiguas canciones describieron. - ¿Y ahora peleamos con El Crecido? – pregunta Nico, envanecido de su poder. - De ninguna manera, pequeños – niega rotundamente Sr. Puño. – Aún os falta la debida experiencia para poder haceros con tan terrible oponente. Pero si os esforzáis, el éxito se pondrá de vuestra parte. Primero que nada, una prueba os tengo guardada. Así que seguidme, por favor. Y echando acción al verbo, Sr. Puño va volando seguido de los hermanitos. A medio camino en el bosque, justo rodeando un lago romboide, oyen un agudo silbido. Y de entre los árboles aparecen otros niños un poco mayores que Nico y Nica. Llevan ropas como pieles de animales y palos en sus manos. Ceñudos observan a la pareja. Sr. Puño da dos vueltas sobre sí antes de anunciar: - Pequeños míos, estamos ante huestes del Crecido. Recluta niños de otras partes y aliena sus mentes para que luchen contra lo que no conocen. Y vosotros, justamente, estáis ante su mira. Defendeos pues, Nico y Nica. ¡Que conozcan a qué se están enfrentando! No hizo falta repetir la orden, pues los niños del Crecido se precipitan sobre los dos hermanos dispuestos a lastimarlos y hacerlos llorar. Pero uno a uno van cayendo con los batazos sólidos que Nico les acomoda. Y Nica, invoca a Salamandra, que calcina las pieles dejando a los enemigos desnudos por completo. Doloridos y avergonzados, emprenden la retirada llorando. Y así van avanzando, con algunos otras escaramuzas, hasta que terminan de cruzar el bosque.
Ahora están en una gran pradera, de donde brotan miles de flores. Tanto a Nico como a Nica se les hace agua la boca, pues en cada corola de flor, aparecen bocaditos de flan, torta, chocolate y pan dulce. - Quero ñam – pide la niña a Sr. Puño. Su hermano asiente ansioso. Ha pasado ya algún tiempo y el hambre va apretando la tripita. - Permitidme agasajaros, pequeños míos. Ahora mismo os proporciono comida y descanso. – Sr. Puño vuelve a chasquear sus dedos, con lo que aparece una cabañita en medio del prado. Los niños se precipitan dentro y encuentran una mesa con varias fuentes, cada una con un tipo diferente de dulce. Así que empiezan a comer cada uno a su ritmo. Ya dados por satisfechos, ante ellos asciende un gran colchón de plumas. Las batallas anteriores los ha cansado, así que se acurrucan, se arropan y duermen la siesta. Fuera, Sr. Puño monta guardia.
Dos horas más tarde los niños despiertan y salen de la cabaña, bien descansados. Sr. Puño chasquea y la casita se esfuma. Avanzan un poco más hasta cuando llegan a una hondonada. Sr Puño se adelanta y explica: - Niños, os advierto que aquí está la prueba que antes os anuncié. En el fondo de esta hondonada, yace el desgraciado Dragón Panza Arriba. Antes señorial y poderoso, ha caído en este agujero, y un espeso lodo impide que se libere. Así está ya aburrido y malgenio, y ataca a quien se le aproxima. Buscad entonces la forma de liberarle, aunque tengáis que hacer uso de la fuerza. Tal es la prueba, pequeños. Os deseo victoria! Los dos empiezan a bajar cuando los paraliza un bramido tremendo. Era el Dragón Panza Arriba que ha notado intrusos y el coraje retenido lo hace desear atacarlos. Al verlo ya en el fondo, efectivamente se dan cuenta que es un enorme dragón de escamas color cobre, que yace sobre su espalda en una especie de pegote. Las alas están tan adheridas y pegajosas, que los violentos movimientos del dragón no logran zafarlo. El dragón abre el hocico y lanza un chorro de humo apestoso que los niños apenas logran esquivar, pero Nica no es tan ágil y el humo le hace toser y picar los ojos. Confundido por su rabia, la bestia va a rechazar todo intento de ayuda. Nico salta y con su batespada golpea las zarpas del animal para intentarlo liberar. Inefectivo, y el dragón contraataca con violentos manoteos, que Nico bloquea como mejor puede. Pero el adversario va ganando en fuerza y el niño se empieza a debilitar. Está a punto de quitarle de un zarpazo el batespada cuando se oye un agudo CHIFO!.
