Wednesday, January 24, 2007

TITANIO

8:00

Entro al complejo de habitáculos estériles llamado sala de quirófanos.
Llevo ya casi un mes trabajando en este ilustre hospital oncológico, y mi pasión por la medicina y por aprender cosas nuevas se pone a prueba dia con dia.
Habiendo dejado en prenda mi cédula, me entregan un traje azul talla XL que aún así me ajusta un poco. Me coloco gorra, cubrezapatos esterilizados y voy dentro.
Dentro ya está esperando el paciente. Un chico robusto, de apariencia fuerte y saludable, a no ser por el pelo que la quimioterapia se encargó de diezmar. Un osteosarcoma ubicado en su pierna izquierda, en el lado interno de su tibia amenaza con controlar su extremidad, su cuerpo, y a futuro, probablemente su vida.
Y es a eso que vinimos hoy. Mi jefe, el Dr. N. y mis superiores, los Dres A. y C. A declararle la guerra a ese monstruo silente que busca robar la adolescencia y adultez de este chico.
Los vapores anestésicos junto con la roxicaína que entra a su médula a través de un fino catéter desconectan la mente del muchacho de la realidad. Listos. A vestirse.
Una enfermera me recuerda amablemente que estoy dentro de sala sin mascarilla. Maldiciendo mi desliz salgo raudo a colocarme una. Y tras eso, a lavarme. El líquido rojo semiespeso se transmuta en una cobertura espumosa que froto vigorosamente contra mis brazos "hasta la flexura del codo", como tantas veces me repitieron. El furioso rugido del agua se lleva el jabón, partículas de mi piel, y las bacterias presentes. Visten mi cuerpo con una bata que rápidamente me ajusta la enfermera. Guantes a las manos y a esperar.
Llega el jefe.
Ordena a mis superiores el paso primo y vital de toda cirugía. Asepsia y antisepsia. La pierna del chico es completamente enjabonada y luego, metiendo yo mano, enjuagada con alcohol yodado. Si queda algun germen por ahí, debe ser bacteria saiyan.
Paños como mortajas azules van borrando la existencia del paciente hasta sólo quedar una pierna desnuda. Ésta es luego exprimida de abajo arriba con vendas de goma para extraer la sangre y se coloca un torniquete neumático.
Estando el jefe ya vestido y enguantado, nos ponemos en pose y empezamos.
8:30
Suena un repertorio de cumbias colombianas que va tarareando el jefe.
Un tajo apenas curvo ha separado piel, el tejido graso inferior y las vainas de los músculos exponiendo la superficie ósea y articular. Es ahí cuando empieza el trabajo fino. Las escasas gotas de sangre que destilan de cuando en cuando al ser hendidas por bisturí o tijera son prontamente coaguladas con el cauterio. No perder sangre, sobre todo en este tipo de pacientes, es crucial. Súbitamente una arteria fina, pero más gruesa que un capilar vomita un hilo pulsante de fluido rojo. El jefe, al ver la demora de mi superior a contener la hemorragia profiere una maldición y corta la fuga. Seguimos avanzando.
8:55
Las cumbias dieron paso a unos apasionados y sensuales tangos. La música me hace recordar mi viaje a la Argentina.
Tras haber divulcionado los diversos paquetes musculares, flexoores y extensores, llegamos a un área vital. El hueco poplíteo o el hueco de la rodilla. Ignorado comúnmente, por esta sencilla cavidad se cruzan vasos y nervios que de ser seccionados o ultrajados, el resto de la pierna pasará a ser un trozo de carne vivo, pero sin sensibilidad, ni movilidad, ni utilidad. Hay que andarse con mucho cuidado. Un paquete de cordones azulados que ceden con facilidad a la presión (venas), conductos nacarados repletos y pulsantes (arterias) y cables blanquecinos muy sensibles (los nervios) se cruzan desafiantes ante este cuarteto de extraños que ha decidido invadir.
9:30
Tratando al paquete vasculonervioso como a una mujer amada a la que se busca una entrega total y desmedida, es colocado con lentitud y ternura a un costado. Algunas lenguetas carmines fascetadas de blanco, con diversos nombres como el sóleo, gemelos, tibial anterior, obturador y por ese estilo, están desinsertadas algunas, separadas otras, formando una extraña flor de pistilo óseo.
El enemigo es puesto en escena. El hueso tibial en su parte superior muestra una inicua masa en su tercio más proximal, algo que no debe estar ahí, algo que no debió proliferar nunca.
Es sometida a juicio y la sentencia llega pronta.
Pena de muerte.
O pena de excéresis, para ser exactos.
10:30
Suenan ahora canciones de protesta que fastidian eficazmente al jefe, que al cabo de un rato solicita que quiten esa pendejada.
Se ha ejecutado al enemigo.