Nica logra invocar a Silpho quien va lanzando chispas eléctricas sobre la cabeza del dragón. Este contraataca con su humo apestoso pero es inútil contra la corriente de aire del espíritu. Pasa a descargar viento eléctrico sobre la panza cuando una ruidosa carcajada llama la atención de la niña. Lo ocasionó Silpho cuando pasó por el gordo y abultado ombligo del animal, provocándole cosquillas. Nica sabe que es su punto débil y envía a Silpho a revolotear sobre el ombligo. ¡El dragón se retuerce de risa más y más, hasta que involuntariamente se despega las alas del fango y nuevamente queda con los pies sobre la tierra!
Los hermanos saltan de júbilo, pues consiguieron liberar al dragón, quien ahora se sacude el lodo, salpicando involuntariamente a los niños embarrándolos por completo. Nico y Nica se quejan ante la bestia mal agradecida, pero ésta baja la cabeza y dice: - Niños, estoy en eterna deuda con ustedes. Hacía tiempo, por engaño del Crecido, me precipité en esta hondonada y este fango inmovilizó mis alas. Tal fue mi frustración y coraje que simplemente atacaba a todo el que se me acerque. Pero fueron ustedes los que consiguieron darme la libertad. No renieguen, de este lodo. Mi esencia se ha fundido en él y le ha brindado parte de mis poderes. Así que el fango que impregna sus ropas, va a transformarlas en nuevas y más resistentes prendas. Es su regalo por haberme ayudado. Ahora volveré a mi tierra y mi familia. Han de añorarme mucho. El Dragón que ya no estaría más panza arriba, extiende las enormes alas y vuela al cielo hasta que se pierde.
Nico y Nica advierten que el lodo brilla junto a sus ropas, solidificándose y formando en Nico protectores para los brazos, el pecho y las piernas. El vestido de Nica cambia volviéndose una manta gruesa y protectora y un sombrerito cónico para cubrir su cabeza. Los niños están muy cansados y a punto de llorar, pues extrañan a su madre nuevamente. Por suerte, Nico extrae los besos de Mamá de su bolsillo y ayuda a su hermana antes de curarse él. Ascienden la hondonada y Nico informa la victoria a Sr. Puño. - Lo habéis hecho espléndidamente, mis pequeños. La prueba ha sido superada. Pero no podréis avanzar más, de momento. Así que tomaré de vuelta vuestras armas y estas nuevas armaduras con que el dragón os ha obsequiado. – Chasquea y los niños quedan como vinieron antes. – Ahora debéis volver con vuestra madre, antes que ella se preocupe. Os prometo que a su debido tiempo, regresaréis a esta tierra, para luchar contra el malvado Crecido. Nos encontraremos después, mis pequeños…
Sr. Puño pierde su forma nuevamente y la mano envuelve a los niños quienes sólo atinan a cerrar los ojos. Sopla un viento intenso, los hermanitos abren los ojos y se encuentran en el jardín de su casa. La cisterna, tan cerrada como en un principio; y Mamá llama a sus hijos a tomar la merienda. Es tarde y luego de una tarde de juegos y correteos, deben ir a la cama. Los niños intentarán explicar a sus padres lo ocurrido, pero ellos muy difícilmente creerán.
Ya todos dormidos, de las profundidades de la cisterna, se oye una suave voz: - Sólo necesitamos a la tercera, que sea del mismo linaje, para asegurar la victoria…
Saludos gente, tiempo que no andaba por acá. La verdad, por razones personales y eso. Bueno, muchos saben bien que no todo en el anime es carisma absoluto, fuerza impresionante, templanza indomable, belleza embrujadora, maldad suprema y cosas así. También tiene su dosis de personajes paridos en noche sin luna o de chuchaqui, porque son más salados, más morelios, más metelapata o simplemente más perdedores que el que más. Así que sin más preámbulos doy inicio a una nueva presentación. Los LOSERS del anime. Como siempre, se aceptan aportes. - EL EQUIPO ROCKET (POKEMON) "Para salvar al mundo de la devastación y unir a los pueblos dentro de nuestra nación para preservar los males de la verdad y el amor ¡y extender nuestro reino hasta San Roque! JESSY! JAME-ME-ME-MES! ¡El Equipo Rocket viajando a la velocidad de la luz! ...yo tenía una novia, eeeen Nueva York, ella trabajaba, en Torres Gemelas... Ay madre. Meow, así es!" Junto a Quesote, no existen villanos más cague de risa y valedores que este trío. El Rocket Team es una grupo de ladrones de pokémon raros que acechan en casi todo el universo pókemon. Claro está que para la animación escogieron a dos representantes los cuales fueron la malgenio de Jessie y el atolondrado de James (El nombre lo tomaron del criminal del oeste y cuatrero Jessie James) acompañados del único Meowth parlante (chimuelo para los amigos). Sin carisma, suerte, éxito ni comida a veces, los pobres se ven obligados a perseguir a como dé lugar a Ash y compañía para hacerse del carismático Pikachu. Claro está que éste siempre les acomoda un Thunder attack antes de mandarlos a volar por los aires. Y un tratamiento de estos en cada capítulo. Completos valedores.
- MOMO HINAMORI (BLEACH) Desde aquí se inauguró de perdedora la pobre Momo...
Momo, es una pujante chica que por esfuerzo propio llegó a convertirse en vice-teniente a cargo del pintero pero sumamente peligroso y maligno Capitán Sousuke Aizen, quien en ese tiempo parecía que no mataba una mosca. Es muy hábil con los ki-dou (magias espirituales) y su zampakutou Tobiume liberado puede causar gran daño. Lastimosamente, la traición de Aizen y el continuo uso (y abuso) hacia ella, quien aún lo ve con ojos de borrego a medio degollar, la hacen una gran perdedora, culminando cuando (ojo spoiler) tres capitanes, Hitsugaya incluido, la empalan en conjunto cayendo en la treta hipnótica de Aizen. Pobrecita.
- EXCALIBUR (SOUL EATER) ¡BAKA..!
Dentro del mundo de Soul Eater, existen los llamados Técnicos y los Armas, quienes pueden transformarse en cualquier arma para uso de un técnico mediante la Resonancia de Almas. Excalibur, la espada celestial, es el arma más poderosa de todas, capaz de otorgarle a su técnico verdaderas alas de luz para sobrepasar tiempo y esoacio y derrotar a todo enemigo sobre la tierra. Duerme clavado en una roca en una recóndita cueva, resguardada por cientos de hadas. Sólo podrá ser extraída por el elegido. Pero da la casualidad que el elegido puede ser ¡cualquiera! Aquí es cuando comienza lo que todos prefieren callar. En su forma "humana" (porque de humano nada tiene, parece un (¡Baka!) cruce albino entre conejo y oso hormiguero, vestido de Abraham Lincoln te ofrece la seria advertencia (¡baka!) de que sólo serás digno de empuñarlo y obtener sus poderes (¡baka!) si puedes cumplir DIARIAMENTE sus CIENMIL cláusulas del contrato de servicios..(¡baka!) Cláusulas que pueden variar desde servirle exactamente a las 17:00 (¡baka!) una taza de té darjeeling, siempre caminar a cinco pasos justos detrás de él, soportar su cancioncita pendeja como premio (¡baka!), sobarle el guanzo cuando te lo pida, olerle los pedos y reportar a qué huelen....(¡baka!) No, muchas gracias, se va a la verga. Tanto poder y tan desperdiciado. LOSER. ¿Mencioné que tiene la puta costumbre de interrumpir cualquier frase tuya con un ¡baka!?
La misma cara que pongo cuando me hacen escuchar reguetón gomero...
- KUNO "EL RELÁMPAGO AZUL" TATEWAKI (RANMA 1/2) Llegó el florerooo....
El rimbombante apodo es consecuencia de ser el más hábil y fuerte luchador del colegio Furinkan. Dictaminó que para poder salir con la machona de Akane, sólo se lograría si se la derrotaba en combate. Es así que la pobre Akane a diario tenía que desayunarse a casi medio colegio que por tenerle hambre le querían sacar la puta. No es hasta que llega Ranma cuando conoce lo que es ser humillado, pateado y el amor, tras prendarse perdidamente de la pelirroja Ranma-chan. Es tan tirado a guapo que el man jura que las dos chicas echan diez litros de lovejuice por abajo apenas le ven, y tan cojudo que no logra recapacitar a pesar de las mil y un patadas que lo han mandado a volar por los aires...BIG LOSER. Sigue soñando, sanguito...
- PEDRO (EXCEL SAGA) ¡Cómo lloro al recordar..!