Separando, cortando y cauterizando, la resistente investidura que recubría la articulación de la rodilla fue prestamente seccionada, haciendo que muslo y pierna quedasen unidos sólo por colgajos de carne, tendones y piel. Entra en escena el verdugo: Un armatoste de acero que blande una tira de metal fino y serrado en la punta. Obedeciendo el mandato del jefe que la guía, su hoja empieza a vibrar a muy alta velocidad. El jefe me entrega algo parecido a un gotero gigante, o un adobador de pavos. Con este chisguete voy salpicando gotas a la sierra para que no queme el hueso. Con cada mordida de la sierra, un lodo blanco y diminutas astillas se van desprendiendo. Finalmente, con un último ataque, se decapita a la tibia. Cae el fragmento donde el villano pululaba. Juntos, villano y escondite, son enviados al laboratorio para su análisis.
Es necesario ahora que pague un justo.
La misma operación se repite en la zona patelar del fémur, que es donde se une con la tibia formando la rodilla. Y de éste trozo sacrificado, se extraen pequeños injertos.
El espectáculo no es para blandengues. Una pierna humana, mutilada científicamente, sin huesos de rodilla, con los músculos separados de sus inserciones y la piel, abierta de par en par mostrando sus labios amarillentos de grasa. Poca sangre. Me menciona mi jefe que es costumbre entre los de su especialidad operar entre lagunas de sangre. Pero acá no es posible. De todos modos, un par de bolsas repletas de sangre esperan a ser transfundidas. Toda precaución es poca.
11:30
Mis propios músculos de la pierna, las rodillas y los pies arden, gimen y lloran. Estar inmóvil en una sola posición esperando las órdenes o instrucciones de mi jefe o mis superiores cansa sobremanera. Bostezo. Mi jefe lo advierte y me pide que me siente. Un poco avergonzado me niego y él me recrimina. Que por necio me va a sancionar. Finalmente obedezco.
Nos concedemos una pequeña pausa mientras llega un sustituto de la rodilla del chico. Esterilizada, metálica y brillante, aparece una prótesis de varias piezas. Una rodilla de titanio.
Empiezan entonces las pruebas. Usando presión y fuerza, el jefe introduce los vástagos dentro de las tiernas y esponjosas médulas de los huesos, haciendo que salga una salsa dorada de ellos. La médula grasa. Mezclada con la roja, la que es responsable de hacer sangre nueva. Un superior mío protesta diciendo que los vástagos bailarán dentro. El jefe le responde en tono de tatequieto que para algo están los injertos de hueso que mi otro superior tarda en preparar, lo que le hace acreeedor a otra reprimenda del jefe.
12:00
Suena Barry White. Ohhhh yesss baby....
Mis animos están renovados, mientras voy ayudando sujetando pinzas que retienen los colgajos musculares y los hilos. Antes de eso, una pasta con olor pungente y aspecto de mazapán, el cemento óseo, fue introducido en las médulas. Inmediatamente los vástagos le sucedieron hasta tener la longitud buscada y medida con regla. Ahora estaba ante un ser biónico. Un ser de cómic, de ficción. Lo que antes eera materia orgánica era ahora metal dorado. Titanio puro y superresistente. Mi jefe mira mi fascinación y me espeta que quizá menos del 30% de los cirujanos logran ver intervenciones como ésta. Le creo. Claro que le creo.
Las espículas metálicas están llenas de agujeros por donde fuertes hilos no absorbibles pasan y van adhiriendo el tejido, en maravillosa conjunción. No es perfecto, pero está muy bien hecho. El objetivo es cubrir la prótesis con músculo para protegerla de futuros sangrados.
Barry White sigue cantando al amor y la belleza de la mujer, con su voz potente y retumbante. El ambiente está animado. De pronto cometo un error. Sujeto la pinza como un puñal en vez de la forma correcta. El jefe me la arranca de las manos y me la coloca como debe ser de un golpe, seguido del correspondiente regaño. Algo sobre los modos de los ginecólogos que no consigo recordar bien, pero me hizo reír para mis adentros.
La gran boca finalmente se va cerrando. El altoparlante anuncia que no hay células malignas al límite del muñón. Buenas noticias.
12:45
Silencio.
El jefe se ha retirado tras dar rendidas gracias al personal que colaboró (yo incluido) en la laboriosa intervención. Sólo quedamos mis superiores y yo, apurando las suturas una tras otra que aproximan los tejidos. Una manguera, un dren, queda como mudo testigo de una batalla campal contra una de las enfermedades más mortíferas de la humanidad. Cáncer.
Se dan las últimas puntadas, se limpia bien, y el chico empieza a despertar. Solloza un poco por el dolor, pero para eso están los calmantes. Con su pierna bien vendada, parte hacia recuperación, y postrer, hacia su piso a que se recupere.

Yo mientras tanto, entretenido haciendo el parte de operación, equivocándome y siendo corregido por mis superiores. Tras eso, el protocolo y mi misión de vigilar al chico y reportar cualquier novedad al jefe y mis superiores.

La vida es aprendizaje.
La vida es lucha.
La vida es pasión.
El viernes tengo otra operación.
Buenas noches.

Tuesday, January 16, 2007

TOFU EN QUITO: CRÓNICA DE UNA MUDANZA A CUOTAS...

Estaba esperando a estabilizarme en mi pisito acá para por fin tratar de resumir lo que han sido los primeros quince días ( y espero que pasen muchos mas) de haber vivido en la capital de mi país (FRÍO! ¡FRÍO! FUCK YEAHHHHHH!!!).
Así que vamos con la croniquilla...

Era el primer día del año 2007, reventamos cohetes, tragamos relleno y pavo en mi caleta con familiares invitados, la pasamos muy bien. El unico bemol era que sólo se me habia podido conseguir un boleto para Quito para las cuatro de la tarde, lo que significaría que llegaría a eso de las doce siendo optimistas. Y vaya que fui OPTIMISTA, al ver el puto bodrio de compañía que me toco viajar: CARLOS ALBERTO ARAY. Compañía hija de la celembísima puta que lo parió. Señores, si quieren viajar a Manabí, NUNCA lo hagan en la Aray.
Tras salir con un retraso de 40 minutos, aduciendo que los pasajeros no llegaban (suficiente tiempo para yo buscar alguna tiendita donde comprar pilas para mi mp3, que decidió morirse en ese momento...) empezamos el viaje a paso de tortuga y recogiendo pasajeros hasta virtualmente embutir gente hasta que todo reesquicio de aire quedase colapsado por carne. Con el puto calor insoportable, los asientos reapretados (el panza del oficial no quiso meter mi mochilota al baúl, cosa que tuve que llevarlo en las piernas.. auch) y el infernal vallenatico hijo de remil putas estallando como minas en mis neuronas, yo maldecía una y otra veza esta compañía de mierda, que lo último que deben pensar es en la atencion al cliente. La excusa del asno del oficial? Que como era feriado, era legal apretar gente...
No alargo mucho el cuento, el caso es que recién a las DOS Y MEDIA de la mañana pudimos llegar a Quito. El besaescrotos del chofer iba a velocidades de caracol con reuma, y parando peor que buseta.
Tres de la mañana en la estación de Cumandá. Con mis huesos y tendones como acabados de pasar por la máquina de hacer melcocha, con 30 kilos de equipaje a cuesta, indefenso como una anciana y con mi primer día de trabajo a menos de 4 horas de ocurrir, estuve 10 angustiosos minutos golpeando la puerta de un hotel hasta que abrió. Tras bañarme, intenté dormir más que sea un poco.