Pedro es un inmigrante latino que para darle un mejor sustento a su mujer sexy y culona y su consentido hijo Sandro, cachuelea duro como obrero de construcción junto a su vecino González. La mala suerte (más bien, la estupidez de Excel) lo atrapó en un holocausto de fuego abrasador y de ahí ha vagado en forma espiritual (haciéndose material sólo cuando a La Voluntad Suprema se le antoja echarle un polvo, contra su voluntad) para descubrir que es un cachudo (por Gonzáles mismo), olvidado, rechazado, marginado, y mil desgracias más. Valedor como él solo. ¡¡NOOOOOOOOOOO!!! ¡¡Se volvió a reunir Aventuraaa!!
- ZABATO MIHASHIGO (BOKUSATSU TENSHI DOKURO-CHAN) Hmmmm... con esta actitud de technocumbiera, todos caerán...
Vino como asesina alterna desde el futuro enviada por la sociedad Rurutie para acabar con la vida del posible creador del mundo perfecto para pedófilos. Por desgracia acaba con la aureola perdida (recordando que si le quitas la aureola a un ángel le da diarrea peor que la voladora) y viviendo en el sector más batracio de La Trinitaria. Te dije, Sabato, no comas en Perrín...
- KUSAKABE SAKURA (BOKUSATSU TENSHI DOKURO-CHAN) Ojalá no me den matarile hoy...
¿Qué se puede decir de un pelado que lo viven matando 3 o 4 veces cada capítulo? Dokuro-chan intentando a su manera la asfixia erótica... Luego de perder la virginidad con Sakura, Dokuro-chan se enteró que Shizuki-chan le había pasado la gonochancrófilis fantasma, así que...
- DETECTIVE KOGORO MOURI (METANTEI CONAN) De no ser por Shinichi Kudo, el niño genio experto en resolver casos criminales casi imposibles, este fracasado estaría comiéndose la camisa (y posiblemente el bandejón de la hija tendría que vender el culo para mantener la casa). Torpe y arrogante, la única utilidad dentro del manga es servir de muñeco parlante, cuando Conan (el alter ego de Shinichi) le dispara su dardo narcótico haciéndolo ruquear bonito; y poder resolver el caso apuntando al autor del crimen. Eso sí, le ponen peladas al frente y Mouri se crece peor que canguil en la olla. No le hace gracia alguna que ahora lo conozcan como "El detective durmiente"...
- HIKARU GOSUNKUGI (RANMA 1/2) Este pana necesita urgente una transfusión...
Un muerto parado aparente experto en magia negra, voodoo, santería y macumba, Gosunkugi hará lo que sea para quitar a Ranma del camino y hacerse con su amada Akane. Es una pena que ambos a veces ni siquiera noten su presencia, pasando de él como si de una mosca se tratase. Muy parecido físicamente a un valedor que conozco.
- KUROI NANAKO (LUCKY STAR) Shooo no neshshito nengún mashooo...-hic-...
Como dije en una vez anterior, la vida de la teacher gira sólo en colegio, chupar (usualmente junto a la esposa abandonada Yui Narumi) y pegarse sus viciadas. Tras eso, NADA. Con razón a sus 27 años esté carente de macho castigador y ya esté pasando para las ofertas del mes... - YOSUKE GODAI (MAISON IKKOKU) Antes de llegar la preciosa viuda Kyoko Otonashi, Godai intenta desesperadamente entrar a la universidad, pero sus alocados vecinos se lo van impidiendo (con el cuento de armar chupas en su cuarto). Tras colocarse como nueva meta quitarle el marbete de viuda triste a Kyoko, Godai se pasa casi CINCO años entre cachuelos, estudios, malos entendidos y pseudonovias que a lo sumo dos palabras le logran sacar al señor.
- DADA (PUCCA) Más crybaby que cierto ex-darkmaster...
Este aprendiz de shaolin (mirenle la frente) que supongo por valedor y llorón lo echaron a patadas del templo, trabaja ahora en el restaurant de los tres hermanos cocineros, tíos de Pucca. Su labor consiste en hacer cagadas, desbarajustes, metidas de pata, que generalmente suele escapar con la fea costumbre de mearse los pantalones. Total loser.
- MR. SATAN (DRAGON BALL Z) - ¡Chucha, se partió! - ¿Qué, mi nariz? - ¡No, mi manoooo!!