6:00
Me pongo el disfraz decente (saco y corbata) y vuelo hasta Solca. Son siete y media cuando a las puertas de Solca suena mi fono. ¡EStaba retrasado! Volé hasta verme con mis nuevos compañeros, y se me explicó que en Solca, el hospital oncológico, se trabajaba de 7 en punto a 3 y media. Wow...
Tuvimos unas reuniones con el TOP de la jerarquía en el hospital. El director médico y el Presidente. Se me puso muy en claro que sobre todo primaba la atencion al paciente. Y que aquí los errores eran muy poco tolerados. Gulp...
Así que tras conocer a los "sempai" fui visitando todos o casi todos los departamentos del hospital. Es un lugar enorme y bien organizado.
Tras salir a eso de las 3, mi cerebro tenía seis letrotas escritas en mi campo visual.
...D-O-R-M-I-R...
Pero no.
Mi departamento esperaba, junto con mi arrendatario.
A diez minutos del hospital, en unos muy bien situados condominios en el Sector El Inca, yacía el que iba a ser mi nueva guarida. Un departamento de tres pequeños dormitorios, baño, sala y cocina. Justo lo que recetó el doctor.
Aunque las cosas no iban a salir tan bonitas...
Primera noche en el piso: A dormir como mendigo! Lo único que había traído era mi ropa, mi PS2, unos cuantos juegos, el manual de Merck, toallas, y YA. Así que dormí con ropa puesta, envuelto en toallas y otra ropa, sobre el piso madereado... y de almohada, mis pesas tobilleras. Mi pobre cuellito... Otra sorpresa turra. La ducha eléctrica NO FUNKA. La recontramegamilarchip... saber lo que es el agua que DUELE. Agujotas heladas que sientes cada gota recorriendo el cuerpo. Entre gruñidos, notas altas, jadeos, hipos y sonidos semejantes, me di una gélida ducha. Por lo menos había traído licuadora, cosa que pude sobrevivir a base de batidos de leche y frutas (guineo... ) y como en Solca me dan almuerzo..¡yay!.

Dos días y me llegó el colchón. ¡HURRA! Cobijas y colchas! ¿Pero y las almohadas?
Mis amigos bloggers (Gaby, Ludo, Alice, Laura y Psycho) deseaban hacerme el "Huasi Pichay". Al principio el término me amagó feo, pero luego me dijeron que era una ceremonia de bienvenida a la nueva casa. Y se dio. Una botella de BUEN vino (Un cabernet Concha y Toro de reserva) sirvió para compartir la única taza y elevar el brindis. La Gaby se le salian las lágrimas viendo los detallitos de su viejo piso... Tras eso, humo de incienso y tabaco, se hablaron de temas revariados (sexo, por ejemplo), hasta que apareció un nuevo blogger. Atrapasueños. Ahí nos fuimos haciendo panas, y eso que no mencioné que conocí al adorable Demoño de Gaby. Ya quisiera presentarle a mi sobrino...
Lamentablemente (por yo tener guardia al día siguiente) tuvimos que cortar a las doce. Pero por lo menos brindamos (y nota mental, impedir bajo cualquier costo que se vuelva a traer ese HORRIBLE vino tetrapak marca "Santa Mamerta" o algo así, es GLIFOSATO con azúcar y alcohol metílico...) y la pasamos muy bien.