Si lo ponemos a comparar con TODOS los personajes de Dragon Ball Z, Mr. Satán es el más débil y valedor. Nada de volar, nada de chi, nada de sentido extracorporal, NADA. Salvo una soberbia más grande que su afro y bigote que lo hace creerse (y más bien, hizo creer al mundo entero) el salvador de la tierra y vencedor sobre Cell y Majin Boo. Sólo una cosa buena hizo, más bien dos. La una fue engendrar a Videl, la futura jermu de Gohan y la otra, convencer a la humanidad que cedieran su energía a Goku para formar la Chou-Genki-Dama y así acabar con Boo. No tan loser, después de todo. - ANIZAWA MEITO / ANIME TENCHOU (LUCKY STAR)
En esta serie, nuestro hombre se pasa la vida partiéndose el culo intentando que la adorable Konata le compre más que sea un llavero. Las formas del tipo de asumir su derrota son impagables.
- HAITANI MASAYUKI Y SHIRAI KIMIAKI (LOVE HINA) Este par de compañeros de Keitaro Urashima son un cero a la izquierda cuando de levantarse un culito se trata. La flor aparecida mágicamente de la mano de Haitani es completamente inefectiva, y su compañero de fatigas Shirai parece estar más resignado a su suerte de valedor.
- RYUU HARUMAKI (URAYASU TEKKIN KAZOKU)
Este ridículo remedo de Bruce Lee (toda frase la termina en -CHOO) más flaco que un tuberculoso terminal, ingresa para servir en la escuela del distrito de Urayasu. Poco logra con su "espectacular" entrada, donde partió a fuerza de puño media aula (serruchando y prerrompiendo cualquiera), inmediatamente los alumnos se dan cuenta de su patético estado físico y se convierte en la burla del resto. Encima es tan roto, tan chiro, que vive en un basurero recogiendo como tesoro lo que otros botan. Es un experto en perder su sueldo de formas bastante pendejas, para luego vivir a las migajas hasta que empiecen las clases de nuevo.
Ya se habrán reído con este séquito de bagazos humanos (o tal vez sentido lástima), pero ninguno de ellos supera a esta regurgitación viscosa:
ULTIMATE ANIME LOSER NOBITA NOBI (DORAEMON) ¡¡BUAAAHHH!! ¡Me rechazaron mi afiliación al MPD!! ¡Ni ellos me quieren!
Definitivamente, los padres de este LOSER en toda la extensión de la palabra tiraron triquijumos o en luna nueva, o la madre se tomó una farmacia en el embarazo para haber parido a esta cagada en dos patas. Nobita tiene la palabra FRACASO escrita en la frente. Según sería la historia sin Doraemon (contada por Sewashi, su nieto) Nobita morderá el polvo en todo proyecto de negocios que realice, hundiendo a su familia en la miseria. Para esto, le envió del futuro un gato robot desorejado que tenía la capacidad de sacar de su bolsillo tetradimensional lo que fuera para reformar su vida y convertirlo en un miembro élite de la sociedad. Pero tan curtido sale este pelado pendejo que así Doraemon use su pan del estudio, su reforzador de voluntad, las pildoras del desagueve y el booster testicular, Nobita una y otra vez tropieza con la misma piedra, valiendo picha una y otra vez, para desesperación de su gatuno amigo. La vida de Nobita gira entre los regaños de su pobre madre (sólo le falta que le grite mejor te hubiera abortado); los sopapos de Takeshi (Gigante); las burlas del lambón Suneo; los desaires de Shizuka y las malas calificaciones de su teacher. Claro que el chiste de la serie es el valeverguismo de Nobita, pero la plena que este pendejo destila valeverguismo por cada poro de su cuerpo... Por fin Doraemon, sacaste un aparato realmente útil!
MENCION ESPECIAL: MR. SCHLOBB Y MR. KLUMP (SIN CITY) La versión cómic más cercana a los bloggeros Condón de Burro y Culeadispex.
Este par de matones de cuarta, ofrecidos a cualquier trabajo hacen gala de una verborrea casi inentendible cuando de cuchichear entre ellos se trata. Como queriendo dar ostentación de su supremo arte conversatorio, lo que puede ser perfectamente descrito en tres palabras, ellos lo convierten en un testamento inacabable y rebuscado. Y al final, siempre acaban con el trasero bien pateado. Valedores.