Finalmente, tras una semana de demora y dos paquetes de ropa y colchon enviados, aparecieron mis padres. Ahí me metí una endeudadota con mi viejo que pienso pagarle en tres meses. Pero era necesario. Ahora tengo ya TV, cocina, mesa, cama. ¡Por fin es un verdadero PISO DE SOLTERO! Así que señores, recuerden el peaje!! Jajajaja!!
Claro que faltan otros detalles como muebles para apoyar el TV (está en el suelo), mi dvd que lo tiene mi hermano, mi manga y mis juegos y mi anime, y algo más de arte para decorar el piso.
Por lo tanto queridos lectores, ahora es oficial.
TOFU-SENSEI ESTÁ EN QUITOFFFFFFF!!!!

Saturday, January 06, 2007

Vaporización


Cuando fui a tu casa, venía con ganas de conversar y verte de nuevo.

Y las expectativas se cumplieron. No hizo falta sentarnos en la sala, en tu habitación estaríamos más cómodos, me aseguraste.

¿Así de espaciosa?


Claro que estaríamos cómodos. Sobre todo ahí, acostadotes a nuestras anchas en esa camaza de dos plazas y media (que te gustaba "esparcirte" por la cama, por eso) hablando de esto y aquello.

Te me acurrucaste en mi brazo y tus cabellos me hicieron cosquillas en los párpados. Tienes un cabello rebelde, mujer, dije riéndome. Así que para no desentonar enrosco mi otro brazo por tu talle, estando cada sección de mi brazo en íntima comunión con alguna otra sección de tu anatomía. Hermosa la sensación.


Un poco zalameramente y bastante hecho el tonto, acomodo el antebrazo para que repose directamente sobre tus generosos senos, escudados por dos capas de tela y algo de armazón de plástico. No opones resistencia. Ideas arcaicas, instintivas y que formaba parte del sexo masculino desde que los pluricelulares empezaron a pulular, empezaron a brotar como la maleza en un campo abandonado.

Palabras y temas que tocaban indistintamente anécdotas, planes y experiencias, y mis brazos que tocaban tu cuerpo, más tibio por momentos.

Aprovecho un cambio de postura tuyo para echarme una siestecita en tu busto. Entre este par de almohadas, el sueño tardaría mucho en venir, pero sería reparador y exquisito. Igual, dormir es de lo que menos tengo ganas. Ríes y me señalas tus almohadas, las de algodón. Que si quiero dormir ahí, pues adelante. Yo no. Prefiero estar ahí, es como estar en un refugio, tus senos redondos, llenos, expandidos. Podría zambullirme y nadar ahí.


Pausa para atender una llamada. Yo. Mi celular. Una dama me espera. Le pido una prórroga a mi tiempo de llegada, sin confesarle dónde ni con quién estaba. Ella acepta y me da otra hora...

Al darme cuenta habían pasado dos horas desde que llegué. Maldita sea. ¿Por qué pasa tan rápido el tiempo al divertirse uno?


Siguen los juegos de abrazos y contactos. De repente, conversando seriamente acerca de los sabores del chocolate de acuerdo a los países, mis labios se encuentran a milímetros de los tuyos. Casi puedo saborearte. Decido hacer prósbocis mi boca para tocar la tuya. Te niegas y te apartas. Pero no te explicas. Yo, un poco confundido, pero no desanimado.

Tras un rato, vuelvo a intentar robarte el beso. Esta vez me miras fijo y me preguntas cuáles son mis malévolas intenciones, sin dejar de sonreír. Te respondo que predicarte las buenas nuevas del evangelio NO son para nada mis intenciones, por lo menos. Carcajeas.


Así que me dedico a olfatearte. El nacimiento de tu pelo, tus lóbulos, tus hombros, tus manos, tus brazos, el nacimiento de tus senos. Te intriga e interrogas. Respondo que deseo memorizar tu aroma. Tu olor propio. No el de la crema para manos que te pones, o el del antitranspirante de tus axilas, o el del colorete de tus labios, o el de la crema de peinar en tus cabellos. Busco tu olor, tu propio e indistinguible aroma.

Y sin anunciarlo, sin solicitarlo, empiezo a rozar mis labios contra tu propio esternocleidomastoideo, sobre el pabellón de tu oreja, tus arcos ciliares, tus párpados estremecidos, tu naricilla tersa y fina...

.. y finalmente, sobre tus propios labios.


El hielo se rompió. O mejor dicho, nunca lo hubo. Más bien, la brasa hizo ignición.

Moldeamos nuestras bocas de una manera u otra, usando de torno, arcilla y manos de alfarero labios, lengua y el delicioso licor que intercambiamos una y otra vez. No veo la forma de separarme de ti, no lo deseo ni puedo tampoco. Tus brazos me aprietan más que una boa a su presa. Por lo menos puedo liberarme un poco de tu besar, y escribir letritas con la punta de mi lengua sobre ese cuello, blanco, pletórico de sangre, nervios y sensaciones. El fuelle de tus pulmones aumenta la llama.


Mis manos tampoco están estáticas. Voy excavando bajo las telas de tu blusa, recorriendo la llanura de tu vientre, ese pozuelo diminuto tan cosquilludo en el centro, deteniéndose ante el escudo de tela y plástico por unos segundos. Pero que cae al fin y al cabo. Oh, sí. Oh, sí. Esa sedosidad coronada por esa pequeña dureza erecta, es algo de lo que nunca puedo aburrirme. No. Mis manos tan egoístas no pueden quedarse solas con semejante disfrute. Uso manos y dientes para levantar tu blusa y apartar tu brassiere para dar luz a tus pechos que rugen por ser comidos.

Provecho.

Tú, quieta, respirando profunda y ansiosamente, y soltando leves gemidos. Más cuando traveseo con los botones de tus jeans, cuando los bordes de mis uñas raspan la piel de tu espalda provocando que leves escalofríos te sacudan de arriba a abajo. O al enredar mis dedos con los contornos de tus panties, de tirantes finos y delicados. Dos chasquidos de dedos y tu brassiere se desconecta. Ahora te mueves. Te quitas la blusa y brassiere sin dejar de besarme. Estás para pintarte. Para fotografiarte. Acostada en esa cama, cruzada de brazos, apretando tus senos y haciéndolos lucir aún más prominentes. Hago el ademán de fotografiarte lo que vuelve a soltar tu risa.


¿En qué estábamos?

Ah, sí. Cataba tus pezones y mis manos iban a cruzar clandestinamente la frontera de lo mostrable y lo indecente. Lo logran. Uno tras uno, los botones del jean saltan, y sólo necesita de un par de sacudidas de tus piernas para lanzarlo lejos. Esas piernas torneadas y lechosas, son mordisqueadas con fruición. Besadas hasta los últimos ligamentos del tarso. Y ahora, entre tus gemidos y jadeos, mi lengua va escaneando tu bajovientre. Viendo dónde dejas de ser lampiña, probando la carnosidad de tu feminidad. Arrancándote gemidos más y más fuertes. Y las llamas evaporan mi saliva, y este vapor niebla mi visión y mis pensamientos conscientes.


Mas no mi boca.

Que de un lado a otro va buscando, reconociendo, probando y lamiendo.

Te estremeces.

Te vuelves loca.

Te llenas de placer.

Te sincronizas a mi ritmo.

Te dejas llevar.

Y te acomete el espasmo, la embriaguez, el clímax.

Yo igual.

Un último beso ardiente y prolongado es interrumpido por la música sintetizada de mi celular.

La dama que me espera debe estar iracunda.

Dos horas extra...


Mierda...


Nota: Por estar ahora viviendo en Quito, no tengo suficiente tiempo para subir imágenes por el momento. Así que disculpen...